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Mostrando las entradas con la etiqueta solidaridad

Médicos, ay los médicos

He tratado con muchos médicos en mi vida. De niño, todos me parecían respetables y amables; sonrientes. De adulto, igual, siempre atentos y serviciales. Pero, ahora que trajino en los hospitales públicos, mi percepción de ellos ha cambiado radicalmente. Muchos galenos son déspotas y esquivos; en vez de dialogar con el paciente, le dan órdenes ininteligibles. En vez de curar, dañan el ánimo de la gente sencilla. Una cosa es el médico en su consultorio privado, y otra en el hospital público. Parecen dos seres distintos, distantes. Sin embargo, las dos historias de hoy no tratan del trato, sino de la ineptitud y de la indiferencia. Pero, no todo es desalentador lectoras y lectores, porque al final de esta descarga eléctrica hay una luz tenue de esperanza. Veremos. Hace dos meses o más, mi compañero, Vilmanuel, llevó a nuestro querido paciente Humberto al consultorio del traumatólogo, en el hospital Regional del Cusco. Humberto, fue operado hace un año del fémur izquierdo y queríamos saber...

Padre, hermano o lingüista

Algo extraordinario ocurre mientras doy un paseo por la calle principal de la comunidad nativa de Nueva Luz: al tiempo que cosechan camote, un grupo de señoras me señala con sus miradas y murmullos. Me acerco con cautela y finjo desinterés. (Nadie en su sano juicio reta a un grupo de mujeres matsigenka, ya que puede salir desplumado). Una de ellas toma la palabra y me lanza una pregunta retadora: “¿Tú, me reconoces o no?”. Las demás la secundan con la mirada sin perder el ritmo de la cosecha y el murmullo. Trastabillo, dudo, me agarran frío. Guardo silencio mientras recupero la compostura y respondo con la misma velocidad con la que fui interpelado: “Claro que me acuerdo de ti, la otra vez me invitaste masato en tu casa”.  Gracias a Dios mi memoria recordó un evento que sucedió hace seis meses. La señora sonríe con mi respuesta y las demás también. El murmullo cambia de tono y se torna amigable. He pasado la prueba. Mientras se alejan con su camote, la mujer me lanza otro reto: “Vo...

Mi Capital

¿Qué poseo que me hace libre? ¿Qué me mantiene como ciudadano solvente? Durante mucho tiempo he buscado la plata, el dinero, el salario, el ahorro, el esfuerzo remunerado, el reconocimiento económico, el parangón de mis títulos universitarios. Alguien me decía "madura, planifica, trabaja, estudia, sé algo en la vida" ¡Pero qué ostentación más insoportable!  Centrado en mis cuentas pregunto ¿Cuál es mi capital? ¿Qué da sentido a los pasos que doy?  Mi mayor posesión es mi sonrisa, mi alegría, la luz que irradio, el corazón de niño, mis preguntas ingenuas, mi bondad de Padre, mis caricias nobles, mi espontaneidad gesticulada.  Sano heridas y cambio malhumores. Por dar una sonrisa he recibo pan, por contar un chiste alojamiento, por una historia gesticulada calor fraterno, por un consejo mil amigos verdaderos. Soy dadivoso, no me cuesta estar alegre. Soy supremo, no me cuesta compartir mi luz. Todo lo que doy es gratuito, es gratitud, es gracia. Soy luz y alegría, ternura y ...