Ensayo.- |
Me gustaría precisar a qué me refiero cuando digo etnovivencia y etnotrascendencia. No sé si son términos nuevos, pero igual me gustaría exponer lo que he pensado al respecto y he tratado de poner en práctica.
Etnovivencia
El término nació cuando quise hacer una etnografía antropológica de un evento que tuve la oportunidad de observar y vivenciar. Quería poner la experiencia en el papel, al modo de una etnografía clásica, es decir, describiendo el escenario, la gente involucrada y los sucesos, pero cuando me puse al frente de la computadora, lo que salían eran sentimientos, emociones y palabras de fe. En vez de ser un “observador externo” me sentí como un ente orgánico del suceso. En otras palabras, me dejé llevar por el ser antes que por el antroposer (con antroposer me refiero al que piensa como antropólogo antes que como persona).
Fue así que expuse toda mi vivencia en el papel, todo lo que sentí, lo que viví en ese momento, sin importar clasificación, estructuralismo, “descripción densa”, funcionalismo o simbolismo… solo quería exponer lo que sentía. Solo quería compartir lo que había vivido. Rasgué mis vestiduras antropológicas solo para evidenciar que soy un ser humano sintiente más que un digitador académico.
Así que una etnovivencia es un relato oral u escrito que una persona crea para dar a conocer su vivencia, manifestando, en esta ruta, un conjunto de situaciones, circunstancias, eventos, sentimientos, razonamientos, sentido común, escenarios y todo aquello que su mente y su pluma puedan exponer. La finalidad es, sin duda, dar a conocer la vivencia, pero siempre tratando de sacar una lección, una moraleja o una expresión que transforme. No indagaré más, porque estoy entrando en el terreno de la etnotrascendencia.
Otro aspecto de la etnovivencia es que, sin duda, no es un texto académico. Es un texto literario. ¿Es una oralitura, es decir, un pensamiento que se expresa en la oralidad y luego se pone en el papel? Pues no lo sé. Mi punto es que la etnovivencia es, esencialmente, un relato escrito. Desde luego que puede ser oral, pero en mi caso prefiero escribir la vivencia, ponerla en el papel, siguiendo, cómo no, mi tradición escrita y académica.
Una de mis etnovivencias favoritas, que escribí “sin querer queriendo”, es decir, no sabía que era una etnovivencia hasta que la leí de nuevo, es la siguiente: “La festividad de la Virgen Inmaculada Concepción durante la pandemia COVID-19”. Es un texto lleno de fe y emoción. Incluso la podría catalogar como una etnotrascendencia.
El texto que sí nació como etnovivencia, o sea que lo escribí pensando en eso, es el siguiente: “Recorrido por la Basílica Catedral del Cusco y ceremonia de graduación en el Santurantikuy”. Cuando releí el texto me pareció algo rígido todavía, porque posee pinceladas de una etnografía clásica. Es un híbrido. Sí, talvez la etnovivencia sea un híbrido, un mestizaje que resulta de la sangre académica y del indescifrable río de las emociones.
Etnotrascendencia
Claramente, esta forma literaria tiene todo lo que expuse arriba, pero lleva un adicional: que tanto la experiencia, como el consecuente relato, deben salir del alma para llegar al alma.
Una etnotrascendencia es la exposición literaria de una experiencia trascendente, es decir, de un evento que ha cambiado, gradual o permanentemente, mi forma de ser, pensar y actuar. Es la vivencia de una revelación (en el sentido religioso y espiritual) que se plasma en el papel.
La etnotrascendencia tiene un propósito, una función, una tarea: la de transformar a la persona que lee, porque quiere hacerla reflexionar profundamente sobre el suceso, llevarla a comprender los componentes de la fe y de las revelaciones místicas. Pero la transformación no es en todo sentido o a todo propósito, sino que está centrada en puntos cardinales: en aquellos valores que nos permiten trascender como seres humanos.
El mensaje de la etnotrascendencia debe cultivarse con dos ingredientes: el tiempo y la reflexión. La etnotrascendencia debe ser, ante todo, un mensaje de fe, debe contener una explicación mística y, debe traducir una experiencia ordinaria en una extraordinaria y viceversa.
Como dije, la etnotrascendencia debe salir del alma para llegar al alma. No es precisamente un enriquecimiento intelectual -aunque puede serlo-, sino más bien es uno personal e íntimo. Una etnotrascendencia debe llamar a la reflexión de la propia personalidad y de la vida. Una etnotrascendencia debe provocar, como máximo, un suspiro breve, una mirada perdida, un momento de contemplación, ya que la decisión -y la perseverancia- de producir una transformación permanente está en cada uno.
Donaldo Humberto Pinedo Macedo
Cusco, sábado 19 de febrero de 2022.
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