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Denuncia por extorsión

Me llama Margot, de Camisea. Me dice que le llegó una notificación de la fiscalía de Izcuchaca, en la provincia de Anta, Cusco, Perú. La fiscal la denuncia por extorsión y la cita, a la brevedad posible, en la comisaría local para que declare. Ah, y le dice que traiga a su abogado. 

Anta es una ciudad rural enclavada en los Andes peruanos. Está a 45 minutos del Cusco, la capital del departamento. Anta, además, es la tierra de Remo Candia Guevara, el dirigente que murió baleado con perdigones en las protestas contra Dina Boluarte. Pero esta historia no tiene nada que ver con Remo, sino con unos extranjeros que extorsionan a la gente anteña en una moto lineal. Una de las víctimas, de iniciales XYZ, apuntó la placa de la moto e hizo la denuncia a la policía. La fiscal tomó el caso y luego de sus prolijas investigaciones concluyó que el vehículo pertenece a mi amiga Margot NJK, una matsigenka que vive en Camisea, una comunidad nativa ubicada en el distrito amazónico de Megantoni, a tres días de viaje de Anta. 

Margo, como la llamo, me dice que sí, que ella tiene un vehículo con esa placa, pero no es una moto, sino una motocarga, o sea, un híbrido de tres llantas que en la parte delantera es moto y en la parte de atrás un remedo de camioneta. Estas “motocargas” son famosas en la selva, porque pueden trasladar cosas y personas en trochas relativamente transitables. No son vehículos veloces ni versátiles, como las motos lineales, al contrario, son pesados y lentos, pero efectivos para llevar carga. 

La solución es fácil --le digo a Margot--, solo tienes que probar que te han clonado la placa. Ella me dice que su motocarga no tiene placa, que cuando compró el vehículo le dieron todos los papeles, pero no la placa… Y como una placa en una comunidad nativa es innecesaria, Margot no se apuró en pedirla. Bueno, pues la placa que era para la motocarga de Camisea terminó en una moto delincuente de Anta. 

Margot actuó por reflejo en cuanto vio la notificación de la fiscalía en su celular. Fue a la comisaría de Camisea (a veces bromeo diciendo que la policía está para cuidar el gas y no a la gente), y allí el comisario se contactó con su par de Anta, y le dijo, y le sustentó, que Margot tiene una vieja motocarga que va y viene en la única trocha decente de la comunidad. Es evidente que la mafia extranjera que dirige las extorciones rurales está bien organizada. Sabe conseguir una placa ajena y escoger el perfil del dueño de esa placa: una persona indígena que vive en una comunidad selvática alejada de las ciudades y de las potestades reales de la policía y de la fiscalía. 

La fiscal insiste a Margot que brinde su declaración en Anta, y que se haga responsable de las extorsiones. El pecado de Margot es haber comprado una motocarga sin placa. La mafia sabe que la fiscalía perderá su tiempo averiguando sobre la placa. Luego de unos años, la fiscalía se dará cuenta de que Margot es una víctima de la mafia y no es la extorsionadora (no me imagino a Margot, una matsigenka cortés y servicial, siendo parte de una mafia internacional que opera en los Andes rurales). 

Este asunto pone en cuestión a la modernidad fea y delincuente. La mafia sabe cómo esquivar la ley: direccionando las investigaciones hacia la selva, donde la mayoría de la gente es analfabeta funcional y donde el Estado aparece de vez en cuando en un helicóptero. La mafia apunta a la gente excluida, desarticulada o que, en el caso de Camisea, experimenta una modernidad espumosa pero incompleta. Apunta a la gente que tiene dificultades para defenderse, no solo por la distancia, sino también por el inexistente acceso a los canales judiciales. Apunta a la gente que vive, en gran medida, en medio de la informalidad y la ilegalidad. La mafia confía en la exclusión social para seguir operando a su gusto.

Lamentablemente, el asunto está para unos buenos años de papeleo y dimes y diretes entre Margot de Camisea y la fiscalía de Anta. Mientras tanto, los extorsionadores seguirán chambeando y cobrando, y pagando sus cuotas para que los dejen chambear.

Donaldo Humberto Pinedo Macedo.

Cusco, 11 de julio de 2023.

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