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Surcada rauda desde Atalaya hasta Quillabamba. Paso por Nueva Luz, Camisea e Ivochote

De Cusco a Pucallpa

El día jueves 13 de julio 2023, salí de la ciudad del Cusco en avión. Mi destino fue Pucallpa, pasando por Lima. En la "tierra colorada" estuve dos días con una noche, esperando que mi compañero Edwin arregle sus cosas pendientes en el juzgado. Tiene un pleito en Sepahua. 

Pucallpa es la despensa de migrantes del Bajo Urubamba. Quiero decir que la gente pucallpina surca el Ucayali --el Alto Ucayali, como dicen-- en busca de nuevas oportunidades de trabajo. Así que surcar el río en bote o ir por los aires en avioneta, buscando la pujante ciudad de Atalaya, en la confluencia del Tambo con el Urubamba, es el afán de muchas personas. 

Una calle de Pucallpa. Una sobadita y un masaje para iniciar el viaje

Pucallpa es una ciudad grande, conformada por la "raza" pano y sus derivados. Desde luego, el mestizaje es fecundo. Hay gentes de Tarapoto y de toda la cuenca de abajo. También del VREU, en la frontera con Brasil. Se trata de la raíz pano y de todos sus mestizajes: shipibos, iskonahuas, yaminahuas, ribereños, etc. 

Hacia Atalaya

De Pucallpa a Atalaya, partí el día sábado 15 de julio de 2023 por vía aérea. La empresa elegida fue Air Majoro, de avionetas vetustas y rudimentarias, pero efectivas. Esta vez, el capitán, un adulto mayor con el pelo teñido y el cuello de la camisa hueco hueco, no se durmió como en otras ocasiones. Fue el copiloto, un novato, que ocasionalmente entrecerró el ojo. El viaje es monótono para ellos, supongo, ya que no hay tormentas ni ventarrones. Para mí, el viaje es sugerente; no deja de sorprenderme la inmensidad de la selva, las huellas y el transcurrir del río, los celajes dorados y las copas de los árboles que tratan de alcanzar el cielo.

En Atalaya

Atalaya, como dije, es un pueblo pujante, aunque sospecho de aquellos negocios o tiendas comerciales grandes con ropa y artículos electrodomésticos sin clientela. La gente que vende está durmiendo en sus perezosas o viendo su celular. También llaman la atención los edificios de cemento. La poca clientela --la poca gente, en realidad-- hace pensar que Atalaya es uno de esos pueblitos donde se han asentado las "lavanderías". 

Parte del río Tambo antes que confluya con el Urubamba. Es tiempo de estiaje. Las playas se aprovechan

Con todo, es un pueblo encantador y en crecimiento. La plaza es grande y amplia. El malecón, lleno de gente y con matices de atardecer amazónico. El pueblo --la ciudad-- está en crecimiento. Esta vez noté barrios nuevos, dos para ser exacto, que no existían hace años. Está migrando gente de Satipo, Sepahua, Pucallpa, Apurímac, Junin y ¿Ayacucho?

Nopoki y el ojojoy

Nopoki es la universidad intercultural Sede Sapientae (¿Así se escribe?). Pensé que era una universidad con 50 internos y algunos estudiantes, con un campus pequeño y precario, pero no, me equivoqué a lo grande. No sé cuántas hectáreas tendrá la Universidad de Nopoki, pero es grande, gigante. Hay más de dos mil estudiantes y 500 internos ¡¡¡500!!! Cuando pregunté cómo hacen los padres franciscanos para mantener a 500 nativos internos, la secretaria me respondió: "Monseñor hace milagros". Le creo. 

Llegué allí por curiosidad. Quería saber la situación de un estudiante que provino de la comunidad nativa de Tayakome, en el distrito y provincia del Manu, departamento de Madre de Dios. Pensé que era el único estudiante, así que me dije "será fácil encontrarlo". Pero no, resulta que en Nopoki hay estudiantes indígenas de todo el sur peruano: Manu, Kosñipata, Puerto Maldonado, Sepahua, Camisea, Kirigueti, Atalaya y de varias comunidades del río Tambo. Colegí que la gente indígena prefiere ir a Nopoki porque allí sí hay paisanos, y no en otras universidades interculturales, como la de Quillabamba o Pucallpa, que no sé qué habrá. 

Nopoki tiene un comedor gigantesco, un internado gigantesco y muchos, muchos jóvenes indígenas que caminan por el campus con ropa citadina o con sus cushmas. Los veo tan cándidos y libres, despreocupados, entre jóvenes, acompañándose.

