Réclame dirigido a quienes les gusta insultar al indígena
Me dirijo a dos tipos de paisanos/as cusqueñenzis. El primer tipo, procede del sector rural, pero nació en cuna gamonal; es decir, bebió racismo de la teta de la madre y de la prepotencia de su padre. El segundo tipo, nació en cuna de paja y recibió el racismo de forma permanente y sistemática, en la leche, en la infancia y en el cuerpo, pero migró a la ciudad para levantar su moral con una profesión.
La descendencia de los primeros y el logro de los segundos, arrastra el racismo y la discriminación. Creen que hacen un bien a la humanidad cuando corrigen al indígena tratando de ”civilizarlo”, o cuando se distancian de él cuando le insultan, le ligan las trompas o le balean. Nadie quiere ser un nadies.
Creen que construyen “Perú” cuando les llevan chocolatada o les tiran pan en el camino o les regalan ropa usada.
Creen que es correcto llamarlos “hijito”, “hijita”, “mamita”, “papacito” o “ignorante”, “inocente”, “manipulable” y, últimamente, “terruco”.
Me dirijo a ti. Tu posición y tu poder están siendo mal utilizados; desperdiciados. Estás escarbando en tu propia angustia creyendo que te enalteces.
Te diría que leas la Biblia, pero esa ya la sabes; te diría que vayas al sicólogo, pero sería para que le discutas; te diría que apoyes al prójimo, pero no mirarás más allá de tus amistades; te diría que tomes ayahuasca, pero tienes miedo; te citaría teorías, pero entrarán por una oreja y saldrán por la otra... ¿Entonces?
Sube al cerro y haz allí tu casa; ve al campo y sé campesino; vete al mercado Vinocanchón y pon tu puesto de verduras; vente al hospital Lorena y acompaña al paciente abandonado; vete al penal Qenqoro y visita a la paisana-pollera; vete a Lima y súmate a la protesta.
Solo así querrás ser un indio de acero, alegre, festivo, recíproco y antibalas.
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