El día martes pasado fui a conocer a Linda J. Seligmann, una antropóloga que ha convivido con la gente quechua andina alrededor de 40 años. La propaganda de la conferencia, decía: “La vida en los Andes: experiencia de trabajo de campo sobre etnicidad y género en los Andes cusqueños”. La cita fue en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco – UNSAAC, a las 10:00 am.
Antes de llegar al point, me encontré con Linda y con Daniel Guevara, quienes caminaban juntos rumbo al salón de grados. Me presenté. Linda, me pareció una persona jovial, sonriente, curiosa de saber cuál era mi tema de investigación. Es una persona adulta mayor, de baja estatura, delgada y de cabello ondulado. Vista de lejos, parece una universitaria más, con el pelo plateado, un morral y su mochila en la espalda. Sin embargo, cuando la miras y la escuchas de cerca, te das cuenta que no es de aquí por su castellano gringo, aunque estoy seguro que esa sonrisa es de una mujer quechua sentipensante, al igual que las arrugas.
Ya en el salón de grados, ella y yo compartimos unas hojitas de coca. Me sonríe con ternura y me dice: “yo sé que son cuatro hojitas pero he cogido más, no importa ¿verdad?”.
Durante la conferencia, habló de muchas cosas. Fue una clase maestra que resumía 40 años de experiencia convivencial con la gente quechua andina. Pero, el tema que me llamó la atención, fue su propuesta del pragmatismo espiritual indígena. Hablamos un poco de ello, pero dijo que había más detalles en su libro que, claro, lo había traído: Quinua. Sueños y dilemas del nuevo superalimento andino, publicado este año por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP).
Linda, es jovial, espontánea, sincera y dulce cuando está en modo Pachamama. Tiene la gracia de una abuela enamorada de sus retoños, de sus wawas-mundo. Nos trata como tales. Pero, cuando está en modo conferencia, medio que se transforma. Habla con firmeza y, cuando llega al clímax de una frase, sonríe momentáneamente como dando énfasis en la conclusión, pero, luego retorna a su mirada seria y severa. Es cuando dudo de su sonrisa inicial; la hace ver como fingida, como un reflejo insensible. Es cuando me doy cuenta de que Linda también es académica (está en modo profesora universitaria) y no solo una mamita cálida y alegre. Pero, insisto, esa sonrisa de académica, esa mueca forzada, me asusta. Prefiero a Linda en modo casual, en modo quechua, en modo Pachamama.
Desde luego, compré el libro.
–¿Cuánto cuesta? –le pregunté.
–Tu voluntad nomás –me dijo, resuelta.
Felizmente, me atendió la Linda espontánea, tierna y sonriente, presta a la voluntad ajena, como toda anciana quechua. No me imagino cuánto me hubiera cobrado la Dra. Seligmann del IEP, ja, ja, ja.
Ahora que veo el libro, no es “pragmatismo espiritual”, como lo había recordado o, mejor dicho, como me pareció que sonaba mejor para reflejar el comportamiento práctico de la gente del bosque y del río amazónico con la que ando. Linda, para el caso de la gente quechua andina, escribe “espiritualidad pragmática”, es decir, pone primero la espiritualidad y luego el pragmatismo.
Sigo leyendo y no encuentro una definición precisa del asunto como para darme una idea; apenas hay pinceladas, ensayos. Dado el caso, me aventuro a decir que la espiritualidad pragmática es cuando los pueblos indígenas quechua andinos… (mejor no, no quiero malinterpretar las cosas, mejor cito a Linda textualmente): “Están abiertos a utilizar el poder de la alfabetización, la ley, las burocracias y el conocimiento científico occidental cuando sirve a sus necesidades, junto con los espíritus de los cerros, los seres de la tierra y los poderes transmisores y mediadores del agua y de la coca” (p. 41).
O sea que, en un intento de parafraseo, diría que la espiritualidad pragmática es cuando la gente indígena utiliza tanto los poderes de la modernidad como los poderes de su sistema mundo para alcanzar sus necesidades e intereses. Pondré un ejemplo que desprendo del propio texto de Linda: los líderes y especialistas mágico-religiosos quechuas pueden aprovechar y canalizar cualquier arma de poder y conocimiento que esté a su disposición (seres sintientes, escritura y documentos legales por igual) para retener y recuperar el control de las tierras de su comunidad (p. 41).
