Reflexiones que saco sobre los roles de género, los fluidos corporales femeninos y la rabia luego de haber limpiado por una semana la menstruación de una joven matsigenka y de haber leído, también por una semana, el libro sobre género y fertilidad entre los Airo-Pai de la Amazonía peruana de Luisa Elvira Belaunde
Mientras empujaba la silla de ruedas de Ana, allá en el distrito de Jesús María, en la ciudad de Lima, entré a una librería en donde me atrajo inmediatamente el libro “Viviendo bien. Género y fertilidad entre los Airo-Pai de la Amazonía peruana”, de Luisa E. Belaunde. Mientras Ana esperaba sentada, maravillada por la cantidad de libros, cual poza llena de peces listos para coger, en mi interior, yo me deleitaba pensando “este libro servirá para mi tesis de ocio indígena y buen vivir”.
Acabé de leer el libro aquí en la ciudad de Quillabamba (Cusco, Perú). Lo empecé en Lima, hace una semana, mientras estaba con Ana, una joven matsigenka a quien atendí en sus necesidades diarias y que, coincidentemente, había terminado de bajarle la menstruación o, como dirían las personas Airo-Pai, “la suciedad”. En efecto, el libro trata de ello, del control que las personas Airo-Pai ejercen, en la práctica y guiados por sus nociones míticas, de la menstruación, la fertilidad y la rabia. Dicen que controlar todo ello, lleva, aunque no de forma permanente, a una vida buena.
Aceptación y vergüenza
Dado que soy “hombrecito”, como decían las madres de mi generación, la menstruación de las “mujercitas” ha sido un tema distante para mí, un terreno proscrito, excepto en las clases de educación sexual en el colegio, cuando surgían las risas propias del adolescente, o en las exploraciones eróticas con mi pareja, ya de adulto. El punto es que el manejo y el control de la menstruación es un asunto totalmente ajeno a mí, excepto ahora, o hace unos días atrás, cuando tuve que atender a Ana durante su menstruación, aseándola y cambiándola constantemente. A diferencia de las personas Airo-Pai, Ana no mostraba ningún tipo de asco o rechazo a su menstruación, o la necesidad de guardar reposo y reclusión. Tampoco puso “peros” para que yo la aseara, siendo un varón (los varones Airo-Pai, ni se acercan; guardan una reeeeeespetable distancia). Debió ser que no le quedaba otra a Ana, ya que yo tomé el control de sus cuidados y aseo, considerando su condición de salud y el contexto extra cultural en el que se encontraba. Eso sí, ella sentía vergüenza y arrepentimiento no solo al evidenciarse su menstruación, sino mientras la aseaba. El hecho que yo la limpiara, un varón extraño, no era algo que le agradaba. Mostraba su incomodidad guardando silencio y poniendo una expresión de “perdona, Donaldo”. Yo solo atinaba a sonreír y hacerle alguna broma, ante lo cual ella respondía con una sonrisa. Desde luego, cuando Ana se encontró con sus hermanas, soltó todas sus frustraciones e incomodidades con un llanto sincero. Concluí que mientras yo estaba con Ana y la cuidaba, ella simplemente se regía a mis principios de aseo y limpieza.
Cuando hay regla, los varones hacemos fuga
No solo el esposo o cualquier varón Airo-Pai se escapa de la menstruación, sino también la mayoría de los chamanes. El varón, puede enfermarse si entra en contacto con el fluido. Además, la “suciedad”, que carga de emociones incontrolables a la mujer, puede afectar el ánimo del buen vivir de las personas alrededor. Todo ello incide negativamente en la caza, la pesca y en todas aquellas actividades generadoras de vida y continuidad. Solo los chamanes más poderosos o entrenados pueden lidiar con una mujer menstruante o curar el daño que “la suciedad” ocasiona en las personas. Como ayahuasquero, puedo decir que no hago sesiones de ayahuasca con mujeres que están menstruando. En una ocasión, cuando lo hice, el olor de esa sangre, una mezcla de fertilidad y desecho, erotismo y asco, atracción y repulsión, penetró con tal fuerza y contundencia por mi olfato, que me desconcentré completamente. Me sacó de mi trance. No solo eso, sino que sentí un deseo sexual irresistible, aunque también un rechazo profundo por esa mujer. Como fuera, tardé en retomar el control de mis emociones y deseos. Continué con el proceso de sanación, y para limpiar y curar a esa mujer, tuve que guardar una reeeeespetable distancia, ja, ja, ja. Desde entonces, ratifico la enseñanza de los antiguos maestros, la de no dar Ayahuasca a las mujeres que están menstruando, aunque la sociedad Airo-Pai, van más allá: las mujeres solo ingresan al mundo chamánico cuando su cuerpo deja de menstruar completamente.
