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El Sistema de Parentesco Ritual en Espacios Urbanos de Conflicto: Cambios y Consideraciones Teóricas

Silvia Sonia Bonet Gutiérrez y Donaldo Humberto Pinedo Macedo.

Centro de Investigaciones Multidisciplinarias RUASUN.

(Este artículo fue publicado en: El Antoniano. Revista científico cultural de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco. 2006. Año16, N° 111, p. 27 – 30).

Advertencia en el límite de dos barrios en Cusco
En 1998 fuimos testigos de un violento intento de desalojo a un grupo de personas que había invadido faja marginal del lado derecho del río Huatanay, al frente de la asociación de vivienda San Antonio y las urbanizaciones Illary, UVIMA I y Las Joyas, en el distrito de San Sebastián, departamento de Cusco. Desde el año 1992, fecha en que los invasores impusieron palos, piedras, banderas peruanas y simularon construir casas de adobe, los pobladores de las urbanizaciones vecinas mostraron abiertamente su malestar quejándose a las autoridades municipales y presionando para que el área invadida sea despejada.
Ya pasaron trece años y la convivencia obligatoria entre los invasores y los pobladores de las urbanizaciones vecinas siempre estuvo marcada por la construcción de discursos y comportamientos racistas, discriminadores, clientelistas y paternalistas. (RUASUN, 2005: 178-180) Sin embargo, siempre hay espacio para concertar relaciones de cordiales entre dos sectores sociales que tienen diferencias educativas, económicas, culturales y organizativas, y una de las estrategias personales - familiares es la construcción de alianzas rituales pautadas por el paternalismo (RUASUN, 2005: 190-193).
En el presente ensayo mostraremos los cambios que ha sufrido el sistema de parentesco ritual y proponemos algunos recursos teóricos para su análisis debido a los vacíos encontrados.
Para Gerald Dworkin (1990: 158), paternalismo, en un sentido amplio, “es la interferencia en la libertad de acción de una persona justificada por razones que se refieren exclusivamente al bienestar, al bien, a la felicidad, a las necesidades, a los intereses o a los valores de la persona coaccionada” (Citado por Ramiro 2003: 6)
Entre las alianzas rituales de mayor importancia en nuestro medio tenemos el bautizo, la primera comunión y el matrimonio (RUASUN, 2005: 1991) “La institución se compone, pues, de tres términos -padre, hijo y padrino- y de tres tipos de relaciones establecidas entre los términos: patrifiliación, compadrazgo y padrinazgo. La relación de compadrazgo sólo implica dos de los términos, el padre y el padrino, pero su constitución supone la existencia previa de la relación patrifilial o de parentesco consanguíneo y la formación simultánea de la relación de padrinazgo. Se debe distinguir, por tanto, entre la institución del compadrazgo, inseparable del parentesco consanguíneo, y la relación de compadrazgo, que puede ser considerada con abstracción de aquél.” (García 1979: 97)
Mintz y Wolf (1950: 342) designaron la semejanza y diferencia en la posición económica de los compadres como horizontalidad y verticalidad respectivamente.

Los términos de la diferenciación.
Consideramos que la posición económica en sí no expresa toda la amplitud de posibilidades que los grupos generan para diferenciarse jerárquicamente. Incluso el compadrazgo vertical no debe basarse en la diferenciación económica de por sí, como quieren dar a entender Mintz y Wolf, sino que necesariamente una de las partes, o ambas, debe considerar esa diferenciación como superior o inferior.
Los habitantes de las Joyas y los de UVIMA I tienen similares características socioeconómicas si los comparamos con los pobladores de Primero de Mayo. Aparte de la diferencia en el estado legal de la posesión del territorio, que de hecho es la principal y la que determina la calidad de las interrelaciones, hay otras resaltantes: El quechua frente al castellano, la convivencia frente al matrimonio, el nivel educativo secundario frente al superior, hijos menores de cinco años que no estudian frente a los que sí, el hacinamiento frente a la comodidad, el adobe frente al concreto, ausencia de servicios frente a servicios completos, de 200 a 500 soles frente a más de 1000 en ingresos mensuales y, el comercio informal y el trabajo infantil frente a la injerencia en la administración pública. (RUASUN, 2005: 182)
Constantemente ambos grupos sociales exponen en la vida cotidiana y en el momento de la interrelación sus términos de diferenciación, por ejemplo, un sector echa mano de su calidad educativa y cultural, de sus ingresos económicos resultantes, de sus bienes, de la calidad de sus redes sociales y políticas, de sus comportamientos decentes y aseados, de su calidad moral y humanitaria, mientras que el otro sector argumenta fuerte organización, capacidad de respuesta inmediata, agresividad hacia el otro grupo, solidaridad para con su grupo, esfuerzo y capacidad de progreso.
En este contexto intolerante y defensivo, sin embargo, las personas y familias de uno y otro sector generan espacios para construir alianzas rituales. Obviamente dichas alianzas son de tipo vertical, situación que da inicio al paternalismo, donde el grupo auto proclamado “superior” interviene en la libertad de acción y decisión de las personas ubicadas en el sector “inferior”. El grupo superior debe estar convencido (y convencer al otro grupo) que sus características económicas, políticas, culturales y educativas, son jerárquicas, es decir, que tienen un sitial preferente en la estructura social debido a su diferenciación; claro está que el sistema funciona siempre y cuando el grupo inferior ratifique esta creencia y se supedite a ella.