Uno de ellos me preguntó, al notar que yo decía a cada rato "ojojoy": 
--¿Qué significa para ti ojojoy?
Debo confesar que me sorprendió la pregunta. Noté una curiosidad científica en ese muchacho. No lo defraudé y le respondí: 
--Para mí, ojojoy es "pucha qué exagerado" o "pucha mira lo que ha pasado, que desgrasha". 
Él escuchó y dijo: 
--Para mí, ojojoy es cantidad, abundancia, como cuando te dan harto masato y dices "ojojoy". 

Estuve completamente de acuerdo. Ojojoy, es la palabra local para abundancia. Si en los Andes prima el ayni para reciprocidad, en la Amazonía es el ojojoy para decir abundancia. 

Con un estudiante de Nopoki. Él es de Tayakome, en el Manu

A Nueva Luz

Partí hacia Sepahua (plan inicial) el día 17 de julio de 2023. Salí a las 7:00 am del puerto principal. Como el río ha bajado debido a la temporada de estiaje, la gente ha instalado carpas de comida y venta de pasajes en las playas del Tambo. También han "estacionado" (¿Cómo se dice cuando una embarcación fluvial se posa en las playas del río?) los botes de pasajeros que la gente llama "colectivos". Son botes de metal de 20 metros de largo por dos de ancho, aprox. El asunto es que en la parte delantera del bote (¿la popa?) entra un montón de insumos alimenticios o "carga". Por lo menos un par de toneladas. Luego están los pasajeros que ocupan todo el medio. En la parte de atrás el baño y tres motores de 200 caballos de fuerza cada uno.

El pasaje cuesta 90 soles desde Atalaya hasta Sepahua. Son cinco horas de viaje o seis, dependiendo de si hay neblina, palizada (esta época no tanto) o si el colectivo se detiene para recoger gente o bajar carga. Eso sí, siempre el bote y los pasajeros están apurados. No les gusta disfrutar del viaje. 

Vista de las playas del río Tambo

El bote tiene techo de plástico revestido con una arpillera celeste (fibra de plástico) y sujetada encima de un armazón de metal.

Pasé por Sepahua. Pensé que el bote iba a Sepahua, pero no, se iba hasta Kirigueti. Son 10 o 12 horas de viaje. El bote estaba lleno de gente y de carga. La mayoría, sin embargo, bajó en Sepahua, su destino. Yo seguí el viaje. No había nada qué hacer en Sepahua; no estaba el padre Ignacio, un ícono misionero.

Así que seguí a Nueva Luz, donde hay amigos y gente con la que trabajo. Durante el viaje leía la novela Sangama, de A. Hernández, que me atrapó. El ayahuasquero Sangama, descendiente de la estirpe religiosa inca, busca en la Amazonía del Alto Ucayali su inefable destino. 

Las fronteras de la gente

Al pasar por la boca del río Mishagua, afluente del Urubamba, ya estaba en el departamento del Cusco, provincia de La Convención, distrito de Megantoni. Desde luego, no hay ningún tipo de control, es más, creo que nadie se entera del cambio, ya que la gente toma sentido del territorio según el uso que hace de este. Las fronteras las pone la gente y no la cartografía política. Por ejemplo, Sepahua, capital de distrito, está tradicionalmente ligada a Atalaya y a todos los poblados yine que hay en ese tramo. El río Mishagua y las comunidades yine de Sensa, Miaría y la ashaninka de Puerto Rico, que están en el departamento del Cusco, igual, están más ligadas a Sepahua, en Ucayali.

Pero esta configuración ha cambiado con el proyecto de gas de Camisea. El boom del gas ha traído presupuestos exhorbitantes a la Municipalidad de Megantoni por canon minero. El foco de atracción es evidente. Ahora, Megantoni, específicamente la capital, Camisea, es la tierra de las oportunidades para todo aquel que busque trabajo. Así, la gente de Atalaya, y especialmente la de Sepahua, surca el Urubamba hacia Megantoni para buscar su destino. Incluso he visto en Camisa a indígenas yora-nahua de Santa Rosa de Serjali, tradicionalmente ligados a Sepahua. Los "shara" o "nahua", como les llaman, son colonizadores excepcionales. A su manera, saben el teje y maneje de la modernidad. 

