El premio, el estipendio o la gloria parecen ser los motivos de vida del juego y la competición. Entre la gente del bosque y del río, estos valores más bien resultan en una excusa para compartir o departir honor, consideración, respeto y fraternidad. Por varias razones me siento decepcionado del fútbol-show que vemos en la televisión. Sí, hablo de esos campeonatos multimillonarios que la afición financia bajo la idea de un “sentimiento”, anteponiendo el antifaz de la sana competencia y el deporte limpio. No puedo negar, sin embargo, que me gusta el fútbol y que ocasionalmente juego un partidito con los amigos o cuando me invitan a “deportear” como dicen por aquí. Debo confesar también que las apuestas en el juego no me agradan, aunque es un hábito muy común por estas tierras amazónicas que los competidores, justo antes de empezar la contienda, acuerden un premio que se disputa al final. Es algo así como un incentivo que “adereza” la competencia y enaltece el orgullo de los vencedores.