Ir al contenido principal

No se puede tapar el sol con un dedo

Crónica de un evento sanitario que tuvo lugar en un hospital de la ciudad del Cusco, y que involucra a los siguientes actores y actrices: a un galeno que pasa sus días misio y aburrido en una ciudad amazónica; a tres galenos, dos varones y una mujer, que laboran en un hospital citadino; a una persona adulta mayor de la selva, del pueblo asháninca, que hace de paciente; a la hija de ésta, adulta, castellano hablante, y que hace de mujer tímida; a un par de intérpretes matsigenka que traducen desde el teléfono celular; y, a mi persona, un entusiasta voluntario que apetece escribir anécdotas. En resumen, esta crónica, evidencia que algunos profesionales de la salud intentan meternos el dedo mientras que otros lo hacen, literalmente. 

La solución es la clínica

Mi compañero, en Quillabamba, me llama por teléfono y me dice que Yolanda, una mujer de 61 años de edad, de una comunidad nativa asháninca del Bajo Urubamba, ha llegado al hospital debido a constantes y fuertes dolores estomacales. La internaron de inmediato.

Al día siguiente, aquel compañero, preocupado, llama y me dice que el médico de turno ha sugerido lo siguiente: que tiene un amigo gastroenterólogo en una clínica especializada en la ciudad del Cusco donde pueden atender el delicado caso de Yolanda, ya que posiblemente se trate de una enfermedad mucho más seria que la gastritis, y que se tiene que evaluar el asunto en esa clínica y con ese médico en particular. 

Los familiares, en su comunidad, se ponen en afanes. Los teléfonos suenan y resuenan para conseguir dinero y lograr que Yolanda, la matriarca, vaya al Cusco junto a su hija Dalia para que sea atendida en la susodicha clínica y con el susodicho médico especialista. 

Metiche de mí

Al escuchar esto, meto mi cuchara. Le digo a mi compañero que si ese médico realmente quiere ayudar, entonces que haga una referencia por emergencia al hospital Lorena o al Regional del Cusco, ya que en estos hospitales, donde todo lo cubre el seguro, al contrario de una clínica, Yolanda también puede ser revisada por un especialista. 

En efecto, al día siguiente, el médico tratante nos hace el favor. Envía a Yolanda por ambulancia al Lorena, argumentando una profusa hemorragia. Recibo a la paciente y a su hija en el hospital a las 11:00 pm. En el área de emergencia, encuentro a dos médicos y a una médico. Uno de ellos tenía una cara larga que decía: “para qué me han despertado, estaba durmiendo ricucha en mi turno”.

Evaluación

Los tres evalúan a Yolanda. La echan en la camilla y le preguntan si defecó sangre, si vomitó sangre, si hizo diarrea con sangre y, en fin, si le salió sangre por alguno de los orificios de su santo cuerpo tierra-madre-indígena. La hija de Yolanda, de treinta y algo años, no ayuda mucho; su castellano es tímido. Entonces, recurro a mis compañeros intérpretes. Uno de ellos le pregunta a Yolanda y la respuesta es negativa, es decir, no hizo popó color marrón ni vomitó sangre durante el viaje. 

La médico refunfuña, porque se da cuenta de que la hoja de referencia no dice lo que parece. Los tres galenos se miran y alguien anuncia: “Ni modo, habrá que hacerle la prueba”. Los tres se vuelven a mirar como quien escoge a la vístima. Luego, la médico me dice: “Por favor, dígale a la señora que le vamos a hacer una prueba metiéndole un dedo por el ano para saber si hay sangrado”. 

“Digitus in ano est”

Yo pienso ¿Acaso no hay otra manera? ¿Acaso esta señora madre-selva no les importa siquiera un poquito?... De regreso al evento en concreto, y bajo el apureishon médico, me pregunto: ¿Y ahora, cómo rayos se traduce eso del dedito? Ni modo, a intentarlo. Le digo al intérprete que diga lo que dijo la médico. Mi compañero dice todo un discurso en asháninca cuando solo tenía que hacer una pregunta. No importa, Yolanda dice que está bien, que sí, que los doctos pueden proceder. Su hija, sonríe tapándose la cara y también asiente. 

