Hace algunas semanas leí que se había formado el "Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis". La noticia me llamó la atención de inmediato. La idea responde a un intento de aplicar el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas para los Derechos de los Pueblos Indígenas en un país como el Perú. Esto es inédito, considerando que estamos frente a un Estado mestizo, centralista, excluyente y ampliamente condicionado por una democracia liberal. Así que la sola idea de un Gobierno Autónomo, cuyo territorio estaría controlado por un grupo de indígenas amazónicos, es revolucionaria. Al menos esa fue la primera sensación que tuve al leer el titular de la noticia, pero cuando revisé el estatuto me di cuenta de que estaba frente a un escenario bastante conservador.
Es cierto que el documento es una fórmula legal específica y novedosa, pero se somete a la soberanía y a las leyes del Estado peruano. El aspecto específico o particular es la inclusión de los principios filosóficos tradicionales de los Wampis a las reglas o normas de convivencia de las comunidades y el territorio ancestral. Esta es la novedad o la reivindicación que se puede subrayar, aunque tenga más fuerza enunciativa que práctica.
De hecho, el énfasis en los aspectos filosóficos y espirituales da la sensación de que el estatuto está condicionado por estos, sin embargo, a medida que avanza la lectura, el documento se convierte en un re-acomodo de las normas nacionales a la vida política indígena y en un conjunto de reglas de convivencia que intenta terminar con los vicios de los dirigentes indígenas. Esto es evidente aunque se trate de disfrazar el hecho con el uso de términos de la lengua Wampis o la referencia a sus héroes míticos.
De antemano, no creo que los principios de funcionamiento del cosmos indígena sean incompatibles con una democracia liberal, mucho menos cuando atravesamos una era extractivista. Incluso, cuando muchos indígenas, especialmente jóvenes, luchan por su inserción a la modernidad, lo que implica emigración, educación monolingüe, salubridad precaria y actividades económicas informales e ilícitas. Por estas razones considero que el entusiasmo reivindicativo del Gobierno Autónomo será corto y limitado.
Además de ello, veo tres grandes problemas: el presupuesto, las contradicciones de poder y la organización burocrática. Respecto al presupuesto, paradójicamente los únicos que le pueden dar vida económica al Gobierno Autónomo son las empresas extractivas a través de sus compensaciones o convenios, pero justamente la filosofía del estatuto es condicionar el ingreso de estas empresas al territorio ancestral Wampis. No creo que las ONGs ni los pequeños agricultores puedan sostener en el tiempo la onerosa idea de un Gobierno Autónomo.
Con la distribución del poder pasa algo similar. En el estatuto se plantea que la máxima autoridad para decidir sobre el uso y manejo de los recursos del territorio ancestral es una asamblea de cuencas. ¿Hasta qué punto esto es real o se puede aplicar de forma efectiva? Es cierto que la idea trata de regular las decisiones aisladas de las comunidades, decisiones que perjudican a toda una cuenca o pueblo indígena, pero una comunidad nativa puede hacer uso de sus facultades soberanas amparándose en la ley peruana, dejando así de lado las regulaciones del Gobierno Wampis. Entonces al final ¿quién manda? ¿la asamblea comunal o la de cuencas? Podríamos hacernos una pregunta más: ¿en esta distribución de poder dónde se acomodarán las influyentes federaciones indígenas?
El último de los problemas es la excesiva burocracia que caracteriza al Gobierno Wampis. Hay toda una escalera de jerarquías y formas de elección complejas de entender, sin mencionar las funciones que se le atribuye a cada representante. Esto es un reto no sólo en términos económicos, sino en términos de elecciones y representatividad.
En fin, me parece que el despegue hacia un Gobierno realmente Autónomo en base al territorio está lejos todavía para los pueblos indígenas amazónicos del Perú. Lo del Gobierno Wampis es una iniciativa tibia, mejor dicho prudente y más enunciativa que práctica. Algo así como un documento de buenas intenciones elaborado por un grupo de indigenistas e indígenas que tratan de acomodar sus principios a un contexto moderno. Considero que para dar el paso a un Gobierno Autónomo Indígena, primero hay que dejar de someterse a las leyes peruanas y tener la suficiente fortaleza colectiva para sostener una idea y unas prácticas realmente autónomas.
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