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Mostrando las entradas de febrero, 2024

Hay veces

Hay veces en que me siento un Apuchin, e inflo el pecho como todo espadachín. Esto pasa cuando encuentro a alguien chiquitín. Hay veces en que me siento nadies , porque digo inocentadas y me trago desaires. Esto pasa cuando alguien me habla con insuflados aires. Hay veces en que me desconozco. Soy torpe, iracundo y tosco, pero soy yo, lo confieso, y no alguno de los Orozco. Hay veces, ocasiones,  en que canto, rezo, oro, y vibro. Y entonces,  curo, sano, y limpio. Y mi voz no es la mía,  es la de otro. Hay veces, como ahora, en que me siento pleno, tranquilo, sin el tiempo, como quien regresa al seno. Seguro que alguien dirá que estoy en algo bueno.  A veces soy uno u otro,  pero muy pocas veces, uno. Soy todos ellos, pero más que nada,  me gustaría ser solo uno.  Y aunque puedo escoger ser todos, elijo el que está aquí,  el que escribe en su mente estos pensamientos. 

No se puede tapar el sol con un dedo

Crónica de un evento sanitario que tuvo lugar en un hospital de la ciudad del Cusco, y que involucra a los siguientes actores y actrices: a un galeno que pasa sus días misio y aburrido en una ciudad amazónica; a tres galenos, dos varones y una mujer, que laboran en un hospital citadino; a una persona adulta mayor de la selva, del pueblo asháninca, que hace de paciente; a la hija de ésta, adulta, castellano hablante, y que hace de mujer tímida; a un par de intérpretes matsigenka que traducen desde el teléfono celular; y, a mi persona, un entusiasta voluntario que apetece escribir anécdotas. En resumen, esta crónica, evidencia que algunos profesionales de la salud intentan meternos el dedo mientras que otros lo hacen, literalmente.  La solución es la clínica Mi compañero, en Quillabamba, me llama por teléfono y me dice que Yolanda, una mujer de 61 años de edad, de una comunidad nativa asháninca del Bajo Urubamba, ha llegado al hospital debido a constantes y fuertes dolores estomacales.