Pregunta
¿A qué cusqueño/a le interesa la Amazonía? Hago esta pregunta con la finalidad de demarcar los intereses --y pasiones-- que despierta lo que se conoce como “el valle”, “la montaña” o “el monte” en el Cusco. Aunque no es su propósito, el libro revela una respuesta: al este, en el valle de Kosñipata, a cocaleros, empresas de turismo y agricultores de monocultivos; al sureste, en Camanti, a extractores de oro; al norte, en las cuencas del Alto y Bajo Urubamba, a agropastores, comerciantes, conservacionistas, extractores de madera, a la industria de la extracción del gas y a trabajadores/as municipales; al noroeste, en el VRAEM, a agricultores cocaleros y narcotraficantes.
Los/as ausentes
Como se puede apreciar, los sectores ausentes --o desinteresados-- en la Amazonía cusqueña están, todavía, incacentrados, es decir, su centro sigue siendo el Cusco y sus piedras. Uno de estos sectores es la intelectualidad cusqueña. Mi crítica va hacia ellos y ellas, porque sus aportes para comprender la dinámica sociocultural, ambiental, política, económica, salubre y de infraestructura de la Amazonía cusqueña son escasos o desactualizados. Además, quienes ingresan a la selva, llevan en la cabeza ese chirrido insistente que dice: “los indígenas están perdiendo su identidad cultural”. Es decir, van con la tragedia cultural encima, como si alguien estuviera desarmando sus piedras sagradas. La inteligencia capitalina y extranjera tampoco escapa a esta visión; incluso adiciona otras posturas, como el anticlericalismo, la historicidad trágica, el desgarrador presente y el antiextractivismo.
Características del libro
El libro está sustentado en información bibliográfica (artículos científicos, estadísticas, reportes oficiales y data georeferencial). A partir de ello, el estudio ofrece un panorama general de las características socioculturales e históricas de los pueblos indígenas amazónicos según etnias, e incluye información agropecuaria, forestal, del narcotráfico, la violencia política y la conservación.
Sin embargo, se debe anotar que la información más reciente que utiliza el libro proviene de los años 2013 (en el caso de los informes oficiales) y 2018 (información georeferencial).
Aporte del libro
Precisamente, el aporte del libro es proponer una Amazonía cusqueña compuesta por pueblos indígenas, dividida en cuencas hidrográficas, administrada en distritos y articulada a la producción agropecuaria, forestal, al extractivismo, la deforestación, el narcotráfico y el conservacionismo.
Sin embargo, hay temas ausentes, como salud, educación y política. Los dos primeros son claves para conocer la situación sociocultural de la Amazonía cusqueña, mientras que el tercero cobra importancia porque hay un distrito --o más-- que está gobernado enteramente por indígenas.
Impresiones
Luego de leer el libro, surgieron algunas observaciones que ahora pongo en blanco y negro. La primera es sobre la articulación del Alto y el Bajo Urubamba, que se muestra como aislada debido a la presencia del Pongo de Mainique. La segunda es sobre el VRAEM, ese “apéndice” del Cusco que conocemos solo a través de la estadística. La tercera es sobre los pueblos indígenas, quienes son presentados con un lente conservacionista (aquí hago varias observaciones adicionales). La cuarta y última observación está destinada, justamente, al conservacionismo ambiental.
La articulación Alto y Bajo Urubamba (recargada)
El Pongo de Mainique ya no es un obstáculo para la potencia de la modernidad. En Ivochote hay botes de metal de 21 metros de largo con motores fuera de borda de 200 caballos de fuerza que llevan 40 personas y toneladas de carga. Van y vienen del Pongo de Mainique, dos veces al día. Llevan a la burocracia cusqueña que se ha instalado en Camisea, la capital del distrito de Megantoni.
Así también, se debe considerar la afluencia migratoria y comercial de Sepahua hacia Camisea. Es cierto que ahora mismo esta dinámica es algo “tela”, pero en años anteriores la ruta del comercio y de la gente del Bajo Urubamba se hacía desde Camisea hacia Sepahua y viceversa. Claro, ante la dificultad de ir y venir de Quillabamba, al sur, la gente del Bajo Urubamba apunta hacia el norte, río abajo, donde se encuentra la Villa de Sepahua (provincia de Atalaya, departamento de Ucayali).
El VRAEM incógnito (mismamente)
¿Quién puede decir algo de ese valle? ¿Algún cusqueño o cusqueña puede levantar la mano? ¡Nadie! El libro aporta sobre su comprensión, pero siempre desde fuentes secundarias, desde la estadística.
