La pobreza material es una ilusión que nos hace creer que los desposeídos necesitan de los ricos para sobrevivir. Cuando esto pasa, nace el negocio del donante y del mendigo. El primero trata de lavar su conciencia mientras que el otro se convierte en un pedigüeño emprendedor. En este negocio la publicidad y el espectáculo no son ajenos.
Como testigo, afirmo que enhorabuena descendieron a esta tierra las enseñanzas del cosmos superior. Allá no son los ricos que regalan a los pobres ni los pobres se arrodillan ante los ricos, sino que los dones se intercambian solo para que la energía siga fluyendo entre los seres vivos, y nada más. Allá, y como algunas veces he visto pasar acá, las cosas se dan sin esperar que regresen (caridad), sin fijarse en el aspecto del otro (irreflexivo), sin escoger lo que tenemos que dar (desprendimiento), sin cálculo de inversión (desinterés), sin decir luego que se ha dado (anonimato), y sin traducir la cantidad y la calidad de lo donado (sin eufemismos). Y así debemos dar todo cuanto podamos, porque como testigo les digo que tanto allá como acá estamos en deuda con el Universo y hay que encontrar la forma de retribuirle.
Comentarios
Publicar un comentario