En Nueva Luz

Pero hablemos de Nueva Luz, pueblo matsigenka que crece a lo largo del Urubamba, río arriba. Y a lo ancho, en la margen izquierda del Paquiría, en cuyas cabeceras están los "kirineri" o "paquirianos", matsigenka en situación de contacto inicial, aunque todos los jóvenes viven y trabajan en Nueva Luz. Solo los ancianos y Noe y su familia, han preferido mantenerse "colgados" allá arriba. 

Nueva Luz tiene matsigenka de todas partes. La gente matsigenka es migrante, paseandera, descubridora, colonizadora. Bueno, allí conozco a los Italiano, los Sausa y los Collazos. Grandes conversadores con masato. En este viaje, sin embargo, no los disfruté mucho. Conocí a otra gente. 

Vista del río Urubamba desde el puerto de Nueva Luz

Nueva Luz me parece acogedor. La calle principal, larga y marcada por "cercos vivos", es agradable al atardecer. La gente, especialmente las mujeres, me ven pasar con mi mochila a cuestas y me llaman con voz amigable. Me dicen: 
--¿Ya te vas?
--Sí.
--Ven, tengo bolsa, monedero.
--A ver.
Entra la señora a su casa y sale corriendo con artículos artesanales en mano. 
--Este de aquí ¿Cuánto cuesta? --Pregunto.
--15 soles, 20 soles, 30 soles.
--Ya, véndeme este y este.
Le pago y sin más me dice:
--Ya, chao. 
No puedo desaprovechar el segundo de conversación que me ofrece la transacción comercial y pregunto:
--¿Aiño owiro? (¿Hay masato?).
--Tera (no). 
--Neje (ya).

Mientras me retiro, siento que me ha atrapado una pescadora experta que sabe encantar a los peces citadinos para venderles algo. Me voy con los bolsillos vacíos y sin haber probado ni un poquito de masato. 

Atardecer en Nueva Luz

Hay una quebrada más arriba del río, paralela al Paquiría. No recuerdo el nombre, pero solía bañarme allí. Un lugar paradisiaco hace cuatro o cinco años. El agua clara y, en su avance hacia la desembocadura, donde primaban formaciones rocosas diseñadas por el agua, el color cambiaba a un ocre o añil. El agua fresca, dulce. Había pozas y lugares para deleitarse. Ahora, metieron maquinaria por todas partes, incluso levantaron algunas de esas lajas de piedra del lecho del río. Desgrashados. El desarrollo duele a los románticos naturalistas. A la gente matsigenka, sin embargo, les gusta; es motivo de orgullo. 

La quebrada de la que hablo. El poblador de Nueva Luz me ayudará con el nombre

La descarada huella de las máquinas en tan linda quebrada

Conozco a nuevas personas en Nueva Luz: al esposo de Luz Italiano. A David Arias. Jefes ellos. Se acercaron al verme hallpar. La coca hace su chamba, llama a la gente. La conversación con los matsigenka medio "giraditos" (con unos tragos encima) es una montaña rusa. Van al tema más rápido de lo normal. Hoy, la conversación pasó del consabido "de dónde vienes" hasta el "a dónde vas", pasando por "tienes que apoyar con algo a la comunidad", "danos un consejo para mejorar" y "qué opinas de la comunidad, qué nos falta". Yo toree todas las preguntas contando anécdotas. No quería convertirme en el clásico colonizador que les dice cómo deben civilizarse. Desde luego que ellos se molestaron o se quedaron inconformes, porque querían saber mi opinión de autoridad civilizadora, de "wiracocha pelucón". 

La danza de las maquinarias pesadas y de sus peones de color naranja, es ahora común en el Bajo Urubamba. Hay cargadores frontales y camiones de carga pesada estacionados por allí u olvidados por la maleza. Hay machiguengaris que caminan con el traje anaranjado de obra que les da la municipalidad. Traen machete en mano y mochila a la espalda. Esos son los machiguengari de ahora, buscan trabajo, buscan ingresos, buscan ganar un dinerito. Por tanto, los comercios han crecido. Antes venía uno que otro comerciante una vez al año. Ahora hay abarrotes por todas partes y restaurantes, aunque los hospedajes no han crecido ni mejorado mucho que digamos. 

