Estoy con el “mago blanco”, mi bicicleta, paseando por las calles de la ciudad de Quillabamba. Paso por el parque Bolognesi, más conocido como el de las banderas, aunque no veo ni una. Busco una banca cómoda, con sombra, para el ritual de la hallpa. Me siento en una. Algunas personas, en otras bancas, juegan a las cartas. Todos son varones adultos. Tienen una mochila en la espalda y una bolsa verde de hojas de coca al lado. En la boca, el cigarro y el bolo coquero; en las manos, las cartas; en los ojos, las monedas apostadas y la ambición chispeante. Son las 9:00 am., es sábado. Lo mismo pasa el domingo, a la misma hora. Me huele que esto sucede todos los días y en cualquier momento. Estas personas se reúnen para la hora de la hallpa.
Hallpero solitario
No todos juegan a las cartas. Otros, en pares, hallpan, conversan y observan a los grupos de baile que ahí se reúnen. Yo estoy solo, con mi hallpa y mis pensamientos. Soy un hallpero solitario que apenas mira a la gente. En cambio, los demás, interactúan entre ellos, ríen, comentan, callan y contemplan mientras el bolo da vueltas y el cigarro trata de sujetarse a los labios.
La hallpa no es para principales
No he visto hallperos en la Plaza Mayor de Quillabamba. La hallpa no es para los “principales” o, mejor dicho, no se “hallpa” donde rondan los “principales”, cuyos agentes higienistas y civilizatorios son sus miradas y desprecios.
Los toritos también hallpan
Yuri Incahuaman, un hallpero de esos que sabe lo que es la hallpa, acostado en su hamaca durante un atardecer dominguero, allá en la quinta “Vargas”, a la entrada del poblado de Maranura, me dijo que trabaja de noche “jalando su torito” (se refiere a que conduce un motocarro pequeño y compacto), pero que, obligatoriamente, a la media noche, “los toritos” se juntan en la plaza Grau para la hora de la hallpa. “Descansa la máquina y descanso yo”, me dice.
--¿Es obligatoria la junta? --Le pregunto.
--No, no, quien quiere se apunta. La gente ya sabe y viene. Es para el quien quiere.
En esta plaza de las banderas, parece que sucede lo mismo. La gente viene porque sabe que hay hallpa, que hay un momento para compartir con los amigos. Nadie está obligado a venir, pero vienen.
¿Ociosidad?
Por favor, no me hagas reír. Ven y mira, bolea tu coquita y verás que no es ociosidad, sino ocio, disfrute, contemplación, compartir, distracción, conversa y aprendizaje.
El pan del día
Mientras cavilo en mis pensamientos (la hallpa estimula a la filosofada), una señora que está al lado mío, pregunta:
--¿Estás comiendo tu pan?
Algo desconfiado, le muevo la cabeza y la corrijo:
--Son hojitas de coca, señora.
--Ya sé que es coca, joven, lo que pasa es que aquí a eso le llamamos pancito. --Me responde.
Aquí se usa la expresión “vamos a comer nuestro pancito”, para referirse a la hallpa. Hay mucho que deducir de esta frase, por ejemplo: la coca es el alimento del pobre, la coca es el pan de vida del devoto cristiano, la coca es el pan multiplicado (un milagro), la coca es el pan del pueblo, la coca es el pan del día…
--Sí, sí, le decimos pancito…. ¿Y tienes queso? --Inquiere la señora.
--¿Queso?... ¡Ah, la llipta!
--Sí, a eso le dicen quesito, el “pan” con su “quesito” pues.
Interculturalidad
Ya veo, aquí, como en todo lado, la magia está en la combinación, en el maridaje perfecto: coca + llipta. Hay otros combos insuperables: choclo con queso, pan con mantequilla, maíz con queso, yuca con huevo frito, limón con sal, uncucha con mantequilla, etc. Ojalá la interculturalidad fuera así de sencilla, enclavada en el maridaje, en el deleite de la combinación y en el acto de compartir.