Siguiendo el orden en que Linda acuñó su propuesta, empecemos por la espiritualidad. La relación entre esta y la gente indígena quechua andina, está bien documentada. Linda, a modo de conclusión, dice que el bienestar de la gente “depende de su capacidad para interactuar, aprovechar y entablar relaciones recíprocas con los poderes del universo, incluyendo a los seres sintientes humanos y a otros entes” (p. 40). Pero, la espiritualidad no queda allí, en una interacción recíproca de poderes, sino que, además, trae consigo un compromiso político, es decir, la capacidad de tomar decisiones en base a esos preceptos cosmológicos. A esto, Linda le llama “cosmopolítica”, siguiendo a Isabelle Stengers (2010) y a Marisol de la Cadena (2015, 2020).
Sobre el pragmatismo, me parece importante incluir una definición para entender de qué se trata. Le pregunto a la Inteligencia Artificial (IA) de Google, y me dice: “corriente filosófica que se caracteriza por valorar la utilidad práctica de las ideas y conceptos, y por considerar la verdad desde el punto de vista de la utilidad social”. O sea que, si no has aplicado tus ideas, entonces, no valen. Y si las has aplicado, y no funcionan, entonces, tampoco valen. Y, como ya has aplicado y probado, entonces, ya puedes hablar al respecto desde la verdad de tu experiencia.
Linda, en su libro, dice mucho sobre el pragmatismo indígena: que es una “dimensión vibrante de la ontología quechua”; que define la comprensión del universo, del lugar que tenemos en él y de los recursos necesarios para nuestra reproducción social; que es un recurso para proteger o mejorar los medios de vida; que es un recurso para disminuir y controlar las perturbaciones del posicionamiento ontológico quechua; y que forma parte integral de la caracterización de los seres sensibles del universo y de las relaciones entre ellos. O sea que, en pocas palabras, el pragmatismo es una filosofía de vida que le permite a la gente indígena caminar (adaptarse) y redefinirse en las diversas épocas que le toca vivir.
No recuerdo haber leído algo parecido en el libro Filosofía Andina. Sabiduría indígena para un mundo nuevo, de Josef Estermann, publicado el año 2015… Ahora que reviso este libro, encontré lo siguiente: que la forma predilecta de expresión indígena quechua y aymara, entre otros haceres o actos palpables y sensibles, es el rito. Esto reflejaría, dice Josef, una “pragma-centricidad”, es decir, “el actuar cotidiano y simbólico como representación de una cierta experiencia” (p. 82). Recordemos que “pragma” quiere decir praxis o práctica. De esta forma, según Josef, el objeto de la filosofía andina es la experiencia y, por lo tanto, busca “una interpretación vivencial de este mundo” (p. 83).
Sin embargo, de pragma a pragmatismo, hay una distancia considerable. Pragma, es la práctica que origina la experiencia. De esto habla Josef cuando se refiere al mundo quechua andino. El pragmatismo, en cambio, es cuando la gente valora la práctica y la experiencia por sobre los criterios intelectuales, teóricos y conceptuales. Mejor dicho, el pragmatismo, para entenderlo desde la perspectiva indígena amazónica, es cuando la gente tiene la insistente manía por probar toda idea, todo concepto, toda propuesta en una experiencia concreta, cuando quiere poner en práctica la idea y sacar sus propias conclusiones, sus abstracciones o su verdad. Luego que una persona indígena ha probado algo, recién puede opinar o valorar el asunto. Mientras ello no suceda, ni siquiera una opinión tendría sentido, porque no hay una correspondencia vivencial. Entonces, la retórica indígena de la verdad, nace de su experiencia.
Regresemos a los enunciados de Linda. Cierra su propuesta de la espiritualidad pragmática con esta frase: “Reunir el poder del pragmatismo con los poderes de un universo de seres sensibles proporciona a los huanoquiteños armas de negociación y herramientas de persuasión que a veces utilizan eficazmente en sus relaciones con actores y organizaciones de todo tipo. Este tipo de comportamiento flexible es el bastión de una praxis indígena quechua resistente y distintiva” (p. 43).
La última oración me hizo recordar algo que siempre digo: que la cultura de la gente indígena amazónica es dúctil, es decir, que admite grandes transformaciones, pero no llega a romperse. Las palabras sinónimas de dúctil, son: moldeable, blando, maleable, deformable y flexible, como el río. Pondré un ejemplo: las personas indígenas son asiduas, como nosotros, al teléfono celular, a las redes sociales y a todo ello, y esta nueva herramienta es útil o funcional para reproducir su sistema mundo, su cosmología y sus prácticas, como el conversar, el relacionarse, el conocer, el indagar, el probar, el experimentar y el validar. O sea que el celular es un medio para reproducir algo medular.
