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Las lenguas y las culturas amazónicas en la región del Cusco. Una inquisición humanista




¿Qué perspectivas sobre el indígena amazónico tienen las distintas instituciones públicas y privadas ligadas a ellos? ¿Cómo los tratan, o mejor dicho hacia dónde los llevan? Y ¿Cuál es la respuesta de los indígenas y de sus organizaciones? Pocos saben que el territorio del Cusco comprende un gran porcentaje de selva amazónica. El 58% según el criterio ecológico.

Se tiene un entendimiento generalizado de que los católicos entraron al Nuevo Mundo con la espada en un mano y con la Biblia en la otra. Los hubo de estos, sin duda, aunque ahora no se me ocurre ningún ejemplo concreto. Tampoco se me ha ocurrido indagar al respecto, ya que me basta con los relatos que campean en los modernos herederos de los antiguos vencidos. Pero eso sí, salta de inmediato a mi mente un ejemplo contrario y digno de rememorar, el de Fray Bartolomé de las Casas O.P. (Orden de Predicadores o más conocidos como frailes Dominicos). De las Casas vino a las Indias a temprana edad plagado de ambiciones, pero se retiró dejando un legado humanista en favor del indio. Supo hablar con él, supo comprenderlo… supo amarlo. Su propósito fue luchar contra las conquistas y las encomiendas en defensa de los derechos de los indios y de la evangelización pacífica. En resumen, su legado como “Procurador o Protector Universal de todos los Indios” es la preservación de la dignidad y la vida del indio por encima de su cultura e idioma. Bueno, talvez estoy estirando un poco el pensamiento de Las Casas, pero la verdad es que me gusta creer que los seres humanos deben preservarse en dignidad y bajo principios de convivencia solidaria y fraterna antes que petrificar las construcciones siempre cambiantes y superfluas de la cultura y el idioma.

Bajo este manto humanista pregunto ¿Qué perspectivas sobre el indígena amazónico tienen las distintas instituciones públicas y privadas ligadas a ellos? ¿Cómo los tratan, o mejor dicho hacia dónde los llevan? Y ¿Cuál es la respuesta de los indígenas y de sus organizaciones?

Pocos saben que el territorio del Cusco comprende un gran porcentaje de selva amazónica. El 58% según el criterio ecológico.

En términos político-administrativos, la selva en el Cusco está presente en 17 distritos (cinco provincias involucradas). Acudamos otra vez a las imágenes. Veamos la número 2.

Si de población se trata, sin duda la ciudad del Cusco concentra la mayor parte, sin embargo, un 17% vive en la Amazonía regional. ¿Y qué lenguas y culturas hay en la Amazonía cusqueña? No cabe duda de que el “valle” -como es conocida la selva por los cusqueños- fue colonizado en el último siglo por inmigrantes de origen quechua altoandino, como se evidencia en los valles de Paucartambo, La Convención, Pillcopata y Camanti. Pero aún y todo, los regentes de la selva desde tiempos inmemorables son, indiscutiblemente, los nativos o indígenas amazónicos conocidos como matsiguenka, yine, wachiperi y ashaninka. 

El reciente distrito de Megantoni, creado en junio de 2016, sería el más diverso de la región, ya que alberga a cinco grupos lingüísticos distintos, aunque todos pertenecen a una misma familia lingüística, la Arawak.

Esta familia es la más predominante en la región en términos de población y de ocupación del espacio. Dentro de ellos, los matsiguenka constituyen el más numeroso: alrededor de 11 mil habitantes según el censo de 2007. Los denominados nanty son sus paisanos más próximos, ya que su lengua, que también es el matsiguenka, solo muestra algunas variaciones dialectales. Los nanty están ubicados dentro de la RTKNN (Reserva Territorial del Estado para Indígenas en Aislamiento Voluntario y Contacto Inicial Kugapakori, Nahua, Nanty y otros). Los yine son los segundos en importancia, aunque sus dominios están más al norte, en la frontera con la región Ucayali, precisamente en las comunidades nativas de Sensa y Miaría. Los ashaninka son los terceros en importancia poblacional, aunque talvez habría que considerarlos en el segundo lugar, ya que están diseminados en los distritos de Pichari, Kimbiri y Megantoni. Los caquinte son los paisanos más cercanos de los ashaninka, ya que entre ellos solo hay algunas variaciones dialectales. Éstos se encuentran en las comunidades de Kitepampani y Taini en las cabeceras del Mipaya, afluente del Urubamba por el lado oeste.

