Papá y mamá conversaban acongojados qué iban a regalar a sus hijos esta navidad. La buenaventura les daba la posibilidad de comprar el deseo más costoso, pero el dinero no era el problema, sino el regalo. Cuanto más grande y caro el juguete, con el tiempo resultaba más insustancial e inservible para sus hijos. Sí, los juguetes eran ostentosos, modernos; hacían miles de cosas con solo tocarlos. Pero a medida que agotaban sus funciones, la monotonía de los aparatos hacía juego con la ausencia de los padres en el hogar. Por eso no había juguete perfecto, ni caro ni barato, ni grande ni pequeño, ni simbólico ni ostentoso. Para estos hijos faltos de padres solo había juguetes inservibles, bamba. Luego de pensar mucho, los padres idearon el mejor regalo que haya producido la navidad. En la noche del 24, mamá anunció el obsequio más maravilloso. La emoción era inusitada… ¡No había regalos en el árbol! De pronto entró papá vestido de robot, caminando en cámara lenta, haciendo un sonido de tuer...