Regresemos a la propuesta de Linda. Notemos que para ella, el pragmatismo tiene un sentido mucho más político que vivencial. Yo me inclino más por lo último. Otra diferencia, es que Linda antepone la espiritualidad al pragmatismo, por eso le llama “espiritualidad pragmática”, a diferencia de mi propuesta, que es simplemente pragmatismo, ya que este marida con todo el orden del mundo indígena amazónico, y no solo con la espiritualidad.
Otra cuestión en la que disentimos con Linda: ella indica que la espiritualidad pragmática deriva de la inserción de la gente indígena en el colonialismo y en su relación con la gente no indígena (p. 43). Yo creo que la espiritualidad y el pragmatismo vienen de mucho antes, solo que siguieron manifestándose en el colonialismo y siguientes, y reforzándose o adquiriendo nuevos poderes.
Finalmente, a modo de conclusiones: Linda, habla de la espiritualidad pragmática como una forma de comprensión del universo y como una estrategia de recurseo de los indígenas quechua andinos. Esta lógica, no solo es práctica y capaz de sumar o combinar diversas herramientas, métodos o poderes, sino que además, es una actitud política. Más aún, sirve para manejar los traumas del colonialismo. En cambio, yo prefiero hablar de pragmatismo indígena, por cuanto esta filosofía, basada en la práctica, en la constante prueba y ensayo, en la confianza de la experiencia, puede maridar, combinarse o juntarse perfectamente no solo con la espiritualidad, sino con cualquier hacer indígena.
Resumen del texto para la gente indígena
A continuación, hablaré así:
Linda dice que nosotros, los runakuna, los nosháninga, usamos la fuerza de los Apus, de las Wakas, de la Pachamama, de las hojas de coca, de la madre de las plantas y de los espíritus del bosque y del agua, para conseguir lo que necesitamos, lo que queremos, lo que exigimos.
Linda dice que nosotros también aprendemos a leer y a escribir en castellano, y que también aprendemos de la gente blanca o wiráqocha para conseguir lo que necesitamos, lo que queremos, lo que exigimos.
Linda llama a estos dos comportamientos “espiritualidad pragmática”. Espiritualidad, porque dependemos de la fuerza o del poder de los espíritus para seguir adelante. Y pragmática, porque somos prácticos, es decir, nos gusta probar todo lo nuevo para ver si funciona y si se puede utilizar o sirve de algo.
Yo, Donaldo, digo, amigos, nosháninga, que somos gente práctica, es decir, que nos gusta hacer lo que decimos. Y que no nos gusta hablar de lo que no conocemos, de lo que no hemos visto con nuestros propios ojos (cerrados o abiertos).
Digo, además, que nos gusta probar todo cuanto llega a nuestras manos o todo cuanto conocemos recién. Queremos saber si nos servirá de algo.
También, digo, amigos, nosháninga, que no estamos perdiendo nuestra cultura, que más bien estamos ganando nuevos saberes. También digo que usamos y probamos todo lo que viene de fuera, para ver si nos sirve de algo. También digo que no hemos perdido nuestra cultura, al revés, digo que nuestra cultura sigue adelante como antes, pero con otra cara. Es como el río, que cambia de color cada vez que llueve o cambia de lugar cada vez que quiere, pero sigue siendo el mismo río, seguimos bañándonos allí.
También digo, hermanos, nosháningas, que debemos aprender a dar, que podemos enseñar lo que sabemos a la gente de fuera, y no solo recibir lo que nos dan o lo que nos imponen. Ojo, compañerokuna, nosháninga, también sabemos compartir y lo hacemos en abundancia, con cariño, con una sonrisa.
Donaldo Humberto Pinedo Macedo.
Cusco, 31 de octubre de 2024.
Referencias citadas
De la Cadena, Marisol. (2015). Earth Beings: Ecologies of Practice Across Andean Worlds. Duke University Press.
De la Cadena, Marisol. (2020). “Cosmopolítica indígena en los Andes: reflexiones conceptuales más allá de la ‘política’”. Tabla Rasa, (3), 273–311.
Estermann, Josef. (2015). Filosofía andina. Sabiduría indígena para un mundo nuevo (2da Edición). Ediciones Abya-Yala. La primera edición se publicó en 1998.
Seligmann, Linda J. (2024). Quinua. Sueños y dilemas del nuevo superalimento andino. Instituto de Estudios Peruanos – IEP.
Stengers, Isabelle. (2010). Cosmopolitics I. University of Minnesota Press.
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