Seis bases militares instalarán las Fuerzas Armadas en el Bajo Urubamba (selva del Cusco) para persuadir y controlar a los narco-terroristas que decidieron extender sus operaciones hasta allí. Todo parece indicar que el orden y el progreso llegan a la Amazonía solo y a partir de oleadas de modernidad ligadas a la violencia y al mercantilismo y, desde luego, sin beneficios concretos para la población local, sino para brindar seguridad y sostenibilidad a las operaciones extractivas.
Con la apertura del "caño" del Gas de Camisea hace más de 11 años, se avizoró una serie de beneficios para las poblaciones del Bajo Urubamba, se proyectó una oleada de modernidad y oportunidades, pero hoy en día el único beneficio está escrito en las cifras macroeconómicas y en la demanda internacional del gas, fue así que el enclave transnacional fue remplazado rápidamente por la practicidad y el inmediato confort que ofrecían las actividades ilegales; así es, madera, coca, cocaína y guerra son las empresas de la muerte que sin promesa ni discurso alguno captaron a gran parte de la población local sedienta de modernidad. Paradójicamente, ahora el "cañón" del Comando Conjunto protegerá el "caño" transnacional y persuadirá a las empresas de la muerte a abandonar el lugar, y como buena parte de la población local tiene una relación no vinculante con estas empresas, en el futuro habrían muchos "desempleados" y al mismo tiempo "objetivos" del servicio de inteligencia militar. En concreto, lo único que se avizora es una sobre-población no militar en las nuevas bases militares y la continuidad recelosa de las actividades extractivas.
El mayor peso de esta situación la tendrán que sostener, no las entidades del Estado encargadas de velar por los derechos ciudadanos, sino las organizaciones civiles y sus ONGs humano defensoras. Así pues, esta oleada de modernidad-violencia generará otro frente de lucha para las organizaciones indígenas (ya tienen encima a los invasores de tierras, a los madereros ilegales, a los alcaldes incompetentes, a líderes corruptos, a las empresas transnacionales y a las inoperantes instancias del Estado) ante el cual deberán poner la cara con las únicas armas que les quedan, la legislación pro-indígena y la protesta. Y cuando pase esto, de seguro que el cañón los estará apuntando y el caño seguirá regando.
Interesante reflexión!!!
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