Otro de los grupos de vital importancia, por su cercanía a los valles de Paucartambo y por su posible relación beligerante con los incas orientales, son los Harakbut, una familia y grupo lingüístico a la vez, ya que poseen un idioma singular y sin parangón en toda la Amazonía. Este extenso grupo tiene su asiento tradicional en la margen derecha de la cuenca del río Madre de Dios y sus afluentes, como el Pillcopata, el Isiriwe, el Colorado, el Inambari y el Tambopata (regiones de Cusco y Madre de Dios). Ellos hablan la misma lengua, el Harakbut, pero debido a su gran dispersión cada grupo ha desarrollado algunas variantes dialectales. Esto ha declinado en varias denominaciones según su ubicación o cualidades étnicas. En el Cusco, por ejemplo, están los wachiperi y los arazaeri, que significan “gente de los puentes” y “gente del río Araza” respectivamente. Los demás grupos, arakbut, sapiteri, kisamberi y toyeri viven en Madre de Dios.

Los wachiperi están ubicados en dos comunidades nativas, Queros y Santa Rosa de Huacaria, ambos en el distrito de Kosñipata, provincia de Paucartambo. En Huacaria, los wachiperi conviven con los matsiguenka. Los wachiperi de Queros conviven con inmigrantes quechuas. Por su parte, los arazaeri son minoría en la comunidad de San Lorenzo, en el distrito de Camanti, provincia de Quispicanchis, donde predominan inmigrantes de origen quechua atraídos por la explotación de oro aluvial.

De los siete grupos de indígenas amazónicos que hay en la región (matsiguenka, nanty, ashaninka, caquinte, yine, wachiperi y arazaeri), tres poseen un número de población importante, mientras que los demás no superan los 300 habitantes, como es el caso de los nanty, caquinte, wachiperi y arazaeri. Su escaso número se debe a las enfermedades, persecuciones y desplazamientos que sufrieron al empezar la era extractivista (caucho, madera), la violencia política y la agricultura extensiva. Según la antropología moderna, un grupo cultural que no supera los 200 habitantes está destinado a extinguirse en las siguientes dos generaciones si no se atienden las causas de su vulnerabilidad demográfica y cultural. Sinceramente yo discrepo con esta posición, pero no es momento de contrariarla. Lo haré más adelante.

Pero la “vulnerabilidad” cultural y lingüística no solo es exclusividad de los grupos demográficamente pequeños, sino que comprende a la mayoría de las lenguas originarias de la región. El último Censo Nacional indica que las lenguas aymara, matsiguenka, yine, ashaninka y harakbut sufrieron un descenso de 4,1% en el 2004 a 0,2% en el 2009. En otras palabras, la cantidad de población no asegura la continuidad lingüística y cultural. Pondré dos ejemplos: Tanto los matsiguenka del bloque amazónico conocido como el “Alto Urubamba”, como los wachiperi del valle de Paucartambo, se han visto en la necesidad de adaptarse a la gran masa de inmigrantes que han llegado a su territorio: quechuas andinos, mestizos; gente de la ciudad y del campo; agricultores, obreros, comerciantes, profesionales, autoridades políticas y administrativas, etc., quienes además dominan una lógica productiva-comercial-extrativista-burocrática que tiene como vehículo idiomático el castellano, al igual que sus leyes y normas. En esta interacción el ideal de la interculturalidad, como solución concreta para generar confianza en el idioma originario y en sus prácticas causales, está completamente ausente aún los intermitentes esfuerzos de las escuelas. Ante la ausencia del Estado y de sus canales de inclusión intercultural, los nativos han seguido sus propios instintos de supervivencia, acomodándose a través del aprendizaje de la lengua general, que es el castellano, y de la incursión en actividades agrícolas (hoja de coca, cacao, café), extractivas (oro, madera), comerciales (turismo comunitario), ilegales e ilícitas (madera, oro, narcotráfico). Cabe resaltar también que muchos de ellos, especialmente los jóvenes, estudian en las ciudades de Quillabamba y Cusco carreras técnicas y profesionales.

Sin embargo, el punto es que en ningún momento de este proceso de adaptación apareció la lengua materna como impulso febril de identidad y continuidad, ni en los propios nativos, ni en las instituciones públicas encargadas de promoverla.

Ahora bien, ¿Cuántas comunidades nativas hay en la región del Cusco y a qué pueblos indígenas pertenecen? Las comunidades nativas en la Amazonía peruana se formaron en el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, quien tomó el modelo comunista de Afganistan. En la década del 80 se crearon varias organizaciones indígenas de segundo nivel o de ámbito regional que representaban los intereses de las comunidades nativas. En la actualidad, las más importantes son el COMARU (Consejo Matsiguenka del Río Urubamba), la CECONAMA (Central de Comunidades Nativas Matsiguenkas Juan Santos Atahuallpa), el COHARYIMA-FENAMAD (Consejo Harakmbut Yine Matsiguenka, que es una rama de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes), y la FECONAYY (Federación de Comunidades Nativas Yine – Yami).

