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¡Ya sé por qué estás así!

Sin despertar del todo se levanta angustiada por la sensación de vacío. Cada mañana es así. Su mente está en torpe vigilia y su cuerpo adolorido por alguna razón que ella no entiende. Pero no hay tiempo para eso, hay que llegar al trabajo y lidiar con las preocupaciones, aunque por unos instantes, mientras va en camino, se pregunta en silencio ¿Por qué estaré así? Pero la respuesta siempre es otra. Ante la presencia de la inesperada tragedia, emerge desde el laberinto de sus pensamientos una debilitada pero conocida voz que, ya casi sin aliento, le dice: ¡Ya sé por qué estás así!... ¡Ya sé por qué te duele la cabeza! Porque tus pensamientos imaginan preocupaciones que ni siquiera te pertenecen. ¡Ya sé por qué te duele el cuello! Porque no quieres voltear para resumir las cuentas y ver tu verdad. ¡Ya sé por qué te duele la espalda! Porque prefieres la certeza de tu desbalance a la aventurilla de estar en equilibrio. ¡Ya sé por qué te duele la rodilla! Porque quieres cargar con todo lo...