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Las enseñanzas de don Juan

Reseña de Las enseñanzas de Don Juan (Carlos Castaneda, 1968/2000)

Finalmente me adentré en este clásico de la literatura chamánica. Encontré el libro, de segunda mano o más, en una de esas librerías de la calle Afligidos en Cusco, donde también vi otros títulos nada ordinarios.
Carlos Castaneda siempre me generó una profunda intriga. Había escuchado un sinfín de historias sobre su obra y leído alguna que otra referencia. Más allá de su faceta como antropólogo, lo que realmente me atraía era su madera de “brujo” (recuerdo haber leído hace años El segundo anillo de poder).
Ahora, tras leer por fin el clásico, puedo opinar con conocimiento de causa. Debo confesar algo que facilitó mucho la lectura: obtener un ejemplar usado me dio el regalo de encontrar subrayadas las partes clave. Una de ellas es la fundamental lección de los cuatro enemigos de un hombre de conocimiento: el miedo, la claridad, el poder y la vejez.

Un clásico que desafía la realidad

En su época, los años sesenta, este libro debió ser considerado una verdadera herejía, tanto en el ámbito antropológico como en el religioso. Quien no esté familiarizado con "el vuelo" y las "visiones de conocimiento" (lo que el autor llama realidades no ordinarias), podría lapidarlo rápidamente con un "¿este loco, qué se ha fumado?" o un "¡apártate, Satanás!". Sin embargo, sus páginas revelan una práctica forjada en la parsimonia del tiempo y, lo que considero más vital, utilizada con un sentido muy práctico para los fines que exigía el momento.
Al empezar la lectura, me di cuenta de lo básico, elemental y hasta rústico que era mi propio aprendizaje chamánico. Tras las plantas maestras de los desiertos mexicanos se revelaba un mundo más profundo y diferente del que yo conocía. "Este es un conocimiento antiguo, perdido, pero funcional para su época", pensé.
Ahora, con una visión más reflexiva, asumo que me corresponde saber lo que merezco en mi propio tiempo. Siempre bajo la vibra que mi plantita de la selva, la ayahuasquita colorida y afable, siembra en mi corazón.

El Estilo de Castaneda y la Sabiduría de Don Juan

El estilo narrativo de Castaneda, basado en preguntas cortas y un tono de escepticismo constante (un ritmo que, ¡pobre, sacaba de quicio a don Juan!), me generó ciertas dudas. Me pareció que eran preguntas un tanto acomodadas durante la redacción, pues les faltaba la naturalidad y la fluidez de una conversación in extenso entre dos amigos.
Si bien este método ayuda a construir la poderosa personalidad de don Juan, también envuelve a Carlos en una estela de misterio. Él mismo, que ha visto y relatado realidades tan abstractas, "imposibles" y profundas, resulta ser un enigma. En esta obra no percibo con claridad la evolución o los retrocesos íntimos del aprendiz, sino más bien a una persona joven, tímida, con miedo a revelar la naturaleza de su propio carácter.
Me encanta la lógica de don Juan: es práctica, metódica, rigurosa e infalible. Sus ataques de impaciencia me resultaron graciosos, especialmente cuando el escepticismo de su alumno concluía una faena extraordinaria con el irritante: "¿Esto realmente pasó, don Juan?".

El Reto del Análisis Estructural

La parte del análisis estructural confieso que me hizo jalar de mis cabellos (y no en el buen sentido) por su complejidad. Estuve renegando con este meollo inextricable, llegando a pensar: "Carlos no ha entendido nada".
Pero luego comprendí que Castaneda estaba tratando de clarificar una lógica completamente opuesta a la nuestra. En ese trajín, terminó por complejizar el asunto en lugar de aclararlo, cuando quizá solo bastaba con un simple "sí, creo".
Así que, my dear fellows, mi querida Comunidad del Anillo: si van a leer este libro, háganlo desde la fe del creyente, y no desde la lupa del antropólogo.
Finito.

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