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Comentario al libro “Minería, Género y Parentesco. Etnografía sobre el oro entre los Arakbut de Madre de Dios” (2023), de Lucero Reymundo Dámaso


“Nosotros trabajamos el oro distinto a los blancos. No es que seamos diferentes como seres humanos, sino que nuestra forma de vida es distinta” (p. 76).

Lucero, en este libro, alcanza el rigor académico que exige la antropología: complementa la información teórica con la de campo. Sin embargo, siento que a veces las citas de los estudios previos opacan o disminuyen la fuerza de sus reflexiones y de los testimonios, excepto al final del libro, donde la autora, en modo humano, rasga la camisa de fuerza de las convenciones académicas y las posturas antropológicas sobre lo indígena. El verdadero viaje de Lucero, precisamente, empieza en el último párrafo de su libro. 

Como dije, Lucero, hizo la tarea según los cánones antropológicos. Veamos, pues, sus aportes: 

Minería.- Las concesiones de oro aluvial están arrasando con el territorio indígena. En este contexto, la gente arakbut de San José de Karene, decide meterse en el negocio. Aprenden y avanzan en la explotación. Una de sus estrategias, tal vez la más importante y astuta de todas, es forjar alianzas con la gente mestiza, la experta en el tema minero. Sin embargo, la idea no es someterse al amiko (la gente de fuera), sino aprender de él para forjar el negocio a su manera. Estamos hablando de la arakbutización de la minería o, mejor dicho, de la domesticación o la indigenización de la modernidad. Esto quiere decir: minería como subsistencia, minería para abastecerse de alimentos, minería para educar a los hijos y minería para el compartir. 

Parentesco.- Entonces, dado que el otro, el amiko wahaipi (el serrano), conoce de minería, es necesario abrir el parentesco hacia fuera, hacia el mestizo. Aparecen los matrimonios mixtos. Esto es una ventaja y una desventaja a la vez. Se puede domesticar la minería, convertirla o moldearla a la manera arakbut, pero es más difícil moldear al mestizo, al colono quechua (al esposo) o a la mujer mestiza (la esposa), ya que vienen con un chip distinto. El esposo colono quiere oro y es mezquino. La esposa mestiza quiere seguridad económica y salir de allí. Ambos quieren progresar, avanzar y, sus maridos o mujeres arakbut, con sus tierras de oro, son la esperanza. Mientras que la gente arakbut apunta hacia una economía del oro moderada, pautada por los criterios del compartir, de la profesionalización y del cuidado familiar, la gente de fuera apuesta por la extracción, el enriquecimiento, el progreso, el comercio y la eventual fuga de la comunidad. Así, el parentesco actual arakbut sobrevive en este permanente tira y afloja. 

Género.- La imagen del varón arakbut, machista y monopolizador de las decisiones políticas, es una ilusión. La mujer arakbut, especialmente la adulta y adulta mayor, al parecer, es la que mueve los hilos políticos de la comunidad. Pero, en cuanto ajustamos la lupa, tenemos al varón arakbut independiente, autónomo y como ente legítimo para el relacionamiento con el exterior. Y tenemos a la mujer, independiente, articulada a las demás mujeres de su familia, ligada a la crianza de los hijos y, al cuidado de la casa, de la chacra y de la bodeguita. Ambos géneros, con sus tareas propias, complementan la vida familiar. Hay violencia contra la mujer, sí; hay machistas que no dan un centavo a sus mujeres, sí. Pero estos hábitos provienen de los mestizos o de los arakbut que se copian de ellos. 

Sobre la homosexualidad indígena, el libro aborda el caso de Gerónimo. Las conclusiones son interesantes: el pecado de esta persona no es el hecho de que sea homosexual, sino que su condición de soltero —incapaz de hacer descendencia— y la preferencia por el alcohol para ejercer su sexualidad, lo convierte en un paria social. 

Finalmente, quiero decir que Lucero, en este libro, no despega como persona, pero sí como académica. Lucero, es una excelente antropóloga, pero, ahora que la conozco personalmente, no creo que ese sea su límite o su ilusión mayor. Lucero —me ciño al último párrafo de su libro—, está por empezar un viaje donde sus genuinas intuiciones sobre el sentir y pensar de la gente arakbut harán “boom”. Quiero decir, explotarán en el rostro de la antropología convencional y conservadora. Lucero, para iniciar el viaje que esperamos, deberá claudicar a los sentimientos que se desprenden de su relación con la gente arakbut. Solo así encontraremos una verdadera “antropología comprometida con la vida”, a la verdadera Lucero y a la verdadera gente arakbut, porque todas ellas se construyen y reconstruyen en el diálogo y la convivencia sincera. 

Donaldo Humberto Pinedo Macedo.
Cusco, 20 de diciembre de 2024. 

Comentarios

  1. Anoche estuvo en casa KQ, una mujer arakbut que vive sus buenos años en la ciudad del Cusco. Es una harakbut de batalla, no es una cualquierita. Hablamos de minería, por su puesto, pero mostró un rostro incógnito o poco estudiado: las vendetas entre mineros harakbut a través de la brujería. Ayayay, qué testimonios. Pero, es un tema delicado, porque hay "ropa tentida", quiero decir, familia involucrada.

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