La expectativa relacional.
La institución del compadrazgo “envuelve diferentes tipos de expectaciones: 1. Los padres del niño bautizado o patrocinado, deberán hablar al padrino y a la madrina de una manera muy formal, para que les ayuden en cualquier instancia en la que se les solicite; tendrán que invitarlos a comer con cierta frecuencia, e intercambiarán regalos de manera ocasional, en fin, se relacionarán con ellos como parientes ‘reales’. 2. El niño iniciado, deberá respetar a sus patrocinadores, se dirigirá y saludará, de una manera muy formal y cortés [...] En ocasiones, puede requerírseles que trabajen para sus padrinos a cambio de vivir con ellos mientras estudian fuera de su localidad de origen y vivan en la casa de los patrocinadores. 3. En un sentido material, los patrocinadores deben proveer al ahijado de lo necesario, en caso dado de muerte de los padres; deben pagar los gastos de la ceremonia de iniciación en la que se convirtieron en padrinos, así como de la vestimenta especial que se requiera en la ceremonia. Además, el patrocinador es el responsable de la buena educación del ahijado […]” (Berruecos 1976: 13).
El problema con estas expectaciones es que los compromisos asumidos a través del parentesco ritual no salen del círculo familiar nuclear en que se enmarcan las relaciones de patrifiliación, compadrazgo y padrinazgo. Son expectaciones cerradas, porque no se utilizan, al menos no de forma permanente, los beneficios de las relaciones sociales construidas con los tíos, sobrinos, primos y amigos del compadre o del padrino.
Nuestro trabajo de campo mostró que las expectativas al momento de armar relaciones de parentesco ritual entre dos grupos diferentes y en conflicto sobrepasan el círculo cerrado de la familia y se abren hacia la amplitud de relaciones sociales que pueda tener el compadre o padrino ubicado en el sector “superior”. Nosotros la llamaremos expectativa relacional, es decir, cuando los ahijados y compadres del estrato inferior esperan que su padrino o compadre les ofrezca la amplitud de sus relaciones sociales y de poder. Por ejemplo, el ahijado pide a su padrino algún tipo de apoyo, sea laboral, educativo u otro; éste dará el apoyo correspondiente o en su defecto lo recomendará (lo relaciona) a otras personas que pertenecen a su mismo círculo social, de esta manera, el ahijado accede, a través de su padrino, a círculos jerárquicamente superiores para satisfacer sus necesidades, situación que le da ventaja frente a sus iguales, pero que no es suficiente para “alcanzar” o “igualarse” a su padrino.
En la expectativa relacional cumple un rol importante el padre del ahijado, es decir, el compadre del estrato inferior. Él inicia la construcción de la relación de parentesco ritual con las personas del sector superior, por ende, antes de escoger a un potencial candidato observará lo siguiente: a) Que el padrino/compadre y su círculo social estén mejor posicionados en la estructura social y de poder, es decir, que tengan ventajas educativas, económicas, políticas y culturales; b) Que el padrino/compadre genere, maneje y fortalezca relaciones sociales con sus iguales; c) Que ambas situaciones le ayudarán a adquirir mayor jerarquía respecto a sus iguales, pero no la suficiente como para igualar a su compadre y; d) Que para conseguir todo lo anterior debe conocer el carácter y el comportamiento de su compadre para saber comportarse ante él.