La sicuaneña
Mientras hallpo mi “pan con queso” junto a mi nueva amiga, que, desde luego, también hallpa, se acerca, conmovida por la apertura, una señora quechua hablante. Nos habla con un castellano quechuizado. Debo insistir que, en este hablar, lo de menos son los cambios de las vocales o, como dicen coloquial y despectivamente algunas personas, el “mote”. Cuando alguien habla castellano como segunda lengua, debemos aprender a valorar dos cosas: primero, la entonación de las palabras. Estas se alargan armoniosamente en diferentes tesituras, y, con ello, la gente expresa sus sentimientos y pareceres. Quiero decir que, en vez de “hablar mal el castellano”, estas personas le ponen música y sentimiento a la lengua de Cervantes; expresan lo que sienten haciendo del castellano una sinfonía. La segunda situación, es que hablan con transparencia. Los ojos no hacen muecas o giros engañosos, al contrario, están quietos, como si el pozo cristalino de sus sentimientos fuera la única verdad. Es gente convencida de lo que dice. Es gente sincera, genuina al extremo, al menos mientras está en modo hallpa. En cambio, nosotros, los hispanísimos, aunque hablemos bien el castellano, no somos sinceros.
Bueno, esta señora, adulta, de unos cuarenta años, nos dice:
--Aquí la gente había estado acostumbra a salir pues los domingos a las quintas (restaurantes campestres) y comer allí ¿Cuán caro será comer allí? Ayyyyyy, cómo les gusta gastar la plata por gusto, en cambio en mi tierra, no salimos al restaurante, cocinamos en casa, lo que hay, lo que hay comemos; sol por sol guardamos. ¿Acaso comemos en restaurante todos los domingos? No, no, solo en fiestas importantes nomás gastamos, eso sí, bien gastamos. En cambio aquí, todos los domingos a gastar, a salir. Por eso mi hijo pelea con su esposa. Ella es de aquí y quiere salir todos los domingos, y mi hijo no quiere pues, y por eso le dice: “si quieres anda tú”. Así es en mi tierra, acá había sido otra la costumbre.
Mientras hablaba, me quedé atento, observándola. La puedo describir: sombrero marrón de copa alta, con un cinto oscuro y una flor roja. Su cabello, negro y trenzado. Su tez, cobriza y con los pómulos y labios sobresalientes. En el torso, un polo, una blusa y una chompa de lana manga larga. En las piernas, un pantalón de lana interior, unas cuantas faldas y también medias gruesas. En los pies, zapatos negros sin taco. Así es, hay buenos grados centígrados de calor por estos lares y ella está abrigada, como en su tierra.
Nos dice:
--Puedo aguantar el calor, pero no las moscas, mucha mosca hay y además hay enfermedades, como el dengue, así dicen.
Luego, continúa:
--¿Alguien sabe dónde puedo conseguir un terreno? Quiero comprar terreno, en eso quiero invertir.
--Bueno, allá por el mercado hay varios anuncios de venta de terreno, puede ir por allá. --Le responde la otra señora, la del “pan con queso”.
La sicuaneña, rápidamente se levanta de la banca, termina de llevarse a la boca el grupo de hojas de coca que le compartí (no quería “queso”), mira hacia donde señaló la señora, y sale casi corriendo en busca de su terreno. La hallpa ya fue suficiente para ella.
Solito, otra vez
Al rato, suena un celular. La señora del “pan con queso”, responde. Conversa con alguien y se va. Se despide mientras habla. Quedo solo otra vez, con los jóvenes danzarines y los demás hallperos que no conozco.
Donaldo Humberto Pinedo Macedo
Quillabamba, sábado 29 de junio de 2024.
Es el.mejor momento para toda nuestra gente trabajadora sobre todo del campo es momento de un relax para compartir una hoja de.coca con su respectivoa.llicta si es cosecha de café indican mato y hay empieza la jallpa
ResponderBorrarDe acuerdo, que viva la jallpa!!!
BorrarHallpa bendito momento, para renovar fuerzas y entablar conversación, y hacer algúna broma sarcastica. Y que se pueda acopiar un buen bolo con o sin llipt'a.
ResponderBorrarAsí es, es un momento bendito. Alguien me dijo: "la hoja de coca es el pan verde de cada día".
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