Cambios en la configuración comercial y migratoria

Al día siguiente, a las 9:00 am me voy al puerto a esperar mi bote colectivo para surcar a Camisea. Acabo de recordar que, ayer, el bote que me trajo, descargó su ingente carga en Miaria. El resto del tramo solo llevó gente. Si esto es así siempre, quiere decir que Atalaya ahora controla o ejerce su influencia comercial no solo hasta Sepahua, como era usual, sino que ahora incluye Miaría, o sea, más arriba. Mientras tanto, Sepahua, con sus botes y su gente, sube un poco más, controlando desde Nueva Vida, Nuevo Mundo y Kirigueti hasta Camisea. Allí queda, no va más arriba, porque esa parte es monopolio cusqueño. Entonces, podríamos decir que Camisea, por ser foco de atracción, está en medio de dos frentes comerciales y de influencia migratoria. Por el norte, río abajo, Sepahua y Atalaya, y por el sur, río arriba, Ivochote y Quillabamba. Recuerdo que hace 10 o 20 años, el Bajo Urubamba era tierra ignota. La gente de Quillabamba conocía hasta Kiteni, y los de Sepahua ni miraban arriba, sino abajo, a Atalaya. Ahora, como dije, por el boom extractivo, la joya del Bajo Urubamba es Camisea, y todos quieren tomarla.

Puerto de Nueva Luz. La electricidad no solo aloca a los bichos voladores, también a mí

En Camisea

Llegué a Camisea a las 3:00 pm aprox. Antes, a las 10:30 am, subí al colectivo fluvial en Nueva Luz. El viaje demoró más de lo normal porque en Kirigueti la tripulación bajó ingente carga. Solo pude notar paquetes de cerveza Pilsen. La Pilsen en lata, que viene de Atalaya, y la Cusqueña en botella, que viene del Cusco, son las otras joyas del Bajo Urubamba. 

Cuando llegué, no había habitaciones disponibles en ningún hospedaje, ni siquiera en el clásico DAGA, donde siempre me alojo, y eso que "el jefe", David, hizo una ampliación de tres pisos detrás de su restaurante. En conclusión, no hay campo para más en Camisea. ¡No vayas!

Tuve que suplicar a Margoth, mi compañera de trabajo, para que me alojara. Ella, muy amable, me preparó un cuarto a toda prisa. 

El puerto de Camisea de noche. La luz roja del fondo no es el sol, es una flama permanente que sale de ¿un pozo de gas?

La modernidad "como sea"

Camisea, Camisea... recuerdo que cuando la gente matsigenka quería su distrito, es decir, separarse de Echarate, su frase favorita era "Camisea como sea". Vaya que lo han logrado. En efecto, Camisea ha crecido como sea. Los servicios han colapsado. No hay hospedajes ni infraestructura para albergar a propios y extraños. He visto comercio ambulatorio salpicado. Han brotado restaurantes, motos lineales, motocar y motocargas...

Hay gente de todas partes en Camisea. De Quillabamba, del Cusco, de Sepahua, de Atalaya, de Pucallpa. No he visto gente de Venezuela, qué raro. La gente matsigenka, pienso, trata de aprovechar el boom a su manera: alquila cuartos o espacios para dormir, abre restaurantes, monta abarrotes o venta de comida. Cualquier cosa vale. Incluso David, el jefe, ha fundado su orquesta DAGA CAMISEA, para animar los aniversarios y las múltiples festejaciones que hacen por allí.

La gente matsigenka, como digo, trata de acomodarse a la modernidad, pero a duras penas impone sus exigencias. Regula algunas cosas, como los comerciantes, las horas de parranda, las borracheras, los pleitos y disturbios, y a los advenedizos que buscan mujer matsigenka para llenarla de hijos y luego desaparecer con la plata en el bolsillo. 

Camisea, sin embargo, trata de persuadir, con algunas mejoras, la exigencia de los colonizadores burócratas, quienes están acostumbrados a las comodidades citadinas... Pero como la comunidad está lejos de eso, mientras tanto, los tecno-burócratas se contentan con los concursos de belleza, con las serenatas, con los partidos de fútbol y vóley, con los bares, con sus reuniones de confraternidad y con los desfiles cívico militares. En otras palabras, la técno-burocracia no tiene otra cosa que hacer los fines de semana que "chupar y jugar al fútbol", tal como me decía alguien por allí. ¿Cuánta de esta gente se quedará cuando ya no haya gas? Estoy seguro de que toda, toda, saltará cuando el bote se hunda. 

Antes de Ivochote, las pacientes

Luego de arreglar cuentas con Margoth, que es la persona que nos ayuda en el seguimiento y acompañamiento de pacientes de la RTKNN y de otros que llegan a Camisea, y de conocer a Jessica, la obstetra del CS Camisea, me preparo para ir a Ivochote. Ah, también pasé la tarde con la menor de edad que está por dar a luz, y con su hermana, otra menor de edad que la acompaña. Dice la obstetra que el parto será en una semana. 