COMARU y CECONAMA tienen su cede en la ciudad de Quillabamba, capital de la provincia de La Convención. Ambas organizaciones agrupan a la mayoría de las comunidades nativas del alto y bajo Urubamba. COHARYIMA tiene su sede en la comunidad nativa de Shintuya, en la provincia del Manu, en la región Madre de Dios. A ella pertenecen las comunidades de Queros y Santa Rosa de Huacaria, en la provincia de Paucartambo. La FECONAYY tiene su sede en la comunidad nativa de Sepahua, provincia de Atalaya, en la región Ucayali. Sus bases en el Cusco son las comunidades nativas de Sensa y Miaría. Hay otra organización, la OARA (Organización Ashaninka del río Apurímac), a la que pertenecen las comunidades nativas asentadas en los distritos de Pichari y Kimbiri, en el extremo oeste de la región. Dada su posición geográfica y su lejanía a la ciudad del Cusco, estas comunidades y su respectiva organización están más ligadas a la región Ayacucho. La misma regla podríamos aplicar al COHARYIMA y a la FECONAYY, ya que están más ligadas a las regiones de Madre de Dios y Ucayali respectivamente.

Es necesario remarcar a qué organizaciones de primer nivel o de representación nacional pertenecen estas federaciones regionales, dado que ello nos permitirá comprender su línea política. COMARU, FENAMAD y FECONAYY pertenecen a la AIDESEP (Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana), con sede en la ciudad de Lima. Por otra parte, CECONAMA pertenece a la CONAP (Confederación de Nacionalidades Amazónicas del Perú), con sede en la ciudad de Lima. La CONAP defiende una línea más progresista y liberal frente a su homólogo AIDESEP, de tendencia socialista, ambientalista y con capacidad de protesta ante las leyes liberales del extractivismo.

Regresemos a las comunidades nativas. ¿Cuántas hay en la región del Cusco? En total 63 comunidades nativas reconocidas y tituladas. Ver la tabla para mayor detalle. El distrito que tiene mayor número de comunidades es el recientemente creado, Megantoni, con 19. Le sigue Echarati con 16, Quimbiri con 12, Pichari con 10, Quellouno con 3, Kosñipata con 2 y Camanti con 1.

No, Comunidad Nativa, Pueblo Indígena, Cuenca, Sub cuenca, Distrito
1 Acompicapashiari Ashaninka Apurímac Pichari
2 Aendoshiari Matsiguenka Alto Urubamba Cumpiroshiato Echarati
3 Alto Picha Matsiguenka Bajo Urubamba Picha Echarati
4 Camana Matsiguenka Bajo Urubamba Picha – Parotori Megantoni
5 Camisea Matsiguenka Bajo Urubamba Megantoni
6 Capiroshiato Ashaninka Apurímac Quimbiri
7 Carpintero/Kirigueti Matsiguenka – Ashaninka Bajo Urubamba Megantoni
8 Cashiriari Matsiguenka Bajo Urubamba Camisea – Cashiriari Megantoni
9 Cashiruvine Ashaninka Apurímac Quimbiri
10 Catongo Quimpiri Ashaninka Apurímac Pichari
11 Chacopishiato Matsiguenka Alto Urubamba Chakopishiato Echarati
12 Chirumbia Matsiguenka – Quechua Alto Urubamba Chirumbia Quellouno
13 Comitarinkani Ashaninka Apurímac Pichari
14 Compirushiato Ashaninka Apurímac Quimbiri
15 Corimani Matsiguenka Alto Urubamba Shigaroshiato Echarati
16 Estrella Alto Sangobatea Matsiguenka Alto Urubamba Sangobatea Echarati
17 Gran Shinongari Ashaninka Apurímac Pichari
18 Huayanai Matsiguenka Apurímac Quimbiri
19 Inkaare Matsiguenka Alto Urubamba Cumpiroshiato Echarati
20 Kipashiari Ashaninka Apurímac Quimbiri
21 Kitepampani Kakinte Bajo Urubamba Mipaya – Allani Echarati
22 Kochiri Ashaninka Bajo Urubamba Pagoreni – Picha Echarati
23 Koribeni Matsiguenka – Quechua Alto Urubamba Koribeni Echarati
24 Limatambo Ashaninka Apurímac Quimbiri
25 Maketi Ashaninka Apurímac Quimbiri
26 Manitinkiari Matsiguenka Apurímac Quimbiri
27 Marontoari Ashaninka Apurímac Quimbiri
28 Matoriato Matsiguenka Alto Urubamba Yavero Quellouno
29 Mayapo Matsiguenka Bajo Urubamba Picha Megantoni
30 Mazokiato Matsiguenka Apurímac Quimbiri
31 Miaría Yine Bajo Urubamba Megantoni
32 Monkirenshi Ashaninka Apurímac Pichari
33 Monte Carmelo Matsiguenka Alto Urubamba Echarati
34 Nueva Luz Matsiguenka Bajo Urubamba Megantoni
35 Nueva Vida Matsiguenka Bajo Urubamba Megantoni
36 Nuevo Mundo Matsiguenka Bajo Urubamba Megantoni
37 Otari Ashaninka Apurímac Pichari
38 Pitirinquini Ashaninka Apurímac Pichari
39 Porenkishiari Matsiguenka Alto Urubamba Pachiri Echarati
40 Porotobango Ashaninka Bajo Urubamba Huitricaya Megantoni
41 Poyentimari Matsiguenka Alto Urubamba Mantalo Echarati
42 Puerto Huallana Matsiguenka Bajo Urubamba Picha Megantoni
43 Puerto Rico Ashaninka Bajo Urubamba Megantoni
44 Queros Wachiperi – Quechua Pillcopata Queros Kosñipata
45 Sababantiri Matsiguenka Bajo Urubamba Ticumpinia Megantoni
46 Sampantuari Ashaninka Apurímac Quimbiri
47 San Lorenzo Arazaeris – Quechua Inambari Arasa Camanti
48 Sanki Rosi Ashaninka Apurímac Pichari
49 Santa Rosa de Huacaria Wachiperi – Matsiguenka Pillcopata Tono Kosñipata
50 Segakiato Matsiguenka Bajo Urubamba Camisea Megantoni
51 Sensa Yine Bajo Urubamba Megantoni
52 Shimaa Matsiguenka Alto Urubamba Cumpiroshiato Echarati
53 Shivankoreni Matsiguenka Bajo Urubamba Camisea Megantoni
54 Tangoshiari Ashaninka Bajo Urubamba Picha – Pagoreni Megantoni
55 Tayni Kakinte Bajo Urubamba Mipaya Echarati
56 Ticumpinía/Chocoriari Matsiguenka Bajo Urubamba Megantoni
57 Tidovancani Ashaninka Apurímac Pichari
58 Timpía Matsiguenka Bajo Urubamba Timpía Megantoni
59 Timpioari Ashaninka Apurímac Quimbiri
60 Tipeshiari Matsiguenka Alto Urubamba Mantalo Echarati
61 Tivoriari Matsiguenka Alto Urubamba Cumpiroshiato Echarati
62 Tsegontini Ashaninka Apurímac Pichari
63 Yoquiri Matsiguenka Alto Urubamba Yavero Quellouno
Fuente: Elaboración propia, aunque no hubiera sido posible sin la colaboración de los antropólogos Herman PANCORBO y Rafael ALONSO, y del técnico en Sistemas de Información Georeferencial Werner SALCEDO. Sin duda me toca agradecer también a las instituciones del caso por la información facilitada: PETT (Proyecto Especial de Titulación de Tierras), CEDIA (Centro para el Desarrollo del Indígena Amazónico), IBC (Instituto del Bien Común) y COMARU.

