Sentimientos que me provocó la lectura del poemario de Sergio Sullca Condori (2017), el ahora alcalde del distrito de Santiago, en Cusco, Perú
Se acabó la poesía abstracta, la que me hacía sentir como un tonto. Por fin un poemario de sentimientos extraídos de la vivencia y escritos con la franqueza del corazón.
Sullca, mi amigo (aunque no muy cercano, pero ahora sí que lo siento a mi lado), quiero decirte que me he deleitado con tus poemas, con todos (ya bueno, excepto con un par). Yo que vivo en Magisterio (la verdad, vivo en Collasuyo, pero no se lo digas a nadies), me ha dado ganas de ir a la Margen Derecha, a vivir en esas laderas, a embarrarme con la vista del Valle del Cusco, a construir mi casita de adobe y tejas quebrantadas. Me llevaré, desde luego, a mi Eloya (a la Chivi), aunque ella no dejará Magisterio así nomás, ja, ja, ja.
Pero, quería decirte, que tus poemas deslumbran por su sencillez, por su franqueza, por sus frases llenas de una envolvente mezcla de desarraigo y amor, y de alegría (te imagino sonriendo, aunque ahora no tanto, dado que eres alcalde de esa Margen).
Amigo, (ahora más cercano), tu sensibilidad social y la forma cómo abordas las desgrashas de la vida, me agrada; me siento parte de ti. El prefacio que te hizo el Juan Mescco, ese lengua afilada y mata perro, no te hace justicia, la verdad. Pienso que tu verso es coloquial, fluido, hasta incluso etnográfico, sentipensante, corazonado. No es un poemario, es una anécdota del alma.
Leí, en voz alta, los primeros tres poemas al taxista de turno. Él y yo nos sentimos identificados. Fuimos aludidos en “Por una gran parte de este mundo”, “Los mates de todos los días” y “Carta a un amigo cuyo nombre me pidió no escribiera”. Luego de que mi nuevo amigo se sorprendiera de que hay un alcalde poeta (dado que la mayoría son lajlas, fanfarrones y egocéntricos) bajó el volumen del wayno e incluso se olvidó de tocar la bocina. Cuando bajé del auto, el amigo, compungido por la exhortación de tus poemas, me dijo: “al menos en casa me espera mi viejita con sus mates de yerbabuena y toronjil”.
“El joven llamado Perú”, me conmovió. Le pediré a mi hija Adriana que lo declame en su colegio, el 28 de julio. Veremos.
“El nombre de los vacíos”, me hizo recordar la curiosidad de mis tres hijas, cuando tenían ese poqué enjuagado con leche y baba. Ahora, ellas, más crecidas, dejaron esa frase y en vez de ello dicen, de manera insistente, “dame plata, papi”. Entonces, yo respondo afligido ¿poquéeee?
“El servidor público” me hizo sudar. Ese pendejo, amigo y enemigo, canalla y salvador. Rajamos tanto del burócrata, pero cuando recibimos el salarito de sus manos, no podemos soltar la mamadera. Pero amargamos la leche; nos amargamos y amargamos a otros.
“Los peros”, me hicieron dudar de mí mismo, pero, reitero, debo decirte que cada día tengo menos peros.
“La de cabellos largos y sucios” me hizo temblar, pero sus frases solo la entenderán quienes han probado la pobreza a fondo o los que viven en ella sin remedio.
“El último cementerio clandestino”, es una denuncia y un recuerdo. Hoy cobra vigencia, porque, aunque no haya cementerios de esta índole (¡Quién sabe!), el gobierno Dina-Otárola-Fuji-Aprista, tiene cuentas pendientes, especialmente hoy, con el pueblo aimara.
“Mi Señor de Qoyllur Rit’i”, es la oración de un sufrido, de un reclamante, de un compungido. A ver si incluyes un verso que incline tu agradecimiento.
“Los consejos de la hormiga” me hizo recordar a los hormigas, a Jorge, Elsa y Roberto (“El Coche”). No sé si ellos te dieron esos consejos o si los sacaste de un resumen de tu vivir con ellos. Creo que no; el poema tiene tu tinta, tu obra, tu Margen Derecha, ya que eres un “filántropo que desnuda a versos esta vida”.
El “Uff… qué difícil!”, es un poema que me hizo recordar el amor adolescente, el dubitativo, aunque imperecedero.
“Los supuestos que se atraen”, me hizo recordar los dichos y recutecos verbales que tengo con la Leyna, la Chivi. Pero, en nuestro caso, el de ella y el mío, el amor no es un refugio temporal, sino un hecho imperecedero.
“Más besos que oraciones”, va en el mismo sentido; es ese amor contradictorio pero inseparable. En mi caso, perdona, la tengo clara. Las charlas que tengo con Silvia son amorosas y de amor (¡La pobre Eloya, cuánto de tu verbo contradictorio habrá regurgitado!).
“Visionaria”, sin embargo, refleja lo que sientes por ella, de cómo te afecta y te vislumbra, aunque tus contradicciones no desaparecen. Pasamos, por ello, a “Indefiniciones e indefiniciones”, poema marcado por los caprichos de ella, de Eloya. Es la sujeción a sus deseos. Creo que, en eso, coincidimos plenamente; lo mejor es sujetarme a los caprichos de la Leyna.
“No volveré”, me pareció un poema erótico. El líquido blanquecino, el que fabricamos los falopensantes, riega todos los rincones-mundo, menos sus pechos, ja, ja, ja. Tienes que comprar un boleto para “la montaña rusa”, amigo, ja, ja, ja.
“Heridos”, me hizo recordar las peleas constantes que tenemos con la Leyna, aunque, como dices, la mejor parte es la reconciliación (“dos niños jugando desnudos en la cama”).
“Una súplica más qué importa”, es el fidedigno reflejo del rogatorio, del suplicatorio; te das cuenta de que la mujer amada se te escapa de las manos (o sabes que no vales nada frente a ella), entonces todo lo macho es una lágrima, y empieza el rogatorio, la promesa, el lajleo, el recital de los pergaminos colgados en la pared ruinosa de nuestro ego; ni al profesor de química, en la secundaria, le rogábamos tanto para que nos salve el curso, ja, ja, ja.
“La casita al pie del cerro” me hizo alucinar en cómo y dónde vives, amigo. Aunque Dios está ausente por allá, “todas las carencias heredadas desta vida/ no podrán tumbar este pedazo de amor/ la esperanza terca”. Qué lindo es vivir en un cerro, en tu cerro, en tu Margen, amigo. Prometo que “esa mala hierba” (el olvido, la desidia, la pobreza, el infortunio) tampoco llegará a mi pecho.
Cierras el poemario –mejor dicho estas frases coloquiales hechas poema– con broche de oro. “Antes de irte promete sonreír”, me hizo recordar a mi amado padre Hugo Bonet Rodríguez, quien seguro conociste y que seguro, como yo, te escuchó declamar alguna vez. En fin, tu poema dice parte de su legado. Yo lo recuerdo irse riendo, con una mueca que no pueden escribir las máscaras de la tristeza y la alegría que representan al teatro. Amigo, yo levanto la mano derecha, abro la palma, y prometo que antes de irme sonreiré.
Donaldo Humberto Pinedo Macedo
Cusco, 09 de enero de 2024.
Foto: Valle del Cusco. Al fondo, la Margen Derecha, donde resalta el emblemático cerro-barrio "Viva el Perú" (setiembre de 2023).
Comentarios
Publicar un comentario