Otra vista nocturna del puerto de Camisea. Disculpa la insistencia

A Ivochote, ahora sí

Es miércoles 19 de julio de 2023. Son las 5:00 am y la empresa de transporte fluvial "Amazonas" me ha citado a esta hora en el puerto principal de Camisea, que queda en la misma desembocadura con el Urubamba. Vine, en realidad, cuarto de hora antes y ya hay movimiento, mejor dicho prisa. 

Hay gente por todas partes que aborda los dos botes que suben a Ivochote y el único que baja a Sepahua. Antes, hace cuatro o tres años, el único bote existente era el que se iba a Sepahua, y se llenaba de gente. Y el bote a Ivochote era algún "ponguero" madrugador (bote adecuado para pasar el Pongo de Mainique) que antes de partir llamaba a la gente a ver si querían ir. Ahora es al revés. Pocos se van para Sepahua y muchos para Ivochote y Quillabamba. La explicación es sencilla. La gente de Quilla y más arriba, viene, pasando el Pongo de Mainique, a trabajar al distrito de Megantoni, "el distrito ecológico y energético del Perú" (la municipalidad se quiere sacar ese mote del distrito más rico del Perú, pero ya es tarde). 

5:14 am partimos. El bote va lleno. Los treintaitantos asientos están ocupados. Incluso al medio han habilitado asientos plegables que llaman "intermedio". Una criollada. En la punta del bote, la carga: mochilas y pertrechos burocráticos. Los pasajeros, con la ilusión de ir a su tierra aprovechando las vacaciones de medio año y de fiestas patrias. Estos días Camisea quedará vacía. La burocracia regresa a sus deleites citadinos. Habrá un respiro para la gente matsigenka, aunque rezan que no dure mucho, porque sin burócratas no hay movimiento económico.

El viaje es tranquilo. Las primeras horas las hacemos en plena oscuridad. El motorista, que al parecer tiene un comando allá atrás, prende de rato en rato un faro. Supongo que lo hace para fijarse cómo entrar en las partes bajas del río. Navegamos algo de una hora a oscuras. Luego la bóveda aclara completamente y el viaje es más tranquilo, sin preocupaciones. Calculé que pasamos por Malvinas (la base de operaciones del Proyecto Camisea) luego de 45 minutos. En chalupa de la empresa, el mismo tramo se hacía en 30. O sea que, los colectivos viajan a velocidad chalupa. Por eso digo que el Pongo de Mainique ya no es una barrera como lo era antes. Ahora, gracias a la Municipalidad instalada en Camisea, y a los colectivos pongueros empujados por 200 o  300 caballos de fuerza, la gente burócrata sube y baja del Pongo sin interrupciones. 

Amaneciendo en el Urubamba. Surco a Ivochote

Pongo de Mainique

Tomé fotos a mi gusto con Nikki Nikon. No las he bajado aún. Lo siento. Para otra será.

Ivochote y los manda más

En cuanto bajamos del bote, en el puerto, mejor dicho en la playa, nos esperaban como cinco o seis combis tipo estarex. Al bajar, los pasajeros del bote que salió antes de nosotros y del nuestro, se disputaban los mejores sitios. La oferta cubrió la demanda. Una comitiva o un "comboy" de estarex, conformado por las empresas "Megantoni" y "Cazador", salen de Ivochote --luego de que los ingenieros desayunan tranquilos por el lapso de media hora-- hacia Quillabamba. 

Las combis, aceleradas, no paran ni para ver al paisano que acaban de restregar de polvo. Aquí no manda el indígena; aquí mandan los ingenieros. Hacen lo que quieren, reclaman como quieren y tratan a la gente desde la altura que ofrece su profesionalización. Nuevamente, el machi no es amo y señor en su propia tierra. El gas no es de él, lo compra a 150 soles cuando en las ciudades está a 50. Las obras no son de ellos, son de los ingenieros. Hoy en día, el matsigenka es obrero, en su mayoría. El alcalde y sus regidores serán matsigenka, pero detrás de ellos hay toda una comitiva mestiza urbana profesional que hace alarde de su poder. Es esta burocracia profesional, mestiza, la que manda. 

