De marzo a diciembre de 2020 dirigí seis sesiones de ayahuasca. No es el ritmo más óptimo, especialmente cuando pienso en quienes “han bebido la ayahuasca desde el vientre de su madre”. Me refiero a un grupo de la familia lingüística pano de la Amazonía suroriental del Perú, con quienes compartí el brebaje. Me consta que esta gente toma ayahuasca dos a tres veces por mes.
La idea que me motivó a tomar ayahuasca durante la pandemia fue, como dije, avanzar en el propósito. De forma paralela, quería saber la opinión de la planta sobre el coronavirus, ya que tenía curiosidad sobre la afirmación de un ayahuasquero que decía ser el creador del virus SARS-CoV-2.
Bueno, yo quería saber qué decía al respecto del virus mi ayahuasquita. Realicé las sesiones con un grupo pequeño de personas allegadas a mi hogar y que tienen la firme intención de avanzar en este camino. Las sesiones que dirijo son de sanación física y espiritual. Aplanamos las culpas, el miedo, la incertidumbre, los traumas, los resentimientos y otras aflicciones del alma. La principal receta es el perdón, el amor al prójimo, la voluntad, la paciencia y la fe.
Antes de cada sesión, tenía pendiente en mi cabeza preguntar a la plantita sobre el coronavirus. Pero como saben, no siempre la planta responde a tus “curiosidades”, porque su discernimiento es distinto. Ella se manifiesta y te habla según sus intereses y te hace ver y entender lo que ella considera apropiado. Siempre su discernimiento se sobrepone al tuyo.
En una de las primeras sesiones, la planta me dio a entender que el asunto del coronavirus no era asunto mío. Me dijo que debía seguir con mi vida, guardado en casa, con los míos, que todo iría bien, que había cosas más importantes, como seguir cultivando mi disciplina y paciencia. Es todo lo que tenía que saber. No me correspondía nada más, aunque a mi alrededor, en mi ciudad natal, mucha gente se contagiaba y moría.
Dos de mis compañeras de viaje sí recibieron algunos mensajes. Una de ellas comentó que el barbijo lo llevaríamos por mucho tiempo, que el asunto tenía para rato. La otra dijo que, si salíamos de casa, nos exponíamos a una nube densa y negra que se llevaría a quien tenía que llevarse. Ambas recibieron algunas pastillitas. A cada uno lo que le corresponde saber.
El grupo no recibió más información al respecto. La prioridad de la planta fue seguir trabajando con asuntos pendientes de sesiones anteriores. La lección fue obvia: en sanidad o enfermedad, el labrador de la conciencia debe seguir labrando.
En conclusión, a mi ayahuasquita, quiero decir a su inteligencia, no le pareció sustancial que me ocupe del COVID-19, si no más bien indicó que debo seguir labrando las asperezas de mi personalidad en el sagrado camino de la perfección.
Me quedó claro que la enfermedad y la muerte son meros episodios de la vida, mientras que el cultivo de la personalidad y el sendero de la conciencia son tareas permanentes, tanto que pueden abarcar esta vida y las siguientes, hasta alcanzar la virtud incorpórea.
¿Por qué habría de preocuparse entonces de la enfermedad y la muerte si el camino de la trascendencia es el que prevalece? Cierro con la siguiente frase: el mejor viaje que puedes hacer durante la pandemia es al interior de tu conciencia.
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