Cada viaje por el río es una nueva travesía, una aventura, aunque el río sea el mismo… Hay que animar el espíritu con alegría para la faena. El masato es la voz. Faena terminada, que continúe la parranda. Estoy en la playa del río Camisea, esperando a Eduardo, el motorista matsiguenka que me llevará a Cashiriari. Son cuatro horas de surcada en su nuevo bote de madera adquirido en Sepahua, aunque su viejo amigo, un motor “peque peque de 13 hp” se resiste a dejar a su entusiasmado dueño. Espero sentado, conversando con Wilfredo, dirigente de COMARU, quien al final se anima a subir al bote para acompañarnos, -a modo de pasear- dice. Yo estaba seguro de que partiríamos de inmediato, por la prisa que mostraban Eduardo y su señora durante los preparativos, pero no fue así. Antes de abordar el bote, salió de por allí una botella de Inka Kola llena de masato. Dos litros de puro masato. -Hay que brindar antes de partir- dice Eduardo, así que ¡Salud! Después de 20 minutos, cuando creí que todo