Los tres médicos eligen al “premiado”: es el jetón que acaban de despertar. Supongo que era el de menor jerarquía. Más asado que antes, el galeno consigue un guante de látex, mete la mano, expande los dedos y con el índice levantado ordena: “¡Que se ponga de costadito!”. Movemos a Yolanda para que mire la pared y resista la intromisión.

El galeno, armado con su dedo, como niño con pistola jugando a los vaqueros, dice “relájate, relájate”, como si Yolanda entendiera. Luego, de un zas, entra el dedito especializado y, mientras sale apurado, recolecta un par de pedacitos de por allí. El galeno, mientras parpadea para desapegar las últimas legañas, trata de encontrar algo en aquel dedo recolector. “¡Aquí no hay sangrado!”, sentencia. Entonces pone su cara aún más fea, como diciendo “¿Para esto me han despertado?”.  

En su arrebato, el galeno me muestra su dedito con los retacitos de humanidad de Yolanda y me dice: “mira, cerciórate tú mismo, no hay sangre ¿verdad?”. Yo, serio, formal, como si hubiera jurado ante el mismo Hipócrates, miro atento el dedito, lo ausculto y frunciendo el ceño científico, digo: “En efecto doctor, no hay sangrado, la hipótesis de la hoja de referencia es nula”. Todos miramos el descubrimiento y asentimos la ausencia del sangrado. O la hoja de referencia es una mentira o la paciente sanó durante el viaje. Como sea, casi nos meten el dedo.

--Está claro --dice la médico--, no hay hemorragia, pero de todas formas la internaremos. Le haré una interconsulta con el gastroenterólogo y veremos qué hay, pero todo indica que no hay nada, así que es posible que mañana salga de alta. Por gusto hizo viaje tan largo y pesado esta pobre señora. 

La paciencia de la paciente

Al día siguiente, recibo la noticia de que el gastro no encontró nada serio en el estómago de Yolanda. Lo usual, una gastritis que se puede tratar con pastillas y jarabe. Eso es todo, ya se puede ir. 

Yolanda, ya en mi casa y mientras espera, se peina tranquila al calor del sol de estos días, cándida y pausada. Jala y rejala su delgado y no tan largo cabello envejecido. Lo hace lentamente, como disfrutando. Mira a un lado y recoge el cabello sobrante en el peine y lo enreda, y continúa complacida. Su pausa y concentración me arrebatan una tierna sonrisa. 

El evento del dedito ha quedado atrás para Yolanda. Además, el médico que sugirió la clínica, el que casi nos mete el dedo, ya puede dormir tranquilo, porque la paciente no tiene nada serio ni costoso que tratar.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Entrevista a don Alberto Manqueriapa Vitente, maestro curandero y “Personalidad Meritoria de la Cultura”

Por: Donaldo Humberto Pinedo Macedo. Fotografías: Reenzo Velásquez Bernal, Edward Zambrano Quispe y Uriel Caballero Quispitupa. Alberto Manqueriapa Vitente, es un maestro curandero --intermediario diría él-- de 60 años de edad. Nació en la comunidad nativa de Santa Rosa de Huacaria (Reserva de Biosfera del Manu), en el distrito de Kosñipata, provincia de Paucartambo, departamento del Cusco, Perú.  Alberto, procede de dos ramas culturales: por línea paterna, es Wachiperi (Harakbut), y por línea materna, es Matsigenka (Arawak).  En el año 2021, debido a sus conocimientos y prácticas relacionadas a la medicina tradicional amazónica, Alberto fue distinguido como “Personalidad Meritoria de la Cultura”. A parte de las sesiones de sanación con ayahuasca que dirige regularmente, Alberto es depositario de los rezos cantados Eshuva , los que fueron declarados Patrimonio Cultural de la Nación el año 2010. La entrevista fue realizada en el salón comunal de la comunidad nativa de Santa Rosa de Hua

Atención de salud de indígenas amazónicos en los hospitales de la ciudad del Cusco, 2020-2021

