Comentario al libro de Paulo Coelho (1994/2012)
“¡Vete a llorar al río!” es la frase punzante que recibía cuando todo mi cuerpo se resumía en lágrimas. Antes me parecía una frase cruel, hasta que conocí el río. En cualquiera de sus facetas —creciente, menguante e incluso seco—, el río es un terapeuta supremo (el Siddhartha de Hermann Hesse escuchaba sus consejos hasta alcanzar la plenitud). Así que “a llorar al río” es un gran consejo disfrazado de simple rudeza.
Pilar, la protagonista de esta novela, es una mujer dubitativa, insegura, predecible y fiel a una rutina que carece de espontaneidad. Es la mujer que está conforme con lo regular y siempre va a la segura, hasta que conoce a alguien que la confrontará a sí misma. Su transformación será inminente. Las decisiones que tome serán las más lúcidas y esperanzadoras, porque están guiadas por el amor. Pero la vida es un diálogo de contradicciones y tiros al aire. Aquí es cuando el terapeuta supremo, el río, nos da consuelo, confort y fortaleza.
La trama de la historia se desenvuelve en ciudades y pueblitos de una España católica. Aparece, como personaje central, la Virgen María, en su advocación de la Inmaculada Concepción. Pero no te confundas, la novela no es una apología al catolicismo, sino es el fundamento de una reforma espiritual, de un cisma provocado por la mujer, por la Gran Madre, por la Gran Diosa, por la que nosotros conocemos como Pachamama.
CALIFICACIÓN: ⭐️⭐️⭐️⭐️
LO BUENO: Es una historia espiritual que atrapa. También explora la sicología femenina y resalta el rol de la mujer-diosa.
LO MALO: Por momentos me agotaron los diálogos de Pilar. El final no me terminó de cuajar.
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