Comentario al libro de Arturo D. Hernández, escrito en 1942 y reeditado por la editorial Trazos en 2020
En la solapa del libro dice que Hernández, para muchos, es el escritor más importante de la Amazonía peruana. Bueno, luego de leer Sangama, no lo dudo.
La novela gira en torno al personaje principal, Sangama, un hombre misterioso, sabio y, sobre todo, conocedor de los secretos más recónditos del bosque y del río amazónico. Sangama, es un ayahuasquero consumado que tiene un propósito, una misión estipulada por sus ancestros. En la contraportada del libro, Estuardo Núñez, dice que la novela es una voz secular. No estoy de acuerdo. Esta novela es mística y profundamente religiosa. Sangama, esgrime la profundidad del pensamiento mágico religioso quechua andino e indígena amazónico. Sangama, es una versión superior del chamanismo autóctono. Sangama, es un navegante de la conciencia y un ejemplo en la vida ordinaria.
El contexto en que se desenvuelve la historia es la época de la explotación de la shiringa, entre finales del siglo XIX y principios del XX. El escenario es el Alto Ucayali. Los personajes son sublimes, cada uno presenta cualidades distintivas, inequívocas e inquietantes. Me han superado Abel, el prototipo de colonizador mestizo que carga con la contrariedad de sus ambiciones y de su heroísmo amateur; el Matero, un ser insensible, práctico, supersticioso y efectivo a la hora de andar por el monte; el Toro, una bestia asesina y depravada que surge y resurge como el comezón; la virginal Chuya, pura, fiel, de gran entereza, discernimiento y prolijidad poética; y el zarrapastroso de Portunduaga, el clásico gamonal pendenciero que más que fuerza tiene maña. Debo decir, además, que he odiado a la gente tonta, manipulable e infiel de Santa Inés, el poblado en donde la trama gira.
He hallado, en cada escena que describe Hernández, a la verdadera selva amazónica. El uso de analogías, metáforas y adjetivos, de pulcritud erudita, es realmente devocional. He sentido la vena amazónica latiendo en mi cuerpo. Verdaderamente, si conoces la selva, el libro activa tu memoria corporal: la picadura de los mosquitos, el agobiante calor, el sopor de la soledad y la monotonía del bosque.
El protagonista de la novela, sin embargo, no es el hombre amazónico, quiero decir el indígena, el autóctono. Sangama, es de origen quechua, o sea un inmigrante que, gracias a la ingesta de la ayahuasca, desentraña los secretos de la selva. Abel, quien relata la historia, es un mestizo con ínfulas de héroe. El Matero, es más que todo un ribereño de gran arraigo. Los otros personajes, mencionados por aquí y por allá con cierta alternancia y lejanía, serían los indígenas amazónicos. El indígena amazónico en esta novela sigue siendo esquivo, inexplorado; es un personaje secundario. En todo caso, la selva en sí, más la sicología de los inmigrantes --exploradores, explotadores o místicos--, son las joyas de la novela. La pluma de Hernández es prolija y erudita con ambas.
Tengo un par de quejas con esta edición. La primera, es la portada del libro. La imagen de Sangama, despeinado, medio ciego y de rostro seco, soplando algo así como un pescado ahumado y podrido, me parece que no hace justicia a la descripción de Hernández. No sé, me imaginé a un Sangama con notorias facciones quechuas, sobrio, perdurable, con una quena sencilla que entona con los ojos cerrados, saboreando cada aspiración y regalando soplidos al universo. La segunda queja, es que hallé varios errores tipográficos. Sobresale la ausencia de la "r" en algunas sílabas intermedias.
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