Varios hechos del pasado han tocado mi memoria hoy. Una profesora de historia me dice "mañana juega Perú contra Chile, Perú 2, Chile 0, hay que ganar a los chilenos"; sus palabras están cargadas del tipo de emociones que no corresponden al entusiasmo deportivo, y tratan de inducirme patriotismo terruñero. Otro amigo, de Cataluña, me recuerda cómo la Reina Española, la Católica, se llenó los bolsillos con las riquezas que sus comedidos, los Castellanos, quitaron a los incas... me lo dice con tal vehemencia, como si la reina lo estuviera escuchando y todos los castellanos mirándolo sin poder hablar, pero me lo recuerda para que reaccione y me aúne a su estirpe de regionalista sometido. Una estudiante norteamericana, temerosa del Dios protestante, sin ocultar su enfado me relata las desgracias que cometieron los Católicos al destruir la religión de los andes; mientras ella trata de sentir el llanto del pellejo ajeno, quiere despertar en mí al inca indómito, el poder de la Pacham...