Aparte de estas comunidades, en la región tenemos 15 asentamientos indígenas, es decir, grupos de familias que viven dispersas dentro de la Reserva para indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial o RTKNN. La situación sociolingüística de ellos es distinta al resto de comunidades nativas, no solo porque se encuentran en una zona protegida por el Estado, sino también porque su ubicación en las cabeceras de cuenca, la distancia y las dificultades de acceso han retenido la influencia de la modernidad.

Al igual que estos asentamientos, hay algunas comunidades nativas que tienen la misma situación sociocultural, aunque no estén dentro de una Reserva. Es el caso de Matoriato, Yoquiri, Inkaari, Tivoriari, Shimaa, Aendoshiari, Tipeshiari, Chakopishiato, Tangoshiari, Taini, Kitepampani y Porotobango, también ubicadas en cabeceras de cuenca o alejadas de los poblados más grandes. Pero cuidado, su lejanía no es sinónimo de un instinto de auto preservación cultural, al contrario, es producto de la diáspora, la violencia y el desplazamiento. Para dejarlo más claro, la lejanía de estas comunidades y de los asentamientos de la RTKNN en su momento respondió a un instinto de supervivencia. Se han alejado porque consideraron de que esa era la única manera de sobrevivir a las matanzas y a la esclavitud que imponían los caucheros de finales del siglo XIX y los madereros del XX. Se han alejado por el rechazo a morir como animales o el temor a vivir esclavizados. El precio que han pagado por su libertad es alto. Son grupos de familias reducidas en número y nutrición, con escasas posibilidades de crecer ante las enfermedades y la difícil interacción con otras comunidades. Su estrategia de hoy en día, al notar una paz sostenida desde la década del 90, es acercarse a la modernidad a través de sus paisanos más próximos.

Desde luego, no todas las comunidades tienen el mismo desarrollo y las mismas características culturales y lingüísticas. Considero de que la mejor forma de entender la situación particular de cada comunidad es teniendo una perspectiva grupo-cuenca. Por ejemplo, hay comunidades que tienen las mismas características socioculturales e incluso los mismos determinantes históricos de acuerdo a su ubicación en una cuenca. De esta forma he formulado los siguientes grupos:

Las comunidades del río Araza (distrito de Camanti).
Las del río Pillcopata (Kosñipata).
Las del Alto Urubamba (Echarati).
Las del Bajo Urubamba (Megantoni).
Las de la cuenca del Apurímac (Pichari y Quimbiri).
Las que están en las partes altas de las cuencas.

