Mi relación con la gente del bosque y del río amazónico ha sido intermitente y circunstancial. Aún así, fui capaz de disfrutar todos los encuentros. Es posible que ello tenga que ver con la naturaleza de mi trabajo: repartir bienes. (¡Quién no es tratado de lo mejor cuando lleva y entrega cosas!). Sin embargo, el disfrute que experimenté tiene crédito, además, en mi carácter alegre, espontáneo y abierto.
El secreto para disfrutar de la gente del bosque y del río y de su carácter afable, es acercarse y fluir en todo cuanto hacen y piensan; hay que ser parte de. No se vale aparecer, enseñar, corregir, juzgar o dogmatizar. A la selva, y a su gente, hay que conocerla con la intención de aprender. Llevo más de diez años con la gente del bosque y del río y no temo idealizarla. Inapropiado sería no hacerlo, o hacerlo sin conocerla. Yo me he indianizado, no por moda, sino porque es el único camino que nos queda para salvar este planeta.
La Amazonía, no es un objetivo del desarrollo, no es la esperanza de la nación, no es la unión transoceánica, no es la despensa de nuestras ambiciones, no es la oportunidad perdida. La selva, no es un embrujo o un espacio inexplorado o esquivo o inextricable; la selva, es una enseñanza que nos negamos a entender, es un murmullo inacabable que ya no sabe cómo decirte que el camino está en sus entrañas. Amazonizarse, indianizarse, es, sin duda, la única vía que nos queda por explorar como humanidad, como planeta, como ecosistema, como biofraternidad.
El secreto para disfrutar de la gente del bosque y del río y de su carácter afable, es acercarse y fluir en todo cuanto hacen y piensan; hay que ser parte de. No se vale aparecer, enseñar, corregir, juzgar o dogmatizar. A la selva, y a su gente, hay que conocerla con la intención de aprender. Llevo más de diez años con la gente del bosque y del río y no temo idealizarla. Inapropiado sería no hacerlo, o hacerlo sin conocerla. Yo me he indianizado, no por moda, sino porque es el único camino que nos queda para salvar este planeta.
Mi experiencia con la gente de la Amazonía está precedida por la naturaleza de mi trabajo y por mi carácter. Ya lo dije. Difícilmente hubiera disfrutado de la persona indígena si en mi interior no hubieran germinado las semillas de la alegría y la diversión. Pero tampoco fue difícil encontrar el jardín, porque al navegar con la gente y acompañarla en su transcurrir me sentí como en casa. No se trata de que la selva y sus habitantes sean lo que tú quieras, o que se acomoden a lo que tú desees, lo cual puede suceder, aunque tarde o temprano te darás cuenta de que es un engaño. Se trata de vincularse con lo que ya está; se trata de darle la oportunidad a lo que ya existe. Hay que escuchar, observar y disfrutar, y entonces vendrá el querenciar.
La Amazonía, no es un objetivo del desarrollo, no es la esperanza de la nación, no es la unión transoceánica, no es la despensa de nuestras ambiciones, no es la oportunidad perdida. La selva, no es un embrujo o un espacio inexplorado o esquivo o inextricable; la selva, es una enseñanza que nos negamos a entender, es un murmullo inacabable que ya no sabe cómo decirte que el camino está en sus entrañas. Amazonizarse, indianizarse, es, sin duda, la única vía que nos queda por explorar como humanidad, como planeta, como ecosistema, como biofraternidad.
Donaldo Humberto Pinedo Macedo
Cusco, en el día de Todos los Santos, en el año 2023.
Cusco, en el día de Todos los Santos, en el año 2023.
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