He tratado con muchos médicos en mi vida. De niño, todos me parecían respetables y amables; sonrientes. De adulto, igual, siempre atentos y serviciales. Pero, ahora que trajino en los hospitales públicos, mi percepción de ellos ha cambiado radicalmente. Muchos galenos son déspotas y esquivos; en vez de dialogar con el paciente, le dan órdenes ininteligibles. En vez de curar, dañan el ánimo de la gente sencilla. Una cosa es el médico en su consultorio privado, y otra en el hospital público. Parecen dos seres distintos, distantes. Sin embargo, las dos historias de hoy no tratan del trato, sino de la ineptitud y de la indiferencia. Pero, no todo es desalentador lectoras y lectores, porque al final de esta descarga eléctrica hay una luz tenue de esperanza. Veremos. Hace dos meses o más, mi compañero, Vilmanuel, llevó a nuestro querido paciente Humberto al consultorio del traumatólogo, en el hospital Regional del Cusco. Humberto, fue operado hace un año del fémur izquierdo y queríamos saber...