La única comunidad nativa del río Araza es San Lorenzo, perteneciente a los arazaeris, de la familia Harakbut. Es más una comunidad de inmigrantes quechuas. Lograron obtener el título de comunidad nativa uniéndose a las pocas familias de arazaires que allí estaban. Las principales actividades son la minería aluvial y el comercio. Cabe indicar que por esta comunidad pasa la concurrida carretera interoceánica, que une el Pacífico con el Atlántico. Como es obvio, el idioma predominante es el castellano y en segundo lugar el quechua. Las pocas familias arazaeris viven en esta interacción y están más vinculadas con sus parientes del río abajo, en territorio de Madre de Dios.

Las comunidades del río Pillcopata son dos: Queros y Santa Rosa de Huacaria, ambas del grupo wachiperi de la familia Harakbut. Comparten la convivencia con matsiguenkas que vinieron del Pinken en el caso de Huacaria, y con inmigrantes quechuas en el caso de Queros. Ambas comunidades están integradas al poblado de Pillcopata, capital del distrito de Kosñipata, que al mismo tiempo está sujeto a la carreta Cusco – Paucartambo – Pillcopata – Salvación – Shintuya. En Huacaria, el idioma predominante es el matsiguenka y en Queros el castellano. Aparte del turismo vivencial y las tareas de conservación, la principal actividad económica es el cultivo de la hoja de coca.

Las comunidades nativas del Alto Urubamba son aquellas que están en las márgenes del río Urubamba, desde el encuentro con el Chirumbia hasta el Mantalo. Hablo de las comunidades de Chirumbia, San José de Koribeni, Corimani, Chakopishiato y Monte Carmelo. Desde luego, hay más comunidades en esta gran extensión conocida como el Alto Urubamba, sin embargo, en este grupo solo incluyo aquellas que están integradas a la carretera Cusco – Quillabamba – Echarati – Kiteni – Ivochote. Con el boom del Gas de Camisea (construcción del gasoducto y el canon que recibe el distrito de Echarati), estas comunidades han redoblado la recepción de inmigrantes de origen quechua dedicados al comercio y a la agricultura extensiva de cacao y café. Con toda esta dinámica económica de integración liberal, en estas comunidades el idioma predominante es el castellano y en segundo lugar el quechua. El matsiguenka se reserva para algunas de las familias más antiguas o que ostentan liderazgo.

Las comunidades del Bajo Urubamba son aquellas que están ubicadas pasando el Pongo de Mainique, en el reciente distrito de Megantoni. Aquí incluyo a todas las que están en las riberas del río Urubamba o cerca de ellas, desde su afluente Ticumpinía hasta el río Miaría. Hablo de las comunidades de Timpía, Ticumpinía, Camisea, Shivankoreni, Segakiato, Kirigueti, Nuevo Mundo, Nueva Vida, Nueva Luz, Sensa, Miaría y Puerto Rico. El Pongo ha sido no sólo una frontera natural, sino también cultural y política. La carretera no ha llegado por la presencia del Santuario Nacional Megantoni, sin embargo, en los últimos diez años la zona ha cambiado debido a la gran influencia el proyecto de Gas de Camisea. Antes del Gas, las comunidades del Bajo Urubamba estaban prácticamente aisladas de la modernidad cusqueña debido al desinterés político de las autoridades regionales, aunque algunos ponen la fácil excusa de “la dificultad de pasar el Pongo de Mainique”. Hoy en día estas comunidades están aprovechado el boom del gas lo mejor que pueden, estableciendo empresas comunales o ejecutando el dinero de las compensaciones que reciben. Sin duda, las comunidades más avanzadas son Camisea, Kirigueti y Nuevo Mundo, ya que se encuentran cerca de los yacimientos de gas. Con todo ello, el idioma predominante sigue siendo el matsiguenka y el secundario el castellano.

Las comunidades del Apurímac, ubicadas en los distritos de Pichari y Quimbiri, son prácticamente desconocidas para mí, y supongo que para la gran mayoría de cusqueños o gobernantes. Estas comunidades, ubicadas en el VRAE (Valle del Río Apurímac – Ene), están más integradas a los centros poblados de la región Ayacucho. Sé que la etnia ashaninka es la predominante y que hay poca incidencia de la modernidad. Su problema más álgido es la presencia del narcotráfico.

