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En modo despacho

Reformas para la perpetuidad de la ofrenda a la Pachamama

Se va agosto y en nuestra tierra del Cusco, los rituales de ofrenda a nuestra Gran Madre Tierra Universal, están en su última semana. Debo plantear algunas reformas para consignar el rito a nombre de la humanidad y de las divinidades que la acogen. 

Ya no somos agricultores

En la ciudad, ya no somos agricultores, aunque, por principio de relacionalidad, dependemos de los productos del campo. Sin embargo, nuestro sistema de vida y de supervivencia se basa, principalmente, en la producción de dinero. Es con este medio de transacción que conseguimos, entre otras cosas, el alimento. Mi punto, es que el despacho, generado, pensado y armado desde una perspectiva indígena, andina, agrícola y pecuaria, es parcialmente distante a la lógica citadina. Sin embargo, aún la distancia, la persona de la ciudad, por principio de herencia cultural e influencia, o por otras razones, siempre demanda un despachito. 

No estamos en sintonía

Aunque la lógica quechua-andina es fácilmente digerida por la gente de la ciudad, los elementos que conforman la ofrenda no son comunes. Comprendo, por ejemplo, que para un agropastor, incluir en su ofrenda un feto de llama o una concha marina, es de un poderío simbólico único, porque, obviamente, es lo suyo, es lo que produce, lo que le significa. Sin embargo, estos elementos son ajenos a la gente de la ciudad, quien, con frecuencia pregunta al oferente “para qué es esto”, “qué significa esto”. 

Reformas

Precisamente, por estas razones, el ritual debe cambiar, en forma, mas no en fondo. ¿Cómo que en forma? Empecemos por los elementos. Sé que comprar un despacho en el mercado de Ccascaparo --o en cualquier otro-- es la única opción que los oferentes citadinos tenemos para hacer una ofrenda. La verdad, yo, hace años, dejé de depender de esa oferta, por dos razones: me parece distante y desconectada. Distante, porque voy, compro el despacho, lo desarmo, escojo los insumos, los acomodo y los quemo o entierro, y listo, la gente que participa solo mira y pregunta. Y es parcialmente desconectada, porque la mayoría de los elementos son ajenos al público. La conjunción de ambos motivos, hace que, muchas veces, el ritual parezca forzado y vacío. Solo en ocasiones, la gente se conecta con los procedimientos o sentimientos que le sobrecogen, como la sanación, la prosperidad, la esperanza y el deseo de algo. 

Dado el caso, opté por algo más práctico y sincero, por un método que embarga la totalidad de la persona, un método integrador e inclusivo: en casa, escogemos los alimentos que tenemos a la mano y las cosas que podemos ofrecer, con el mayor afecto, a la Santa Madre Tierra. Eso sí, yo compro las hojitas sagradas de la coca, fresquitas, escogiditas, porque en nuestra alacena están más secas que una galleta o pulverizadas en un filtrante, así que… ¿Podría evitar en la ofrenda las sagradas hojas y ser consecuente con las reformas que planteo? No, todavía. Aún me sujeto a la hallpa sagrada, con todas mis fuerzas. He aquí mi contradicción. 

Sigamos. En el transcurrir del rito, pedimos por la familia y acercamos nuestros deseos, todos sublimes, a la ofrenda. Invocamos a los grandes poderes que cercan el Cusco, a los andinos y a los cristianos, sin distinción ni jerarquías, y a todo poder que sea posible invocar con el corazón. Dado que, muchas veces, hago la ofrenda en un departamento, no la quemo ni la entierro, la armo en un masetero, alrededor de una plantita que se sujeta a la tierra abonada y recién regada. Allí van los adornos, los afectos, las querencias, los deseos, la conexión con la Madre Tierra. Hay que adaptarse.

Por lo general, en el proceso, desaparecen los principios de dualidad, complementariedad o del tercero intermediario. También, a veces, desaparecen el Hanan, el Kay y el Ukhu Pacha, o el Muñay, Llankay y Yachay, o el Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. A veces, el principio se reduce al agradecimiento, a la fraternidad de las personas que participan, a la sanación y al compartir. 

Dejar el conservadurismo

No debemos temer a los cambios, excepto si estamos apegados al conservadurismo quechua-andino, del que, muchos oferentes, son parte. Me explico: en una ofrenda, en un despachito, se explicita la dualidad heterosexual (macho y hembra, mujer y varón). Pero, hoy en día, el principio de dualidad, de complementariedad, debe subsistir, sin duda, pero ya no cerrado en la diferencia sexual, sino en la complementariedad de dos personas, de dos seres, de dos entes, de dos sujetos, de dos esencias, de una pareja que, sin la necesidad de la contrariedad sexual, se ha unido para hacer vida, fruto, mundo, humanidad. No cerrarse en el conservadurismo sexuado de la dualidad es liberar al mundo la sabia y reconfortante lógica de la complementariedad y relacionalidad. Esto no implica prescindir del oferente tradicional, no, es prescindir del tradicionalismo conservador.

Desatemos ejemplos anteriores

No podemos, no más, ser como otras religiones, las que vinieron, las cristianas, o como esos fanatismos religiosos de oriente, que cortan cabezas en cuanto su lógica se ve amenazada por una reforma. Debemos demostrar, como lo hemos hecho a lo largo de miles de años, de vidas y de eras, la capacidad que tenemos de dominar las transiciones con alegría y fruición. Fluyamos en el transcurrir sin embargar los principios elementales. No dejemos de agradecer.

Petitorio

No permitas, Madre, que yo, que salí de tu útero en llanto, como si despreciara el regalo que me diste, que crecí sin agradecerte, desapegado, no permitas que mi corazón se manche de privilegios, se reduzca a mis ideas, se enaltezca de alabanzas. No permitas, Madre, que encierre la abundancia, la prosperidad y la vida en una condición uniforme e intransigente. Madre, que mis pensamientos sean como tu cuerpo: amplios, bondadosos, fructíferos, dispuestos, fértiles e inabarcables.

Donaldo Humberto Pinedo Macedo.

Cusco, 26 de agosto de 2023.

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