Las cualidades óptimas.
La construcción de la convivencia entre ambos sectores tiene tres niveles determinados por el acceso o restricción de la confianza: El primero es la construcción de relaciones laborales, que se producen cuando los habitantes de Primero de Mayo ofrecen su fuerza de trabajo a los pobladores de Las Joyas y Uvima I; aquí la desconfianza es mutua y el trato jerárquico prevalece. El segundo nivel es fruto del tiempo de interacción dentro del primer nivel, es decir, cuando se tejen relaciones de amistad; aquí la desconfianza y el trato jerárquico disminuyen. En el tercer nivel las partes ya se conocen lo suficiente como para consolidar relaciones rituales; aquí la confianza es más fuerte, sin embargo el trato jerárquico continúa y el paternalismo se convierte en el común denominador de la relación. (RUASUN, 2005: 190)
Son los pobladores de Primero de Mayo quienes tienen mayor interés en armar relaciones laborales y de amistad; en cambio, los pobladores de Las Joyas y UVIMA I tienden a armar sólo relaciones laborales y generalmente evitan relaciones de amistad y rituales. En ambos casos, el sector jerárquicamente superior determina casi siempre el acceso a los niveles de confianza según encuentre en su contraparte cualidades óptimas para la convivencia: la personalidad deferente, respetuosa, sumisa, responsable, laboriosa y el cuidado en el aseo personal, son cualidades que el grupo superior busca en el inferior para armar relaciones sociales perdurables.
Considerando esto, el sector inferior trata de acomodarse a las cualidades óptimas que elabora el otro sector para ser bien recibido dentro del círculo al cual no pertenece, pero que sin embargo necesita:
“A una persona que te conoce, que te soporta, son buenas personas, yo no puedo decir que nos tratan mal, todos son bien cariñosos, amistosos, yo también debo saber comportarme con ellos, debo conocer el carácter, entonces en esa forma uno te toma como de confianza, entonces yo también debo conocer a ellos, también tengo que aprender a comportarme igualito a ellos, así pues que ellos me solicitan para lavar, para hacer la limpieza de la casa, para todo pues, siempre falta allí en la casa. A veces cuando están solos no les alcanza el tiempo, con trabajo así pues, me dejan la casa sola como si fuese mi propia casa, me dejan la llave, me confían la casa [...]” (Alejandrina).
La necesidad y la habilidad del sector inferior para captar percepciones ajenas ayuda a emular comportamientos de respuesta frente a agresiones directas (como la discriminación y el racismo) y les permite adaptarse y “ser parte” de los comportamientos que ellos consideran “superiores”. Esto no quiere decir, sin embargo, que el sector superior no tenga esas habilidades perceptivas, las tiene, pero sólo encuentra en su contraparte aquellas cualidades que le puedan ser útiles para sus intereses económicos, humanitarios y de poder.