Por último están las comunidades y los asentamientos más alejados de la modernidad. Son aquellos que están ubicados en las cuencas del Alto Cumpiroshiato, Alto Mantalo, Alto Picha, Alto Pagoreni, Alto Mipaya, Alto Hutricaya, Alto Paquiría, Alto Camisea, Alto Cashiriari, Alto Timpía y Alto Yavero. Su presencia en las partes altas no se debe a la expansión de su territorio ancestral o a ritmos de colonización de espacios agrícolas, de caza y pesca, sino a situaciones de conflicto y exclusión. Ninguna de estas comunidades hubiera sobrevivido hasta hoy si no tendrían relaciones familiares, económicas y políticas con las comunidades más grandes del río abajo. Desde luego, aquí no existen los servicios básicos de salud y educación. La subsistencia se basa en la caza, la pesca y la recolección de alimentos. Esporádicamente bajan a las comunidades más grandes para intercambiar productos o comprar algunos artículos a los comerciantes. El idioma predominante es el originario. Son monolingües, excepto por los profesores o el personal de salud que viene de fuera.

A pesar de las diferentes secuencias históricas que cada grupo de comunidades ha seguido y de las particularidades culturales y sociales, cabe preguntarse ¿Qué tienen en común todas ellas? Una es la respuesta: El abandono del Estado (tanto del Estado-Nación como del Estado-Región), situación que se refleja en los altos índices de desnutrición, de mortalidad por enfermedades diarréicas y respiratorias, de morbilidad por enfermedades crónicas, por los bajos índices de calidad educativa, por la abrumadora cantidad de actividades productivas informales, por el deficiente ejercicio de deberes y derechos ciudadanos, por la presencia de actividades ilícitas, etc.

Otro aspecto en común es la manifestación de increíbles recursos de adaptación mostrados por los indígenas ante el embate de la filosofía, la mecánica extractivista y las leyes de la modernidad.

Para dejar constancia, con abandono del Estado me refiero a que en ninguna comunidad nativa de la región del Cusco existe un Centro de Salud o una Posta de Salud relativamente bien equipada y con profesionales permanentes. No, no hay, se los aseguro. Tampoco hay una escuela, colegio o Institución Educativa que tenga una plana docente especializada durante todo el año lectivo. Si alguien argumenta que sí, miente. Ya ni siquiera hablemos de la muy mentada educación intercultural bilingüe. ¿Electrificación rural? Solo en aquellas comunidades cercanas a las carreteras de penetración, como es el caso del Alto Urubamba y Camanti. El resto son proyectos inservibles, como es el caso de la electrificación del Bajo Urubamba. Talvez el único logro concreto del Estado Nación haya sido la titulación de las tierras de las comunidades nativas, y ello no hubiera sido posible sin el apoyo de las ONGs. El único momento en que el Estado Nacional y Regional se hizo presente en la Amazonía del Cusco fue cuando empezó el boom del Gas de Camisea en el caso del Urubamba, y por la explotación del oro aluvial en Camanti. Continuamente les advierto a los dirigentes indígenas: no hubo Estado antes del Gas de Camisea, tampoco habrá Estado cuando éste se acabe.

El Estado, desde luego, persigue la continuidad de las actividades extractivas. En el Urubamba el Estado Local (gobiernos municipales) llevó a cabo grandes proyectos de infraestructura educativa, de salud, deportiva y vial gracias al canon gasífero. Sin embargo, la única institución del Estado que tiene presencia permanente y la mejor equipada de todas (no es salud ni educación por si acaso) es el Ministerio de Defensa, ya que en los últimos años se han instalado bases militares en Camisea, Nuevo Mundo y Miaría. ¿La razón? Proteger “el tubo” de gas y los intereses de la explotación.

Ante este escenario, sin duda alguna son las entidades privadas las que mayor apoyo y seguimiento han realizado a las comunidades nativas de la región. Hablo de los misioneros dominicos, los misioneros del ILV, las ONGs ambientalistas y la empresa que explota el Gas de Camisea: Pluspetrol.

Es un hecho, sin embargo, que todas estas instituciones públicas y privadas ejercen cierta relación causal con el futuro de las lenguas y las culturas amazónicas. Unas más que otras, desde luego. De cualquier forma, los pueblos indígenas viven en una interacción más o menos permanente con las siguientes instituciones: Federaciones Indígenas, Estado, ONGs, misioneros dominicos, empresas extractivas, empresas de turismo, colonos, madereros y narcotraficantes. Cada una tendrá una influencia distinta en la preservación de la lengua y la cultura indígenas. No analizaré cada una de ellas. Me concentraré en la relación Estado – Pueblos Indígenas. Ya esbocé algunas ideas en los párrafos anteriores, pero me gustaría ampliar la perspectiva.

Considero que hay un serio dilema entre las perspectivas del Estado y los pueblos indígenas sobre la lengua y la cultura indígena. Son como dos fuerzas que se contraponen. El Estado apuesta por la conservación o preservación de las lenguas y las culturas indígenas, y para ello ha desarrollado varias leyes y normas que son ejecutadas por dos ministerios, el de Educación y el de Cultura. El primero regula la EIB (Educación Intercultural Bilingüe) y el segundo preserva el Patrimonio Cultural, entre los que se encuentra el idioma o las lenguas como parte del PCI (Patrimonio Cultural Inmaterial). También debemos incluir a los gobiernos locales, que tienen un rol definido en la promoción de actividades culturales.