Artículo de investigación.- En el periodo febrero 2020 – agosto 2021 se ha incrementado la afluencia de personas de origen indígena amazónico a los hospitales de la ciudad del Cusco. Se trata, principalmente, de indígenas matsigenka monolingües que provienen del distrito de Megantoni (provincia de La Convención), quienes mantienen una relación de contacto reciente con la sociedad nacional Donaldo H. Pinedo Macedo 1 y Vilmanuel Díaz Vilca 2 1 Maestría en Antropología Social 2020, Escuela de Posgrado de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, Perú. 2 Escuela Profesional de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, Perú. Descarga la versión PDF aquí (incluye notas al pie y bibliografía adicional) Nota de los Autores Donaldo H. Pinedo Macedo    https://orcid.org/0000-0002-0269-7097  Los autores no tenemos conflictos de intereses. Agradecemos a los Misioneros y Padres Dominicos del Vicariato Apostólico de Puerto Maldo

Toledo, Humala y Castillo. Tres destellos de la utopía andina en el Perú

Sentipensar.- La utopía andina, en mi mente, no es el regreso del Inka para subyugar a los neo conquistadores o restablecer un imperio perdido, sino más bien es la personificación de lo que significa ser un Inka... ¿Qué tienen en común Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Pedro Castillo? ¿Por qué mi mente -y mis sentimientos- trazan una misma señal cuando pienso en ellos? ¿Por qué cuando los veo por la tele mi palpitar es unísono? Me siento identificado con ellos -como millones de peruanos-, pero no por su posición política, que de hecho no comparto, sino porque su propaganda electoral activó en mí una fibra oculta que nace y renace. En efecto, hablo de la utopía andina. Debo aclarar que no soy una persona que tenga la secuencia genética indígena intacta -creo que ningún peruano la tiene-, más bien soy un mestizo (nada errante) que está enclavado en los Andes del sur, embargado de Apus e historias del Cusco, el “ombligo del mundo”. Pero aún así, la utopía andina, esa fibra de rebelde es

La hora de la hallpa en Quillabamba

Estoy con el “mago blanco”, mi bicicleta, paseando por las calles de la ciudad de Quillabamba. Paso por el parque Bolognesi, más conocido como el de las banderas, aunque no veo ni una. Busco una banca cómoda, con sombra, para el ritual de la hallpa. Me siento en una. Algunas personas, en otras bancas, juegan a las cartas. Todos son varones adultos. Tienen una mochila en la espalda y una bolsa verde de hojas de coca al lado. En la boca, el cigarro y el bolo coquero; en las manos, las cartas; en los ojos, las monedas apostadas y la ambición chispeante. Son las 9:00 am., es sábado. Lo mismo pasa el domingo, a la misma hora. Me huele que esto sucede todos los días y en cualquier momento. Estas personas se reúnen para la hora de la hallpa. Hallpero solitario No todos juegan a las cartas. Otros, en pares, hallpan, conversan y observan a los grupos de baile que ahí se reúnen. Yo estoy solo, con mi hallpa y mis pensamientos. Soy un hallpero solitario que apenas mira a la gente. En cambio, los

Memoria, historia e identidad. Joël Candau (2006)

Opinión.-   En las clases de "Teorías clásicas de la Antropología" estamos discutiendo el libro de Joël Candau, Antropología de la memoria (2006). En cuanto leí la introducción y las conclusiones, tuve dos impresiones inmediatas: El autor sobredimensiona la importancia de la memoria para el ser humano. Sus postulados se aplican a las sociedades modernas complejas, donde la memoria alcanza extensiones también complejas. Luego de la exposición del grupo y el debate consecuente, quedaron en mi memoria las siguientes ideas: a.- Me ratifico: considero que Candau sobredimensiona la importancia de la memoria. Es evidente que la memoria, que se trasluce en el recordar y olvidar, es importante para la existencia humana, pero no es el todo. Hay que considerar también el rol de la conciencia y el inconsciente, temas muy poco abordados desde la disciplina antropológica. Entiendo que, cuando escribió Candau, hacía falta sostener que la memoria es una importante variable para el desarroll