Pueblos indígenas: caracterización por cuencas es mucho mejor
Definir el número y el nombre de los pueblos indígenas en la Amazonía está bien, bacán; pero si se quiere profundizar en sus dinámicas y diferencias, es necesario hacer un análisis según cuencas. Por ejemplo, la gente matsigenka del Alto Urubamba presenta otra dinámica que la del Bajo Urubamba. O la gente de las cabeceras de cuencas tiene otras características respecto a la gente que vive en las orillas del río grande. O la gente asháninca del Bajo Urubamba está en otra dinámica respecto a la gente del VRAEM. O la gente matsigenka de Kosñipata está en otro asunto respecto a la gente del Alto Urubamba, del Bajo Urubamba y de las cabeceras de cuencas.
Pueblos indígenas: el aporte misionero
En todos los estudios se menciona que el único rol de los misioneros en la selva fue el de evangelizar y el de reducir a la gente en poblados. Algunos estudios avanzan y dicen que hicieron aportes a la lingüística y la etnografía. Nadie habla del acompañamiento permanente y las soluciones que han planteado los Misioneros Dominicos a la salud (PISAP), la educación (RESSOP e internados) y al liderazgo indígena. La antropología, cuando tiene un tinte anticlerical, es ciega. Me parece que debemos retomar --o restudiar-- el aporte de las diferentes entidades religiosas (Misioneros Dominicos, ILV, Iglesia del Nuevo Pacto Universal, adventistas, evangelistas) en la Amazonía cusqueña, sin perder de vista, desde luego, la visión y la herencia lascaciana.
Pueblos indígenas: la lingüística súper híper atomizadora
Si por cada diferencia dialectal contamos un pueblo indígena, entonces la Amazonía cusqueña sería un paraíso de babel. No sé por qué hay la tendencia de identificar cada vez más etnias por departamento. Parece un ritual de prestigio: a más lenguas, mayor es la propaganda. Pero no es la suma la que interesa, sino la capacidad de articulación o vivencialidad que cada una de esas lenguas o diferencias dialectales tiene con otros pueblos similares y vecinos. Lo que cuenta, además, es su ubicación geográfica y su dinámica histórica, no su denominación o atomización nominal. El tema del nombre=identidad en los pueblos indígenas amazónicos es tan falso como la aparente resistencia de un árbol hueco.
Pueblos indígenas: ¿en extinción?
Nuevamente la antropología clásica, evolucionista, estadística, objetivista, positivista, nos juega una ilusión. Dicen que a menor número de pobladores hablantes, la extinción cultural es inevitable. Pues bueno, los jóvenes kirineri del Alto Paquiría se han unido con mujeres nanti-matsigenka del Alto Camisea, mientras que las mujeres kirineri con los jóvenes matsigenka de Nueva Luz. Los wachiperi de Queros y Huacaria se han unido con mujeres mestizas o quechuas. Los yora-nahua de Serjali, signados como demográficamente caídos en los años 80 por el contacto, tienen más niños y niñas que cualquiera de nosotros, tanto en Serjali, su asentamiento, como en Sepahua, la capital del distrito del mismo nombre, en Ucayali. La población nanti-matsigenka también está creciendo, aunque a ritmos prudentes, debido, principalmente, a la desnutrición crónica severa.
Entonces, mientras haya gente, habrá cultura. Ese es un principio elemental en antropología. Pero ¿qué parte de la cultura ancestral o particular o específica estará vigente con tanta chocolatada étnica? La que la gente decida en su caminar. Para ellos y ellas, estos asuntos de la identidad no son una preocupación; lo que les interesa es convivir.
Pueblos indígenas de las cuencas altas: ¿tranquilidad?
Nada más alejado. La primera modernidad amazónica ha llegado. En el Alto y Bajo Urubamba se debe al canon minero. En Kosñipata, al turismo, la madera, la agricultura y al narcotráfico. La gente en “contacto inicial” y algunos “mashcos” están bajando --especialmente los primeros-- porque hay una paz social indiscutible; es decir, la modernidad está a disposición de todos y todas. Así que, seguir argumentando la tranquilidad de la gente que vive en contacto inicial en las cuencas altas, es iluso.
Pueblos indígenas: ¿y las ciudades?
La antropología amazónica que creó o sustentó las comunidades nativas, todavía considera que ser indígena es vivir en una comunidad nativa, hablar el idioma y vestir una cushma. La antropología actual debe estudiar no la forma, sino el discurso, la actitud, los valores y la transitabilidad indígena. El indígena, y su lógica, también vive en ciudades como Quillabamba, Pillcopata y Cusco. Es más, algunos, como los yora-nahua de Serjali, viven en Lima y Puerto Maldonado.