Aunque la norma y las instituciones para su cumplimiento existen, su rol siempre es incierto, esporádico y desalentador. Así que no hay futuro en ello. El Estado ha probado ser eficiente en la Amazonía solo cuando está involucrado en algún proyecto de integración vial o extractivo. Solo para dejar constancia escrita, el Estado, a través del Ministerio de Cultura alienta un proteccionismo ciego y contradictorio de la cultura y la lengua, lleva a cabo acciones intermitentes e insostenibles y solo ha capacitado a hablantes originarios para que puedan ejercer como intérpretes en los procesos de consulta previa, otra actividad ligada al extractivismo. El Ministerio de Educación no puede lidiar con la ausencia o la deserción de los profesores de las comunidades nativas, contrata profesores monolingües foráneos (castellanohablantes) y posee escasos materiales educativos para la formación de los niños y niñas. Sobre los gobiernos locales hay de dos tipos, los que tienen presupuesto y los que no, es decir, los que tienen canon y los que no. Los del canon han centrado sus esfuerzos en la construcción de grandes y carísimas obras de infraestructura (que por cierto no tienen presupuesto para su implementación o sostenibilidad), han dejado de lado la atención a las comunidades nativas y prefieren construir en los poblados de colonos, quienes son políticamente más numerosos e influyentes y, finalmente, sus acciones culturales se concentran en la organización de concursos de danza o desfiles cívicos en donde las comunidades nativas participan con sus trajes típicos.

Los pueblos indígenas, en cambio, nunca han luchado o manifestado en la práctica el deseo vivo y pasional de permanecer en sus lenguas originarias y en su cultura ancestral. Que no les engañen, por si acaso, los discursos pro identidad que a veces manejan los líderes indígenas sobre su lengua y cultura, ya que este no pasa de ser un discurso influido por algunas ONGs o por el propio Estado, pero que de ninguna manera se refleja en la realidad. ¿Y cuál es la realidad? Que el indígena está dispuesto a cambiar, acomodarse y adaptarse a las nuevas circunstancias sin ninguna nostalgia ancestral. La modernidad es un río gigantesco que avanza en las comunidades nativas a través de las telecomunicaciones, el comercio, la luz eléctrica, los servicios de salud, la educación, el acceso al dinero, al agua potable, a las viviendas, al transporte… Seamos más específicos: el acceso a internet, a los celulares inteligentes, al facebook, al wassap, a los botes de metal, a los motores fuera de borda, a las camionetas, a las radios, al idioma, al intercambio económico, a la extracción de madera, de oro, al narcotráfico, al cultivo de hoja de coca, a las casas de calamina y cemento, a las cocinas a gas, al motor peque peque, etc, etc. Ellos tienen la consigna de ser parte de todo ello sin echar de menos su lengua y su cultura. El indígena está dispuesto a navegar en el río de la modernidad con lo suyo: con su forma de pensar, con su lógica; poniendo a disposición su idioma o mejor dicho alimentando el castellano con nuevas palabras y formas de pronunciarlo. (En otro momento sería interesante indagar ¿Cuál es el aporte cultural de los pueblos indígenas amazónicos en términos filosóficos, lingüísticos, religiosos, artísticos y cosmogónicos a la modernidad?). La modernidad el es río grande, mientras que los afluentes son la cultura y la lengua indígena, así de sencillo.

Bueno, para dejar constancia escrita, los pueblos indígenas, a través de sus federaciones, promueven las manifestaciones culturales y lingüísticas solo en sus aniversarios, organizando concursos gastronómicos, de danzas y alentando algunas pruebas físicas relacionadas a la caza. Así también, exigen al Ministerio de Educación el ingreso de profesores indígenas a las comunidades nativas, sean bilingües o monolingües.

Por su parte, las comunidades nativas exigen la enseñanza del castellano como primera o segunda lengua. En contraste, promueven su lengua y cultura tradicional solo cuando la escuela o las fiestas de aniversario lo exigen, o cuando ponen en marcha actividades de turismo vivencial. En otras palabras, todas las actividades relacionadas a la preservación de la lengua son esporádicas y coyunturales.

Hay otro grupo de indígenas que no están considerados dentro de las comunidades nativas. Son aquellos que han decidido hacer su vida en las ciudades y que no pertenecen a ninguna institución pública o privada. Son los indígenas sin comunidad. Talvez sean ellos el grupo de avanzada o de mayor empuje hacia la modernidad. Se han adaptado a las ciudades, a veces de manera cruda y otra bajo aliviadores auspicios. Pero su presencia en las ciudades es cada vez más evidente, con decirles que la “comunidad nativa matsiguenka más grande está en la ciudad de Quillabamba”. Su valor radica en la forma en que se desenvuelven en un contexto monocultural pautado por la modernidad y su lógica. Muchas veces, ya desarraigados, no hablan su idioma pero mantienen mucha de su lógica y pensamiento. Cabe indicar que este grupo es el que más y mejor reclama los derechos indígenas. Ellos conocen la modernidad desde la base.