Ivochote es un pueblo agradable. Hay un hotelaso y buena comida, aunque las calles estén polvorientas y atestadas de abarrotes y kioskos. Me gusta Ivochote, por el derredor de cerros con árboles. Aquí no llegan todavía los cerros pelados de más arriba. 

Salimos de Ivochote y las dos horas de carretera hasta Kiteni no las padezco. Me dormí. Despierto en Cirialo. De allí, directo a Quillabamba. Paso por sitios que añoro, como Koribeni y Palma Real. Alguna vez estuve en Echarati, en ese tiempo un pueblo semi muerto de casitas de adobe, pero ahora, irreconocible: cemento, pistas, edificios. Un centro urbano completo. No sé si la gente, el ciudadano, haya crecido al ritmo de la portentosa infraestructura. 

Pacientes, más pacientes

Resulta que en el viaje en bote de Camisea a Ivochote, me percaté de la presencia de un anciano matsigenka. Lo estaba mirando de reojo, como quien no le hace caso, porque, cualquier paisano de esa naturaleza que sale de Camisea, siempre requiere apoyo. Pero no tenía ganas de cumplir mi propósito, así que me estaba haciendo el chueco. Pero ya saben, cuando más te fugas de los designios divinos, estos te cogen con más fuerza. 

Llegando a Ivochote, el anciano se acerca jalando a otro viejo ciego. Y me pregunta: 
--¿Este es el auto para Ivochote?... ¿Sí, sí?... ¿Cuánto es el pasaje?... Toma, cóbrate. 
--Yo no soy el conductor --le digo. 
No me escucha y me alcanza 100 soles. Concluyo de que uno es ciego y el otro sordo. Y yo el mudo. 
Felizmente para ellos, allí estaba el conductor y me quita los 100 soles de la mano. Luego pienso "falta que este paisano sea otro Italiano, que parece que los encuentro en todas partes". 
--¿Pi payta, viro? --¿Cómo te llamas? Le digo-- ¿Seguro eres Italiano?
--Neje, neje, soy Italiano --Sí, sí, soy Italiano, me dice. 
Caigo de espaldas. Se trata de Manuel Italiano, primo de Mateo Italiano, sobrino de Venancio Italiano, hermano de Liz Italiano, tío de Rufina Italiano, etc...
--¿Qué haces aquí?
--Estoy llevando a éste al Cusco, para operación de ojo.
--¿Tienes la referencia? --Yo quería saber más detalles.
--No, no, así nomás, al Cusco, para que le operen. 
--¿Sin referencia?
--Claro, así no más, yo conozco Cusco, yo conozco. 
Ayayayay digo... se viene... se viene....

Ambos, Manuel y el señor Roben --no es Rubén-- Flores suben a la combi y se sientan detrás mío. No quiero darles mucha bola para no comprometerme, así que guardo respetable distancia. Pero ya saben, cuánto más te escapas...

Llegamos a Quillabamba. Bajamos de la combi y les digo:
--¿Van a ir a un hospedaje?
--No, no, vamos a Casa Machiguenga. 
--¿Has hablado con Agilio o con José? (Son los jefes de COMARU, de la Casa Matsigenka).
--Sí, sí, ya está, ya está. 
--Bueno, les acompaño hasta por allí. 

Terminamos los tres en la Casa COMARU. Fuimos caminando, ya que son apenas dos cuadras. Manuel jala a Roben como puede. Roben enviste todas las ramas, puertas y ventanas con su cara. No ve nada.

En COMARU, el joven matsigenka Gusni se sorprende al vernos, y se sorprende más al saber que sus paisanos no hicieron ningún trámite para solicitar asilo en COMARU. El joven Gusni se enoja y le increpa a Manuel que por qué no hizo el trámite. Manuel, un ducho de esos, lo calma con sus palabras de autoridad, sin gritar, solo poniendo la voz firme y con gestos con la mano, sentado. El joven Gusni se achica. Veo la maestría de un anciano matsigenka, sobrio, incólume. 

En efecto, el paciente no tenía nada de nada, ni referencia ni nada. Paciente y acompañante tenían la idea de pasar la noche en Quillabamba y mañana, temprano, salir al Cusco y buscar "al médico" de la Casa Machiguenga en Cusco (se refieren a Vilmanuel, mi compañero) y pedirle a él que les lleve donde operan el ojo. Luego de regreso. Fin del plan. 

