Encumbrado por su imaginación y su ego, se vio meditando en lo alto de la montaña; sentíase completo, armónico, imperecedero, sustancial. Fue entonces cuando apareció ante él uno igual, pero en cambio era oscuro, profundo, serio, casi enojado, y de frente y sin titubeos dijo: "¿Quién eres?". Confiado en su certeza el encumbrado respondió: "Soy luz y alegría". El oscuro ni se inmutó, y volvió a preguntar así de serio, casi enojado: "¿Y qué haces?". Más seguro todavía aquel respondió: "Cumpliendo con mi Propósito". El profundo, el oscuro, le dijo: "Para mí no eres más que un pobre estúpido". El encumbrado sonrío y mientras descendía se había dado cuenta. Entonces, ya sin títulos ni predestinación respondió: "Es cierto, eso también soy". Ambos se miraron y sin pensarlo ya eran uno, y desde ese momento, desde el interior de la montaña, allí en medio de la base, entre el arriba y el abajo, él empezó a existir tal cual era.
Encumbrado por su imaginación y su ego, se vio meditando en lo alto de la montaña; sentíase completo, armónico, imperecedero, sustancial. Fue entonces cuando apareció ante él uno igual, pero en cambio era oscuro, profundo, serio, casi enojado, y de frente y sin titubeos dijo: "¿Quién eres?". Confiado en su certeza el encumbrado respondió: "Soy luz y alegría". El oscuro ni se inmutó, y volvió a preguntar así de serio, casi enojado: "¿Y qué haces?". Más seguro todavía aquel respondió: "Cumpliendo con mi Propósito". El profundo, el oscuro, le dijo: "Para mí no eres más que un pobre estúpido". El encumbrado sonrío y mientras descendía se había dado cuenta. Entonces, ya sin títulos ni predestinación respondió: "Es cierto, eso también soy". Ambos se miraron y sin pensarlo ya eran uno, y desde ese momento, desde el interior de la montaña, allí en medio de la base, entre el arriba y el abajo, él empezó a existir tal cual era.
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