Es hora de cerrar este ensayo. Su extensión me aflige y me disculpo por la perorata. Debo plantear dos preguntas finales ¿Lenguas y culturas intocables? ¿Por qué preservar la lengua y la cultura? Estoy convencido de que el idioma, cualquiera que sea, o mejor dicho las formas de comunicación entre los seres humanos, sean a través del idioma o de los gestos o telepáticamente si quieren, siempre van a subsistir mientras el ser humano subsista. El hombre está capacitado para comunicarse, para articular sonidos con significado en esta o en otras eras, siempre y cuando siga viviendo. Un idioma o una lengua es relativa, completamente relativa, y sobre todo cambiante y práctica. ¿Por qué sujetarse a un idioma? ¿Por qué vincular la identidad a un idioma? ¿Quién nos ha dado esa tarea y por qué la tenemos tan presente, aún la fluidez y las transformaciones inherentes a los idiomas? Seguramente fue alguien que quiso que las cosas nunca cambiaran para no perder el control ante un eventual babel idiomático. Lo mismo podría decirse de las culturas. ¿Acaso el hombre dejará de hacer cultura? Es más probable que el sol se convierta en satélite y la luna en el rector de todos los días. ¿Por qué tenemos tanta fijación de la cultura y las lenguas indígenas cuando sus problemas mayores son el abandono, la exclusión, la desidia, la explotación, las enfermedades crónicas, el desarraigo, la violencia política, los desplazamientos, la prostitución, el servilismo, el narcotráfico, la desnutrición, el SIDA, la trata de niñas y niños? El indígena, como otros exiliados sociales, ingresan a la modernidad de manera abrupta y a veces cruda. Muchas veces, solos y sin guía, aprenden los peores hábitos y destrezas de la modernidad: la pendejada, el engaño, el robo, la mendicidad. Aprenden lo peor de la modernidad, aprenden la horrendidad.

Ante todo preservemos la vida y dejemos las lenguas y las culturas para después si quieren. Una vida con dignidad, honorable y respetuosa generará los más bellos sentimientos y emociones que declinarán en unas lenguas y culturas superiores, poéticas, sanadoras. Primero la condición humana luego los bultos lingüísticos y culturales. Talvez esta sea la mejor lección de Fray Bartolomé. Primero educación formal, salud, cuidar la integridad física de los niños y niñas, consolidar hogares permanentes, cuidar la integridad psicológica de los jóvenes, fortalecer la identidad espiritual de los adultos, etc. Junto a ello, darles las herramientas o enseñarles el uso de la lógica moderna y de sus trucos como medio para inclinar su proceso de adaptación al lado del honor, de la verdad, de la reciprocidad, de la fraternidad y de otros valores que intrínsecamente ya llevan los indígenas. He oído decir en alguna propaganda culturalista: “No hay desarrollo sin identidad”, pues yo creo que no hay desarrollo sin dignidad.

Los críticos, especialmente los anticlericales, me dirán “¿No querrá Ud. señor Donaldo, amigo de los Dominicos, plantear además que se debe evangelizar, cristianizar y extirpar las idolatrías de los indios tal cual hicieron los primeros curas en el Perú? Ante tales cuestiones que llegan a mis oídos de diferente manera, debo decir que en tantos años de evangelización, más de 300 en el caso de los Misioneros Dominicos, no conozco ningún indígena que por lo menos sepa persignarse o que pueda recitar de memoria el Padre Nuestro. No. Es más, la espiritualidad, como precepto de la religión indígena, sigue tan vigente como antes. Y de hecho, ello no quiere decir que los dominicos hayan fracasado en su intento evangelizador, al contrario, su labor se ha concentrado en la práctica del evangelio y no en su discurso teórico: están junto al indígena proveyéndole de escuelas, materiales educativos, profesores, internados, carreras profesionales, facilitando medicinas, abriendo boticas y postas médicas, atendiendo a los enfermos, apoyando en la organización comunal, defendiendo a las comunidades de los expertos abogados extractivistas, exigiendo mayores beneficios económicos para las comunidades, intercediendo ante el Estado, cultivando el amor al prójimo y la defensa del necesitado. En ellos vive el espíritu lascasiano. Por ello, todos los indígenas que conozco, los que son dirigentes, los que trabajan para las empresas extractivas, todos los abogados y abogadas, profesores y profesoras, enfermeras y enfermeros indígenas del Cusco y Madre de Dios, fueron educados o recibieron el apoyo de las misiones dominicas. Los indígenas no sabrán persignarse, pero sí saben defenderse.

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