La inversión de los procedimientos.
Según la teoría, son los sectores bajos quienes, aparte de mantener relaciones rituales con sus iguales, buscan siempre aliarse con sectores económica y políticamente superiores: “Casi invariablemente es el indígena el que solicita el establecimiento de la relación, más que el ladino, quien se limita a presentar muestras de cortesía que no da a otros indígenas con quienes no guarda ninguna relación de este tipo, pero que tampoco son iguales a las que daría a un compadre ladino. A este punto Redfield escribió una vez: ‘Los indígenas piden frecuentemente a los ladinos ser sus compadres, pero jamás he oído a un ladino pedir a un indígena ser su compadre’ (1962: 244)” (Citado por Berruecos 1976: 28).
Sin embargo, en pequeño margen, hemos encontrado casos en donde las personas del sector superior buscan armar relaciones de parentesco ritual con los sectores que ellos consideran inferiores. El interés de la alianza es buscar ahijados/as y compadres/comadres que brinden bienes y servicios a la familia de forma permanente. Esto implica el reconocimiento mutuo de cualidades óptimas y el acceso a mayores niveles de confianza con la finalidad de asegurar una relación perdurable y beneficiosa para ambos.
Resulta interesente comprobar que si bien los pobladores del sector alto inician las relaciones de parentesco, éstos nunca pierden su condición de superioridad, porque la persona perteneciente a una clase más alta, proclamada y ratificada como tal, siempre desempeña el rol de padrino. “El padre (y su grupo) ocupa la posición receptora. El efecto de desigualdad, debido a la deuda contraída, es multiplicado en razón de la diferencia entre los status socioeconómicos de los compadres. La asimetría se convierte en la expresión de una desigualdad real y no simbólica. Esta desigualdad se reflejaría en cualquier otro tipo de relación (comercial, política, etc.) [...]” (García 1979: 106). Así, las relaciones verticales de compadrazgo son similares a las relaciones patrón-cliente dado que en ambas el individuo buscará tales patrones para recibir ciertos beneficios y protección; sobre todo, el patrón sirve como intermediario que funge tanto con el mundo profesional como con el oficial (Berruecos 1976: 45).
Para finalizar: Según Berruecos (1976: 26) el compadrazgo sirve como un instrumento ideal para la integración, tanto vertical como horizontal. Por el lado vertical, formaliza las relaciones entre generaciones y actúa como una fuerza integradora y cohesiva dentro de la comunidad y entre clases y grupos étnicos de tal modo que el individuo adquiere un máximo de seguridad socio-económica y de asistencia espiritual. Sin embargo, otras investigaciones muestran que el compadrazgo no siempre sirve como un mecanismo integrador, sino más bien trae a la luz las diferencias sociales, acentúa la condición de inferioridad y dependencia de las clases bajas y las subordina; además, las relaciones siempre son desiguales, pues los padres siempre le deberán a los padrinos. (Berruecos 1976: 32). En la misma línea, “Albó indica el efecto social de una verticalidad frecuente: sólo promueve el ascenso social de algunos sujetos aislados. El resultado global es la canonización e inmovilización de una estructura social de dominación y el bloqueo de posibles cambios radicales (Albó 1972: 26)” (Citado por García 1979: 105).
Concordamos parcialmente con Albó, pero el hecho no es satirizar las relaciones de parentesco ritual. Pensamos que el problema está en considerar que nuestras diferencias tienen valor jerárquico y por ello tengamos que dominar y promover el paternalismo a través de las relaciones de parentesco ritual. No se trata tampoco de ser homogéneos, sino que, siguiendo el pensamiento de Arguedas y Montoya, debemos promover la unidad en la diversidad a través del trato justo y respetuoso, aceptando al otro, no como un ente utilitario, sino como un ente enriquecedor.

Bibliografía.
Albó, Xavier. 1972. Esposos, suegros y padrinos entre los aymaras (La Paz: Centro de Investigación y Promoción del Campesinado CIPCA)
Berruecos, Luís. 1976. El compadrazgo en América Latina. Análisis antropológico de 106 casos (México: Instituto Indigenista Americano)
Bonet Gutiérrez, Ali Krupskaia. 2001. Cultura de la pobreza en el Asentamiento Humano “Dos de Mayo - 98”. (Cusco: Taller de Proyectos de Investigación de la Carrera Profesional de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco)
Bourdieu, Pierre. 1999 (1994) Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción (Barcelona: Anagrama)
Dworkin, Gerald. 1990 (1971). “Paternalismo”, J. Betegón y J.R. de Páramo (dirs.) Derecho y Moral (Barcelona) Ariel.
García Tamayo, Eduardo. 1979. “Estructura y función del compadrazgo. Dos aproximaciones antropológicas”, en Debates en Antropología (Lima) Nº 4.
Mintz, Sidney y Wolf, Eric. 1950. “An analysis of ritual co-parenthood (compadrazgo)”, Southwestern Journal of Anthropology, Vol. 6.
Ramiro Avilés, Miguel. 2003. Del moralismo al paternalismo... Y vuelta atrás (Madrid: Universidad Carlos III de Madrid) Fecha de actualización 12/11/2003, acceso: 05/03/2004, <www.uc3m.es/uc3m/inst/BC/paternalismo.doc>
Redfield, Robert. 1962. Human nature and the study of society: the papers of Robert Redfield (Chicago: Margaret Park Redfield, University of Chicago)
RUASUN (Centro de Investigaciones Multidisciplinarias Ruasun). 2005. “Interrelaciones entre invasores de tierras y propietarios en el Cuzco contemporáneo” en Revista Andina (Cusco) N° 41.
Veiga Alonso, Xosé. 1999. “Los marcos sociales del clientelismo político”, Historia Social (Valencia - España) Nº 34.

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