Gusni y otras chismosas discutimos el asunto. Llamo al Centro de Salud de Camisea para ver si saben algo del tema. Me dicen: 
--Hermano, se le ha dicho al señor que espere una campaña de ojos para enviarlo a Quilla para que le operen. El señor tiene cataratas, pero se ha encaprichado, ha pedido plata a su comunidad y uno de sus familiares le ha llevado sin referencia y sin nada. Están por su cuenta. Por gusto sacan plata de la comunidad...

Bueno, a esta altura, tenemos dos opciones: 
Una: se van al Cusco y se operan en una clínica, lo cual costará un montón de plata.
Dos: sacar una referencia aquí y ver qué pasa en el hospital, donde todos los gastos los cubre el seguro de salud (SIS).

Decidimos dejar las cosas en COMARU momentáneamente (no estaban Agilio ni José) y mientras tanto vamos al hospital a averiguar la opción dos. Llegamos al hospital. Yo con todas mis cosas del viaje. Averiguo. No hay citas en oftalmología hasta el viernes 21. Hay que venir mañana a sacar cita. Pero explico que no tengo referencia. 
--Fácil --me dicen--, tienes que ir al CS de Santa Ana o de Pavayoc a sacar una referencia. 

Bueno, así lo hacemos. Abordamos un motocar torito Bajaj y a Pavayoc, que está más cerca. Nos atienden al toque (serían las 4:00 pm). El paciente, Roben, pasa por triaje, pero no le sacan una historia; lo categorizan como transeúnte. Al rato nos atiende una médico joven y amable. Inspecciona al ciego y le hace preguntas. La médico dice: "Puede ser glaucoma y cataratas". El asunto es que el hombre está totalmente ciego. Lo bueno es que entiende y habla muy bien el castellano. 

Con la referencia en mano, los mando a COMARU y yo me quedo por un hotelucho de Pavayoc, que de hotelucho nada. Es barato, 35 soles la noche. Baño privado, cama dos plazas, tele, ventilador y ventanas con una vista al cerro en cuya explanada está la ciudad de Quillabamba. En Pavayoc, antiguamente, en los años 80 del siglo pasado, estaba la estación de tren. Ahora hay un terminal terrestre nuevo y algunas casas pequeñas con el clásico adobe cubierto de telas de araña. Recuerdo el olor de mi infancia, cuando vivía en Quilla con mi abuelo. Ricucha. 

Vista de Pavayoc desde la ventana del hospedaje

Le indico a Yamile, mi compañera aquí, que mañana busque al paciente y saque la cita en oftalmología. Agilio me llama alterado, preocupado, consternado, molesto y me dice que cómo traje a estos pacientes sin previa coordinación. Le digo que no son mis pacientes, que los encontré en el viaje y que simplemente les ayudé llevándolos a COMARU. Me agradece y rechina con sus paisanos, diciendo que una vez más vienen sin decir nada y que no queda otra que solucionar como sea. Así que los acomoda en un hospedaje,  porque la Casa COMARU está llena de delegaciones de fútbol. A esta altura, Agilio ya debería conocer a sus paisanos: se aparecen cuando quieren, sin previo aviso y esperan las atenciones debidas. Muy machiguenga el asunto. Yo me la sé de sobra y no reniego, pero Agilio sí, ja, ja, ja. 

En Quilla, con Yamile

Hoy, jueves 20 de julio de 2023, cito a Yamile. No la conozco personalmente. Hemos hablado un montón por teléfono para coordinar la atención de los pacientes aquí, en Quillabamba. A ella me la presentó mi ahijada Johansy, quien fugó a su tierra, Montetoni. Yamile es pausada, tranquila, distraída y descuidada. Tiene un corazón grande y parsimonioso. No ha visto muchas cosas, pero cuando las ve no se impresiona ni le afectan del todo. Asume los asuntos complicados de la vida con gran facilidad. Tiene 21 años. Estudia administración. Ella me dice que nunca se imaginó trabajar con pacientes y visitar el hospital. Me dijo que nunca había visto un muerto hasta ahora. Pero bueno, requiere este ingreso económico, así que para adelante. Le bromeo y le digo que cuando salga profesional, administrará un hospital.
--No, no --me dice al tiempo que ríe tapando su boca. 
--¿Una funeraria?
--Tampoco, ja, ja, ja.
--¿Un cementerio?
--Menos.... 

Le pregunto a Yamile si fue al hospital hoy y sacó la cita en oftalmología. Me dice:
--La enfermera me ha dicho que vaya mañana, que mañana me dará la cita luego de que le pesen al paciente. 

