Cuando llegó, recién nacida, era un mamotreto. Flaca, pálida y con tubos por todas partes, incluso sangraba por la boca. La cuidamos, la mimamos, a ella y a su madre, Carla, una sonriente joven de veinte y algo años de edad.
Heyli, estuvo en el hospital un par de meses. Luego, le dieron de alta. Su diagnóstico, o mejor dicho sus diagnósticos, fueron: anemia, seudo artrosis y displasia de caderas. La trataron, desde luego. Incluso la operaron, pero antes le pusieron un arnés ridículo; Heyli parecía un pericote amarrado con tiras de cuero. Luego de la operación, le enyesaron las caderas, para que no se mueva, ya que el arnés no había funcionado.
Carla y Heyli, estuvieron en Cusco nueve meses. Hicimos lo posible por brindarles un lugar dónde dormir (en la casa COMARU), dónde comer (en el CRIAR), dónde estar acompañadas por paisanas matsigenka, dónde acudir cuando se requería pañales, pañitos húmedos, víveres, pasajes, frutas y el antojito del pollo a la brasa. Gilber, el jefe de la comunidad, enviaba plata para cubrir algunos gastos, felizmente. También el esposo, a veces.
Carla, ya conocía algunas calles del Cusco e iba a pasear al mercado y al CRIAR. Cuando estaba Rosita, su paisana, iban juntas. Pero Carla no se atrevía a ir al hospital Lorena sola, muy lejos, decía. Pero, la verdad, es que no podía con el sistema, con el “diálogo” que le imponía el personal de salud. Se perdía, se sentía chiquitita. Por eso la acompañaba Vilmanuel, Linda o Manuela, la gente que la abrazaba, que la protegía, que hablaba por ella. Algunas veces, Carla y Heyli, venían a mi casa, a solearse en el patio con sus rostros radiantes, blanquesinos y chapositos.
Luego de la operación y de dos controles, le dijeron que su próxima cita sería en siete meses. Le sugerimos a Carla que se quede en Cusco, que podíamos arreglar vivienda, comida, “artículos de aseo personal” y los antojitos. Carla aceptó y aprovechamos para tratar sus dientes. Ella me lo pidió. Iniciamos el tratamiento con Lisbeth, la odontóloga de cabecera.
Luego llamó Gilber, que además es su primo hermano. Luego el esposo envío plata. Ambos le instaron a Carla a regresar a la comunidad. Hablaron con nosotros. La decisión es de ella, les dijimos. Con plata en mano, cansada del frío del Cusco, extrañando a su familia, Carla y Heyli se fueron. Sé que llegaron a Quillabamba, a Ivochote, a Camisea, a Kirigueti y luego a Tangoshiari. Luego, con los suyos.
Antes que Carla se vaya, le advertimos, le dijimos: la cuidas, que no baje de peso, se está yendo cachetonita, cuidao que cuando regreses el yeso de sus caderas le esté bailando como calzón flojo…
Han pasado dos meses, más o menos. Ayer, Nora, de Cultura, me indica que hay una bebé en Quillabamba, de nueve meses, que necesita sangre, urgente, que tiene hemorragia gástrica, y que la niña se llama Heyli… ¡Queeeeee!
Llamo a Vilmanuel, llamo a Cultura, llamo a Quillabamba. Nada, nadie sabe nada. Vilmanuel, llama a sus contactos y me informa que Heyli y su mamá están rumbo a Quillabamba, desde Ivochote. Salieron de emergencia…
Hoy, a las 5:30 am, veo una llamada perdida en mi celular. Es Carla. La llamo inmediatamente. Como si me dijera un “buenos días” cualquiera, con esa pausa y parsimonia, con esa tranquilidad, con ese remanso que inspira su voz joven y dulce, me dice que Heyli se ha ido, que ya no está… El padre, que habla junto a ella, ratifica la noticia.
Mi corazón se parte, porque atendí a Heyli durante nueve meses, aquí en Cusco. No estuve con ella todos los días (esa tarea la hizo Vilmanuel), pero ya sabes que no se necesita tanto para guardar afecto por una niña recién nacida. Basta con mirarla una vez y ya, te atrapa.
Vilmanuel, mi esposa, mi hija Linda y yo, estamos molestos, decepcionados, desilusionados y desarmados. Hemos dado tanto por esa niña, pensamos. Y en menos de dos meses, zás, nos la arrebatan… Bueno, mejor dicho se la arrebatan a sus padres.
Escribo esto porque acabo de recibir la noticia. Pero ya estoy más tranquilo. Respiro hondo y expulso el aire denso. Respiro otra vez y concluyo: hemos dado todo por ella, con cariño, con amor, y lo volveremos a dar, sin duda, porque el resultado no importa, el aporte no importa, el fin no importa, el agradecimiento no importa, el salvar una vida no importa… solo importa lo que dimos en ese momento, cuando ellas estuvieron aquí: una sonrisa, un apoyo, una ilusión, una esperanza, un afecto, un plato de comida, una compañía, una caricia, un helado y un cuarto de pollo a la brasa.
Donaldo Humberto Pinedo Macedo, Cusco, 26 de setiembre de 2023.
Pd. Carla, hoy me dio gusto conversar contigo por teléfono, a pesar de la noticia. Tu voz sobria, tu remanso del alma, no me dio una mala noticia, solo me manifestó un hecho de la vida. Pero tu parsimonia, en vez de molestarme, me dio una esperanza, una visión: que te veré una vez más con mil frutos.
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