Pueblos indígenas: proyecto Camisea
Cuando la Municipalidad de Echarati abarcaba el actual distrito de Megantoni, la modernidad no llegaba al Bajo Urubamba (bueno, goteaba). Ahora que hay “distrito de Megantoni”, no solo la modernidad ha llegado y trastocado o cambiado la dinámica local, sino que además son los propios matsigenka que se gobiernan así mismos. No hay estudios al respecto. Tampoco se ha escrito sobre la transformación de la comunidad nativa de Camisea, que ahora es la capital del “distrito más rico del Perú”.
Pueblos indígenas: comunidades nativas
Es una ausencia importante del libro. Tener precisión actualizada sobre el estado legal de cada comunidad nativa y su ubicación, son aspectos generales que ayudan a tomar decisiones y tener conocimiento de la zona. Pero más que identificar y enumerar, hay que analizar o ensayar las dinámicas internas de cada comunidad de cara a sus relaciones interétnicas: entre pueblos indígenas y agentes externos.
Pueblos indígenas: los aislados
En el libro hay pocas referencias sobre uno de los grupos más activos de la Amazonía suroriental, los mashco piro. Sus frecuentes incursiones a comunidades nativas, sus salidas a las playas de los ríos, las confrontaciones con los matsigenka y yora-nahua, la incógnita sobre su posición beligerante y otros aspectos están “cerrados” al entendimiento y a la opinión pública. Claro, todo ello se debe a las ideas de intangibilidad, vulnerabilidad e intocabilidad, cuando, al parecer, lo único que los mashco quieren es trocar, reciprocar, convivir.
Conservacionismo
La “Reserva Territorial para Indígenas en Aislamiento Voluntario y Contacto Inicial Kugapakori, Nahua, Nanti y otros” (RTKNN), ha dejado de ser un espacio cerrado y “prohibido”, o lejano y mítico, donde viven “los calatos” y los “bravos”. Esa idea tal vez estaba vigente antes del año 2000, pero ahora, en el año 2022, la RTKNN es un espacio dinámico, donde la gente atraviesa sus cuencas con vivacidad. Por ejemplo, los nahuas del alto Mishagua están articulados con la comunidad nativa de Sepahua, los kirineri del alto Paquiría con la comunidad nativa de Nueva Luz, los nanti del alto Cashiriari con la comunidad nativa de Cashiriari, los nanti del alto Camisea con las comunidades nativas de Segakiato y Camisea, y los nanti del Alto Timpía con la comunidad nativa de Timpía. Precisamente, la primera modernidad amazónica --debido al canon gasífero-- ha llegado a todas estas comunidades receptivas, y los “en contacto inicial” también quieren contactarla.
Por otra parte, con certeza puedo decir que 90% de la población de la RTKNN tiene --y necesita-- su DNI. Y eso no ha significado la disolución de la Reserva, ni la “pérdida cultural”, ni se ha develado un complot anti Reserva, sino que ahora la gente en contacto inicial, gracias a su DNI, tiene acceso al seguro integral de salud (SIS).
Para mí, hoy en día es un mito eso del contacto=contagio. Los indígenas de la Reserva no se mueren por contagios de gripe, tos, diarrea o infecciones como la leptospirosis; se mueren porque cuando les coge el cambio de estación --o cualquier otro virus o bacteria--, no tienen acceso inmediato y apropiado a los servicios de salud pública. La Reserva “está cerrada” no para evitar el contagio, sino porque el sistema de salud público sabe que no tiene la capacidad de atender las demandas de salud locales de manera inmediata y apropiada.
Sobre la carretera hacia el Bajo Urubamba, la que atravesaría el Santuario Nacional Megantoni, sé que la única que se opone es la SERNANP, o mejor dicho, es la institución que defiende la intangibilidad del Santuario. Mientras tanto, las organizaciones indígenas, como COMARU y CECONAMA, siempre han exigido esa vía. Su argumento es que el cruzar el Pongo de Mainique, especialmente en época de lluvia, es un riesgo.
Otro problema es el llamado “modelo parquista”. Grandes áreas destinadas a la conservación y en donde se limita la actividad humana. “Modelos ilustrados”, podríamos decir, porque fueron creados por instancias estatales sin el consentimiento o la consulta o la consideración de las poblaciones indígenas que habitan en su interior, quienes, obviamente, también desean la modernidad. Este modelo es el reflejo del autoritarismo conservacionista, solo destinado para regocijo de los conservadores que, dicho sea de paso, no viven en las áreas que conservan. Aquí también es necesario abordar el tema desde una perspectiva Lascaciana.
Donaldo Humberto Pinedo Macedo.
Sepahua, viernes 28 de octubre de 2022.
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