Inmunidad por disfrute
Me pregunto si haber estado pendiente del aseo de la menstruación de Ana me haya afectado físicamente, como sucede con los varones Airo-Pai. No he sentido dolores de cabeza, aunque sí me salieron unas gotitas de sangre de la nariz al día siguiente que dejé a Ana en su comunidad, pero esto lo atribuí a la pena por dejarla; convivimos casi un mes juntos. Pero concluyo que no, que “la suciedad” de Ana no me afectó física ni emocionalmente, al menos no al punto de sentirme enfermo o como para tomar pastillas. Resulta que soy inmune a los efectos de la “suciedad” de Ana y, como lo veo, a la de cualquier mujer, dado que soy un hombre adulto y he sido labrado para ejercer este tipo de cuidados. Pero, la razón principal, es que he aceptado –y disfrutado– el aroma y la textura de los fluidos de mi pareja, sintiéndome bien con ello. Resulta, por tanto, que no soy Airo-Pai, ja, ja, ja.
Me pregunto, bajo un enfoque intercultural, si el ejemplo de los varones Airo-Pai, el de salir corriendo fuera de la influencia de la “suciedad” de la mujer, aunque sin dejar de atenderla preparándole los alimentos, puede contagiarse a nuestro sistema de vida. Además, pienso si ello de que las mujeres modernas –mi esposita, por ejemplo– puedan guardar reposo durante “sus días”, y nosotros, sus parejas, podamos atenderlas como lo hacen los Airo-Pai. A ver, a ver, esto es serio de toda seriedad. Bajo mi experiencia de 27 años de convivencia con mi pareja, diría que lo mejor sería atenderlas esmeradamente durante “sus días” –sin escapar como los esposos Airo-Pai– y no hacerlas renegar –porque ellas no reniegan porque sí, sino porque las hacemos renegar–, sería lo ideal, el ideal de una buena vida en pareja.
Muchacho rabioso
Un aspecto central de la tesis de Belaunde es el manejo de la rabia. Los padres y madres enseñan a sus hijos e hijas, desde temprano, desde que salen del vientre, a controlar su rabia, ya que la manifestación de este sentimiento acarrea ira, venganza y muerte. Los padres y madres Airo-Pai, aconsejan a sus hijos e hijas que entrar en modo rabia solo les traerá desgracias y desequilibrios. Personalmente, la única forma que conozco para controlar la rabia, es la respiración. Sin embargo, a veces me gusta rabiar; bueno, no es que me guste, si no es que me da por querer rabiar a mis anchas en presencia de quienes amo. En estos momentos es cuando rompo los delicados cristales de las personas que viven conmigo. Luego de la tormenta, ya calmado, no me queda otra que reparar los retazos con perdones y arrepentimientos.
Mientras estuve con Ana, tuve la oportunidad de controlar mi malhumor y mi rabia, y asentar mi paciencia y compasión. ¿Pueden creer que es más fácil rabiar con los tuyos que con los ajenos? ¿Les pasa eso a ustedes? A mí sí, por eso algunos amigos cercanos me dicen “hipócrita diplomático”, ja, ja, ja.
Decía que gracias a Ana, pude afianzar mi paciencia y compasión. Había momentos en los que me daban ganas de regañar a Ana por sus descuidos y mentiras, pero algo en mí lo impedía. Era el propósito de seguir atendiéndola con afecto. Fue así que, justo antes de explotar, no me quedaba otra que respirar “tres veces” y calmarme, y luego venía la compasión como reemplazo a esa rabia. En todos aquellos momentos en que la rabia quiso salir, aparecieron la paciencia y la compasión para enterrarla. A veces, el propósito y el amor al prójimo son más fuertes que uno mismo.
No todas las personas Airo-Pai manejan la rabia con éxito. Algunos y algunas son proclives a desembocarse (hablan mal de otros, sueltan chismes, dicen mentiras, gritan, pegan, rompen, matan). Pasa que aquellas personas no recibieron las instrucciones adecuadas cuando eran niños o niñas. No hubo la socialización pertinente. Son gente perdida, no instruida, no cultivada. No viven bien.
Finalmente, ¿algo sobre el ocio?
Me ha quedado claro, con la lectura de este libro, que el manejo de las emociones (es decir, vacunarse contra la rabia), enseñar a los hijos e hijas, compartir y socializar, generan una vida buena, un estado de laboriosidad y regocijo, un acercamiento, aunque pequeño, a la forma de vida de los seres incorpóreos de los planos superiores, quienes disfrutan un estado permanente de alegría. Y Ana, esa joven matsigenka, lo que hizo conmigo fue recordar y afianzar algo que había olvidado como maestro ayahuasquero, que la rabia puede transformarse en paciencia y compasión cuando existe el propósito firme de atender al prójimo.
Donaldo Humberto Pinedo Macedo.
En la ruta de Quillabamba al Cusco, domingo 26 de mayo de 2024.
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