Bueno. Mañana será. Mientras tanto, los viajeros, los aventureros de la salud, el ciego y el sordo, están en un hospedaje cortesía de Agilio. Su alimentación la cubren ellos. Nosotros, con Yamile al mando, les ayudamos con los trámites. Todos ponemos el hombro por la gente del bosque y del río. Yo, el mudo, mañana viajo a Cusco.

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Artículo de investigación.- En el periodo febrero 2020 – agosto 2021 se ha incrementado la afluencia de personas de origen indígena amazónico a los hospitales de la ciudad del Cusco. Se trata, principalmente, de indígenas matsigenka monolingües que provienen del distrito de Megantoni (provincia de La Convención), quienes mantienen una relación de contacto reciente con la sociedad nacional Donaldo H. Pinedo Macedo 1 y Vilmanuel Díaz Vilca 2 1 Maestría en Antropología Social 2020, Escuela de Posgrado de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, Perú. 2 Escuela Profesional de Enfermería, Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, Perú. Descarga la versión PDF aquí (incluye notas al pie y bibliografía adicional) Nota de los Autores Donaldo H. Pinedo Macedo    https://orcid.org/0000-0002-0269-7097  Los autores no tenemos conflictos de intereses. Agradecemos a los Misioneros y Padres Dominicos del Vicariato Apostólico de Puerto Maldo

Toledo, Humala y Castillo. Tres destellos de la utopía andina en el Perú

Sentipensar.- La utopía andina, en mi mente, no es el regreso del Inka para subyugar a los neo conquistadores o restablecer un imperio perdido, sino más bien es la personificación de lo que significa ser un Inka... ¿Qué tienen en común Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Pedro Castillo? ¿Por qué mi mente -y mis sentimientos- trazan una misma señal cuando pienso en ellos? ¿Por qué cuando los veo por la tele mi palpitar es unísono? Me siento identificado con ellos -como millones de peruanos-, pero no por su posición política, que de hecho no comparto, sino porque su propaganda electoral activó en mí una fibra oculta que nace y renace. En efecto, hablo de la utopía andina. Debo aclarar que no soy una persona que tenga la secuencia genética indígena intacta -creo que ningún peruano la tiene-, más bien soy un mestizo (nada errante) que está enclavado en los Andes del sur, embargado de Apus e historias del Cusco, el “ombligo del mundo”. Pero aún así, la utopía andina, esa fibra de rebelde es

La hora de la hallpa en Quillabamba

Estoy con el “mago blanco”, mi bicicleta, paseando por las calles de la ciudad de Quillabamba. Paso por el parque Bolognesi, más conocido como el de las banderas, aunque no veo ni una. Busco una banca cómoda, con sombra, para el ritual de la hallpa. Me siento en una. Algunas personas, en otras bancas, juegan a las cartas. Todos son varones adultos. Tienen una mochila en la espalda y una bolsa verde de hojas de coca al lado. En la boca, el cigarro y el bolo coquero; en las manos, las cartas; en los ojos, las monedas apostadas y la ambición chispeante. Son las 9:00 am., es sábado. Lo mismo pasa el domingo, a la misma hora. Me huele que esto sucede todos los días y en cualquier momento. Estas personas se reúnen para la hora de la hallpa. Hallpero solitario No todos juegan a las cartas. Otros, en pares, hallpan, conversan y observan a los grupos de baile que ahí se reúnen. Yo estoy solo, con mi hallpa y mis pensamientos. Soy un hallpero solitario que apenas mira a la gente. En cambio, los

Memoria, historia e identidad. Joël Candau (2006)

Opinión.-   En las clases de "Teorías clásicas de la Antropología" estamos discutiendo el libro de Joël Candau, Antropología de la memoria (2006). En cuanto leí la introducción y las conclusiones, tuve dos impresiones inmediatas: El autor sobredimensiona la importancia de la memoria para el ser humano. Sus postulados se aplican a las sociedades modernas complejas, donde la memoria alcanza extensiones también complejas. Luego de la exposición del grupo y el debate consecuente, quedaron en mi memoria las siguientes ideas: a.- Me ratifico: considero que Candau sobredimensiona la importancia de la memoria. Es evidente que la memoria, que se trasluce en el recordar y olvidar, es importante para la existencia humana, pero no es el todo. Hay que considerar también el rol de la conciencia y el inconsciente, temas muy poco abordados desde la disciplina antropológica. Entiendo que, cuando escribió Candau, hacía falta sostener que la memoria es una importante variable para el desarroll